XXXIV

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Deje caer el peso de todo mi cuerpo sobre la silla de madera, estaba harto de todo el ruido que me rodeaba; cansado de haber estado en una cacería que poco me había interesado. No, la única búsqueda que me importaba involucraba a una cierva escurridiza que me enojaba tanto como me encantaba.

"Juro por Dioses que cuando la vea le hare pagar por su indiferencia" pensé entre el anhelo por encontrarla y el disgusto por su ausencia repentina. Gruñí al notar que nuevamente la herida comenzaba a sangrar. "Los peces no son conocidos por su astucia" medite con irritación recordando el origen de tal herida. Edmure Tully era, en pocas palabras, el niño menos diestro que he conocido.

- ¡Ned! – exclamo Lyanna apenas entro dentro de mi carpa privada - ¡Por los Dioses!

- No pasa nada, Lyanna – murmure en un intento de tranquilizarle – Es solo un rasguño.

- ¿Cómo ha pasado algo así? – cuestiono ella intentando mirar la herida, se lo impedí apartando el brazo.

Suspire ante aquello, Edmure Tully había fallado en uno de sus tiros. Y con un poco de mala suerte la flecha había terminado rozando mi antebrazo, no era una herida profunda; pero el sangrado continuaba fluyendo. Apreté nuevamente el trozo de tela que evitaba que saliera más sangre de la necesaria.

- He traído la ayuda que necesitas, Stark – anuncio Robert mientras entraba siendo seguido por la mujer que más estaba ansiando ver – La mejor sanadora que he conocido.

El aire se quedó atorado en mis pulmones ante la visión de la dama. Ella lucia aparentemente cansada, tenía unas ligeras ojeras debajo eso hermosos ojos y su cabello castaño estaba mal trenzado. Incluso con un par de mechones saliendo de entre su peinado. Su ropa por otro parte, poseía colores vivaces recordándome un poco el estilo dorniense que las damas sureñas solían usar en ocasiones.

Robert había dicho una vez que las mujeres en Dorne se vestían para seducir, porque todas ellas tenían sangre de guerreras y aquella era la mejor arma. Nunca estuve más de acuerdo con Robert como en este momento. El color rojo hacía que su piel bronceada resaltara, dándole un aspecto suave como la seda. Mis manos picaron al recordar que aquello era real, yo mismo lo había comprobado.

Mantuve mi mirada sobre ella, incapaz de formular alguna palabra. Esta era la primera vez que nos encontrábamos después de nuestro choque cerca del arroyo. Y algo me decía que ella se estaba escondiendo. Me tense al instante rememorando el sabor de sus labios y la forma de su cuerpo. Quise apartar esos pensamientos, recordándome que no estábamos solos. Pero la forma en la que el vestido se amoldaba a cada una de sus curvas lo hacía todo más complicado.

- Lord Stark si me permite revisarle – dijo ella acercándose, asentí con la cabeza pensando en algo que decirle, los norteños éramos conocidos por nuestras pocas palabras – Parece ser que la fecha atravesó un poco de su musculo, mi señor.

La dureza contenida dentro mis pantalones se volvió más intensa cuando la escuche llamarme de esa forma. Agradecí que mi parte inferior estuviera cubierta de su vista gracias a la mesa delante mío. La mujer continúo explicando lo que sea que estuviera planeando hacer, sin embargo, me encontré apeteciendo que simplemente me dejara tomarla nuevamente sobre esta maldita mesa.

- ¿Está bien para usted, mi señor? – no tenía ni idea de lo que estaba preguntando, pero si eso significaba que se quedaría un poco más, sin duda lo aceptaría.

- Si – respondí inmediatamente, notando como le indicaba a otra joven un par de cosas. Ni siquiera había notado a la extraña chiquilla hasta este momento.

- Puede ser doloroso, así que he pedido algo de leche de amapola – explico ella mientras se arrodillaba para quedar a la altura de mi herida – Tal vez requiera de 4 puntadas, pero en definitiva no está lesionada ninguna arteria ni vena.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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