Llevábamos horas andando. Nos habíamos despertado antes de que amaneciese, habíamos hecho una pausa para comer (más bien para que y comiera) y habíamos retomado de nuevo el paso. Cansados de los silencios, habíamos decidido empezar una conversación.
-Entonces no estás casada.
-No.
-Es raro.
-Más raro es tener 228 años y no estarlo.
-En ningún momento he dicho que no este casado.- por alguna extraña razón esa idea no me gustó nada.
-¿Estás casado?
-No. Pero podría estarlo.
-Y yo también.
-Pero no lo estás.
-Ya, basta. Esta estúpida conversación no lleva a ningun lado.- dije medio enfadada, me estaba sacando de quicio, y él sonrió.
Ya era por la tarde cuando tomamos un desvío hacia un bosque con hojas de tonalidades rojas y naranja.
-Llegamos.
-¿A dónde exactamente?- pregunté, pues nos encontrábamos en mitad del bosque.
Él no contestó pero apartó con el pie algunas hojas, descubriendo así una trampilla. La abrió y bajó unos escalones, luego paró y añadió:
-Espera un momento.- asentí con la cabeza.
No tardó mucho en volver a subir por las escaleras con una lámpara de aceite y hacerme un gesto para que lo acompañara. Después de bajar unos 10 escalones nos encontrábamos en una pequeña estancia que tenía una pared con dos estanterías repletas de libros y otra pared con unos 4 baúles.
-Puedes descansar aquí yo... tengo que pensar.- dijo dirigiéndose hacia la salida.
-¿Es una broma, no?
-Mira cervatillo, como puedes observar tus heridas están mucho mejor y nuestra querida Agatha no tardará en pedir una revisión para ver cómo están y... sorpresa, no estamos en el volcán. Se pondrá como loca a buscarnos y nos matará, a los dos. Así que sí, tengo que ir a pensar cómo librarnos de esta.
-Yo puedo ayudar.
-Ya lo haces. Cuando duermes tu cuerpo está en paz y esa paz se refleja en mi alma. Básicamente me ayuda a pensar.
-¿Así que hasta ahora solo nos alejábamos de Agatha?
-Siento decepcionarte cervatillo.- esa respuesta me puso nerviosa ¿No había plan?
-Al menos quédate hasta que me duerma.
No contestó. Sacó un libro al azar de la estantería y se sentó a leerlo.
***
La trampilla cerrándose me despertó. Estaba sola, genial. Decidí intentar eliminar mi nerviosismo interesándome por los objetos de la habitación. Cogí un libro y lo abrí. Estaba en latín así que lo volví a dejar, pues no conocía ese idioma. Me di la vuelta y abrí el tercer baúl. Estaba lleno de ropa de mujer, escogí uno de los vestidos con un modelo muy parecido al que llevaba de Samina, pero con unas telas mucho más frescas. Decidí remplazarlo por el que llevaba puesto porque íbamos hacia el sud y, cada vez hacía más calor.
Después de cambiarme estaba mucho más calmada, así que me tumbé en el suelo para descansar un poco.
***
-Venga Lina, es hora de levantarse.- la voz de Oliver interrumpió mi sueño.
-5 minutos más.- dije girándome.
-No, se hace tarde.- dijo mientras buscaba algo entre los baúles.
-Porfaa- dije casi con un susurro, de verdad necesitaba esos minutos de más.
-5 minutos, ni uno más. Te espero afuera.- dijo y pude escuchar cómo subía la escalera.
Intente aprovechar esos escasos minutos pero una insoportable brisa no me lo permitió. Así que, resignada, me levanté y cogí una capa que complementaba mi nuevo vestido y salí. Oliver se encontraba a unos 50 metros de mi, pero iba andando. ¿Se iba sin mí? Enfadada, me dirigí a toda velocidad hacia él.
-Ey, tú ¿ donde crees que vas?- le dije cuando la distancia que nos separaba eran unos 3 metros.
-A tu nuevo refugio.
-¡Pues difícil está que sea mi refugio si me dejas abandonada en mitad de tu estúpido mundo!
-No te estaba abandonando, tu visión es suficientemente capaz para ver por donde estaba yendo.
-¿Y si hubiese tardado más en levantarme?
-Sabía que no lo harías.
-Me da igual lo que tú supieras.- dije y empecé a andar hacia donde él se dirigía al principio con intención de dar por terminada la conversación.
-Toma, si ahora empieza tu superviviencia sola necesitarás esto.- dijo.
Me replanteé si girarme o no pero al final me giré. Cuando lo hice supe que había sido la elección correcta. En sus manos reposaba un hermoso arco de madera con unas junto a unas flechas con unos acabados mucho mejores que los que yo usaba. Me acerqué y lo cogí, pero cuando tiré para quedármelo yo, él no lo soltó.
-¿Qué quieres?- dije cuando no lo soltó.
-Un "gracias Oliver por el regalo, eres el mejor" no estaría nada mal- dijo con una voz de burla.
-Púdrete.
-Me sirve.- dijo y lo soltó.
Empecé a andar por el camino que él se dirigía al principio pero, después de varios pasos me paré.
-¿A dónde vamos?
-Todo recto cervatillo.
Había pasado una media hora cuando me cogió del antebrazo y me desvió del camino. A los pocos pasos frenó.
-Apunta.
-¿Qué?
-Apunta con el arco al árbol.- hice lo que dijo dudosa.
-El problema es que no tensas suficiente la cuerda.- puso su mano cálida mano sobre la mía, estirando de ella hacia atrás y tensando más la cuerda.- además, apuntas demasiado hacia abajo, así la mayoría de las flechas terminaran en el suelo.- ahora, su otra mano empujo levemente el arco hacia arriba. Después de separarse de mi añadió- cuando quieras.
Solté la cuerda y la flecha salió disparada hasta penetrar en el centro del tronco que estaba apuntado. Nunca había hecho un tiro tan preciso. Lo miré con una gran sonrisa.
-Ya no me podrás robar más caballos.
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El Secreto De Las Flores
Historical FictionEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...