1. Resonancia de dolor.

48 8 3
                                    

Es la primera vez que veo a un ángel tan bello, sus cabellos le llegan por debajo de la cintura y son color dorados... ni el sol supera su brillo. Observo el rostro de la mujer que yace ante mi, es hermoso. Deseo tocar su tersa piel.
En mi mente pasan miles de imágenes del ángel postrado ante mi, sin ninguna estorbosa prenda. Segundos después recapacito.
Mis hombres llegan y al ver a la dueña de esos ojos grises, la atacan sin piedad alguna. Ella no grita, ni siquiera llora cuando le atan sus preciosas alas. Cae al suelo inmovilizada y después pierde la consciencia. Ordeno a mis soldados llevarla a la mazmorra, pero les advierto que la chica no debe ser tocada... Ella será mi juguete, de nadie más.
Haré que conozca el mismísimo infierno y grite en busca de piedad.
Hasta el día de hoy, no había conocido a un ángel tan estúpido... los serafines suelen andar en parejas y jamás se atreven a pisar mis territorios. Yo habito en la parte más helada del infierno... si un ángel llega a mis manos, éste no sale con vida del frío hielo de mi gobierno.
Camino hasta las mazmorras, no quiero hacer esperar a mi invitada.
¿Por qué estoy tan ansioso? Simple, me excita el hecho de poder torturar a un ser lleno de luz y más si se trata de una hembra... es tan divertido hacer que sucumban a sus más bajos deseos, tales como la lujuria. Puede que los ángeles sean criaturas puras y castas, pero en el interior de sus almas hay algo que los hace vulnerables... sus emociones.
Llegó al lugar donde está mi nueva presa, ella yace cabizbaja y completamente atada. Pido privacidad y los demonios se marchan para dejarme a solas con la joven hembra.
¿Cuál será su edad? Tiene rostro de niña, eso me deja saber que aun es muy joven.
― ¿Cuál es tu nombre?
No hay ninguna respuesta, ella sólo me mantiene la mirada.
Estiró mi mano y le brindó una bofetada.
―No te he dado el permiso de mirarme a los ojos.
El ángel mira hacia el suelo.
―Tu nombre y edad.
Aprieto las cadenas que la mantienen presa y ella suelta ligeros gemidos de dolor, al parecer es muda... sólo puede articular sonidos demasiado simples.
Con eso me basta, mientras pueda sentir dolor y expresarlo...

La resonancia de un ángel sin habla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora