No te apartes de mí.

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Alemania: Ludwig Beilschmidt
Nyo!Italia: Feliciana Vargas

Feliciana sacó la canasta con la ropa recién lavada. El verano en Venecia era suave, cálido pero no fatigante. Los veranos en Venecia agradaban, no cansaban, daban ganas de vivirlos precisamente en aquel lugar.

Al estirar el vestido blanco y amarillo en el viento, enganchándolo a las cuerdas para dejarlo secar, sintió un leve frescor encantador. A la italiana le gustaba lavar la ropa, en especial aquellos días de veranos en los que se hace necesario ver como todo crece en la naturaleza. Como rebozaba en vida el aire libre.

Mucho más le agradaba lavar esa ropa si sabía que la usaría en la tarde. Porque vendría Ludwig; incluso después de que se terminó la guerra y sus países no tenían reales alianzas… no evitaban querer verse de nuevo, ya se habían acostumbrado a escuchar sus voces, a verse a los ojos y sentir sus presencias cerca.

Se extrañaban.

“Yo pensé que podía quedarme sin ti y no puedo
Es difícil mi amor, más difícil de lo que pensé”.

Ludwig arregló el nudo de la corbata negra que hacía juego con el terno. Era extraño usar traje luego de años vistiendo siempre un uniforme militar, incluso se desconocía a sí mismo cuando vio el espejo. Un leve cosquilleo sintió al costado de su abdomen; estaba nervioso, y mucho.

Cierta italiana le había invitado a la tarde para merendar y antes tomar un café o algo. Él no era hombre de citas, siempre pasaba rodeado de varones: su hermano, los amigos de su hermano, los superiores, los militares… Hasta que un día conoció a Feliciana.

“Serás aliado de Italia”. Solo se le venía a la cabeza otro hombre, representante de algún otro país. Pero era mujer. Primero que todo, estrecharon relaciones –y meramente superficiales- en los tratados, después de un tiempo actuaron más como “aliados”.

Poco a poco se fueron acercando y aprendiendo de cada uno. Cuál era el pasado de su compañero, cuáles son los sueños que les gustaría cumplir, cómo veían que iba la guerra…  Así también los dos iban conociendo sus países; las ciudades, los gustos, las tradiciones. Ludwig pasó de no saber nada de Italia a saber cosas como “su flor nacional es la margarita”. Y así también como iban conociendo el país de su aliado, quisieran o no, se fueron conociendo ambos como persona.

Ludwig no quería esto. Él ni siquiera quería tener aliado para combatir en la guerra. Y ahora resultaba que tenía una amiga.

Cuando todo tuvo un triste fin para los países del Eje, y debieron volver a sus respectivos países, Ludwig no evitó sentirse apenado. Pensaba, eso sí, que se debía a los resultados de la guerra, así que esperaba que pasara el tiempo, poco a poco tratar de olvidar los sucesos, en especial los que le llevaron a la derrota.

Pero, a medida que trataba de olvidar, solo se acordaba de Feliciana. Su risa, su voz o aquella vez que le enseñó uno de sus bailes. Entonces supo que en su interior lo que sentía no era lo que creía que era, en realidad era algo grande. Y de verdad grande.

¿Quién iba a pensar que alguien como él conocería un sentimiento así en estas circunstancias?

Aunque ahora, él simplemente se sentía feliz. Volvería a viajar a Italia, pero con un motivo mucho más noble; iría a visitar a Feliciana, porque en verdad la extrañaba.

Incluso en un rincón apartado de su mente se escondía el pensamiento de que nunca debieron separarse.

“He dejado mi puerta entreabierta y entraste tú sin avisar
No te apartes de mí, oh no”.

No te apartes de mí [GerIta] [Alemania x Nyo!Italia] [Hetalia - Nyotalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora