Drake
El sol comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando abrí los ojos. Mi cuello protestó de inmediato por haber dormido en el sofá, y solté un largo suspiro mientras me estiraba. Al voltear, vi a Ryan tirado en el suelo, enredado en la manta que le había lanzado la noche anterior. Su cabello rubio estaba revuelto, y su boca ligeramente abierta emitía un ronquido bajo.
Me levanté lentamente, sintiendo aún el cansancio del día anterior, pero cuando miré el reloj en la pared, mi cerebro entró en alerta.
—¡Ryan! —grité, sentándome de golpe—. ¡Es tarde!
Ryan murmuró algo ininteligible, dándose la vuelta como si pudiera ignorarme y seguir durmiendo.
—¡Levántate, Capitán Bocadito! —dije, pateando ligeramente su manta para llamarlo.
Ryan abrió los ojos con dificultad, parpadeando varias veces antes de mirarme con confusión.
—¿Qué...? ¿Dónde estoy?
—En mi departamento, genio. Y vamos tarde para el entrenamiento.
Ryan se incorporó lentamente, llevándose una mano a la frente con una mueca de dolor.
—¿Qué hora es?
—Las siete y media. Tenemos que estar en la losa en veinte minutos.
Ryan soltó un quejido y luego me miró con el ceño fruncido.
—¿Qué pasó anoche?
Sonreí, sintiendo cómo la oportunidad perfecta se presentaba ante mí.
—Bueno...después de unas copas, te subiste a una mesa en la fiesta y declaraste que eras el "Capitán Bocadito", gritando que salvarías al mundo de los snacks aburridos. Ah, y casi tiraste una bandeja de galletas.
Ryan abrió los ojos como platos, y su rostro pasó rápidamente del desconcierto al horror absoluto.
—No...No hice eso.
—Oh, sí lo hiciste. Todo el mundo te estaba mirando. Fue épico.
Ryan se llevó las manos a la cabeza, soltando un gemido desesperado.
—¡Dios mío, no puedo volver a la universidad! Tengo que cambiarme de país...no, de continente.
—¿Crees que alguien lo grabó? —pregunté, fingiendo curiosidad mientras me ponía una camiseta.
Ryan me lanzó una mirada de pánico, cubriéndose el rostro con ambas manos.
—Esto es el fin. Voy a ser un meme para siempre.
No pude contenerme más y estallé en carcajadas.
—¡Relájate! Todo lo del Capitán Bocadito lo dijiste aquí, en mi departamento. Lo único que hiciste en la fiesta fue tropezarte con una mesa.
Ryan me miró con los ojos entrecerrados, claramente ofendido.
—Eres un idiota.
—Sí, pero soy un idiota que nunca salvaría a los snacks aburridos.
A pesar de su mal humor, Ryan no pudo evitar sonreír mientras ambos nos apresurábamos a prepararnos.
Cuando llegamos a la losa, la mayoría del equipo ya estaba calentando. El entrenador, de pie en el centro, nos lanzó una mirada que decía claramente: "Llegaron tarde otra vez".
—Llegan tarde, pero no tanto como para que les ponga a correr diez vueltas...todavía.
Nos unimos rápidamente al grupo. Ryan seguía quejándose en voz baja mientras intentaba estirar sus músculos adoloridos.
—¿Por qué siento que todo esto es un castigo divino?
—Porque probablemente lo es —respondí, intentando no reír.
Mi atención se desvió cuando vi a Connor de pie junto al entrenador, vistiendo el uniforme de Polaris. Aunque mantenía su típica postura tranquila, había algo en su expresión que delataba cierto nerviosismo.
El entrenador levantó la voz para dirigirse al equipo.
—Antes de comenzar, quiero darles una noticia importante. Como ya habrán notado, tenemos un nuevo jugador entre nosotros. Por favor, denle una cálida bienvenida a Connor, quien a partir de hoy es oficialmente parte del equipo Polaris.
Los aplausos y vítores no se hicieron esperar. Varios jugadores se acercaron a Connor para felicitarlo, chocando los puños con él y dándole palmadas en la espalda. Connor sonrió con amabilidad, pero su mirada parecía distante, como si algo pesara sobre él.
Ryan, como siempre, no pudo evitar ser curioso.
—¿Por qué dejó Solarius? —murmuró, mirándome con el ceño fruncido.
—Probablemente por el intercambio. Déjalo, Ryan.
—No sé...algo no encaja.
—Ryan, si algo no encaja, no es nuestro problema. Ahora ve a felicitarlo.
Ryan bufó, pero finalmente caminó hacia Connor con su sonrisa despreocupada.
—¡Hey, felicidades, amigo! Bienvenido al equipo, solo te advierto que aquí el título de chico más guapo ya está ocupado.
Connor dejó escapar una risa ligera.
—Gracias. Intentaré no competir contigo.
Cuando me acerqué, noté algo extraño en su mirada.
—Bienvenido, Connor. Es bueno tenerte aquí.
Connor asintió, agradeciendo mis palabras, pero su sonrisa no llegó a sus ojos. No podía ignorar la sensación de que algo estaba mal.
Ryan, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante.
—Oye, amigo...no soy el tipo más sentimental, pero sé reconocer cuando alguien tiene algo en la cabeza. Si necesitas hablar, estamos aquí.
Connor vaciló, como si estuviera debatiéndose internamente. Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo.
—Está bien...—dijo con voz temblorosa—Mi entrenador en Solarius siempre fue muy exigente. Pensé que sus críticas eran parte del proceso, que me harían mejorar. Pero después del último partido contra Polaris...todo cambió.
Bajó la mirada, sus manos apretadas en puños.
—Después de ese partido, me llamó aparte y me dijo: "Tu rendimiento fue mediocre, no sé cómo terminaste en mi equipo. Si no puedes manejar la presión, ni siquiera deberías estar jugando este deporte"
Ryan y yo intercambiamos una mirada de incredulidad. Connor respiró hondo, como si esas palabras aún lo golpearan cada vez que las recordaba.
—Lo admiraba mucho, ¿saben? Pero me di cuenta de que nunca creyó en mí.
Ryan puso una mano en su hombro, hablándole con más seriedad de la que normalmente mostraba.
—Ese tipo es un imbécil. Y tú vales mucho más de lo que él pueda ver. Aquí somos un equipo de verdad, Connor. No estás solo.
No pude evitar abrazarlo.
—Lo importante es que tomaste la decisión de salir de ahí. Ahora estás en un lugar donde todos reconocemos nuestros logros y lo valiosos que somos.
Connor comenzó a llorar en silencio, y Ryan se unió al abrazo. Nos quedamos así por un momento, dejando que Connor soltara el peso que había estado cargando.
Finalmente, cuando se calmó, Ryan rompió el silencio con una sonrisa.
—Bueno, después de todo esto, ¿alguien quiere helados?
Connor rió débilmente, limpiándose las lágrimas.
—¿Helados?
—Es su solución para todo —dije con una sonrisa.
—Y funciona—añadió Ryan.
Connor asintió, todavía con una sonrisa tímida.
—Está bien. Vamos por esos helados.
YOU ARE READING
Promesas en Ruinas
Teen FictionUn impulso prohibido, una promesa rota y un amor que nunca debió ser. Dos chicos atrapados en un torbellino de emociones deberán enfrentarse al deseo, la culpa y las consecuencias de sus decisiones... En las ruinas de lo que fueron, ¿podrán perdonar...