Celos en mi narcosis.

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¿Hasta qué punto son aceptables los celos de amiga en una situación como la nuestra?

¿Me excedí al decirte que ella no te merecía, que su único interés era el forro de dinero que tenias en el banco, las propiedades en el extranjero y la casita de la playa en la que pasamos tantos buenos momentos. Qué por ningún otro motivo, iba ella, veinteañera de curvas voluptuosas y sonrisa coqueta, a fijarse en ti, un cuarentón de calva insipiente y manos rugosas, si no fuera por ese mal necesario de color verde?

...Pero no escuchabas razones, estabas ebrio de ella de una manera que nunca te había visto padecer, ni siquiera en tus dos matrimonios anteriores (aquellos que duraron a penas dos lunas) te comportabas de la manera que ahora lo hacías.

''Me enamoré'' me confesaste una tarde, reías de manera nerviosa mientras mirabas por la ventana la estatuilla de San Francisco, y yo, que tenia la vista fija en ti, no pude menos que darte tristemente la razón. Pero no podías enamorarte, no debías hacerlo, por eso ahora...

Ella está aquí ahora, con su porte altivo y mirada fija. Le ofrecí una copa del burbon que guardas en la despensa para que pudiera soportar lo que ahora viene, pero no la aceptó, al contrario, me insultó, ¿ves? Ni siquiera tiene educación, nada de modales al sentarse, y sus labios ¡Dioses! sus labios pecaminosos resaltan con un rojo intenso que me produce nauseas. Una prostituta. Eso es lo que es. Una mujer corriente. La observo y no logro explicarme que era lo que te había cautivado de ella para haberla elegido por sobre la hija del prefecto ¿Qué podía ella ofrecerte, que no fuera una total y clara dependencia?

Ella que gastaba tu tiempo en banalidades sin importancia, pucheros de boca torcida antes de exigir que le comprases algo, ella quien ni siquiera te dejaba trabajar en paz ¿Cuántas veces no interrumpió nuestras reuniones con su ánimo encolerizado, celosa de nuestra amistad? Ella lo intuía, sabia del poder que mis palabras ejercían sobre ti, y por supuesto, sabiendo que mi presencia era un obstáculo para sus intereses intentó separarte de mí. Fue una idiota ¿no crees? Debiste decirle que nadie nos puede separar, que somos uno, dos caras de la misma moneda. ¿Lo hiciste? Bueno, entonces no te escuchó, lo cual no me sorprende en lo absoluto teniendo en cuenta tu imposibilidad para hacerte escuchar y su clara mentalidad de corto alcance.

Aún así le permití que lo intentara, que rompiera nuestro vínculo para demostrarle así lo inquebrantable que es. (Al final solo queda la sangre, tú y yo al mismo tiempo y la sangre, no olvides la sangre)

Nuestras conversaciones fueron cada vez más escasas, hasta que al final me confinaste a un lugar oscuro y silencioso de tu mente, uno del que no tenía acceso ni influencia más que para ver y escuchar. Allí mientras esperaba que perdieras el control y vinieras en mi búsqueda, pasaba mis horas pensando en las cosas que le haría a ella, las que le estuve y estoy haciendo ahora.

Pero tuve que esperar mucho para éste día. Cuando al fin aparecí, estabas en un estado deplorable, los ojos hundidos a falta de sueño, famélico y tembloroso, comenzabas a mostrar la edad que realmente tienes. Yo no dije nada y tú balbuceabas mucho, te excusabas por haberte olvidado de mí, y yo, con la vista fija en ella, en su sonrisa suficiente y su porte altivo de batalla ganada, me relamía los labios hambrienta.

Cuando me abrí paso, sabias lo que pretendía hacer e intentaste detenerme (con esa resistencia inútil que antes nunca había estado). Quise enojarme contigo ¿sabes? Porque se supone que soy yo tu única amiga, tu otro yo, lo único importante en tu vida y no ella que es nada ¿Qué no fue ese el trato? Yo buscarías a las mujeres de las que nos alimentaria a ambos, pero te dejaría jugar con ellas, llenarlas de tu amor tan diferente al mío, al nuestro. ¿Qué había fallado entonces?

Sentí celos, si. Porque ella, a diferencia de las otras había logrado que me olvidaras por un tiempo, que me encerraras. Y sentí miedo también, miedo a desaparecer, a que me destruyeras como las pastillas del psiquiatra intentaron hacer hace años. Pero no estaría aquí de haberlo conseguido, de no necesitarme. Al final siempre hemos sido uno. Tú y yo contra el mundo.

Me abalancé hacia ella, besé sus labios y encontré en su dulzura el poder de la perdición, hipnotizado como estabas no entendías muy bien lo que ella te obligaba hacer y yo sentí crecer en mí, la ternura y el enojo a partes iguales, quise cobijarte entre mis pechos hasta que recuperaras la conciencia, pero ella, escandalosa como siempre, insultaba mi afecto hacia ti, se alejaba de mis caricias, lloriqueaba en un rincón mientras su piel reventaba en ampollas ante cada uno de mis suspiros ¿Ves ahora, cuan descortés ha sido todo éste tiempo con nosotros?

Tú nos mirabas mientras yo dibujaba su cuerpo con mis manos y ella se retorcía ante el calor abrazador de nuestro amor, su carne deshaciéndose ante el roce de mi lengua, su sabor: repugnante, incomestible. La hija del prefecto no lloriqueo, ni siquiera gritó como ésta perra lo estaba haciendo ¿Ves la diferencia entre una chica decente, de noble cuna y ésta puta corriente de piel ácida, cuya carne estoy segura no bastara para satisfacer nuestro apetito? Tendremos que buscar a otra, una más joven y voluble, cuya piel lisa de carne blanda pueda soportar nuestro amor, convertirse en nuestro nuevo recipiente, o bien alimentar a los dioses que nos permiten deambular en éste mundo.

''Sacrificios. Necesitamos hacer sacrificios, llévate a ésta al sótano y enciende la hoguera. No dejes que los muertos entren hasta que la carne éste blanda.''

Ella está llorando ahora, destruida, completamente humillada al igual que otras mujeres lo estuvieron antes que ella. Le he cortados la lengua para que no suplique misericordia, los dedos para que no vuelva a tocarte con sus manos pecaminosas y los pies para que no intenté escapar como la chica de la taberna. Ahora se ha desmayado, pronto estará muerta, pero no antes de que ellos lleguen, tiene que estar a temperatura ambiente, Ya sabes lo delicados que son del estómago...

Mientras esperamos, ¿Qué te parece si nos vamos a tomar del burbon que tienes en la despensa, el mismo que ésta zorra se ha negado probar?

Celos en mi narcosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora