Capítulo 32

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Después de que Fatma Hatun llegó, Bala Hatun y Malhun Hatun prepararon todo para llevar a cabo la boda de Alaeddin y Gonga Hatun en la cueva, un lugar apartado donde las tensiones de la tribu y las miradas curiosas no pudieran interrumpir el solemne momento. La ceremonia se llevaría a cabo en un ambiente íntimo, rodeados de los más cercanos.

En ese momento, todos nos encontrábamos reunidos en silencio, observando con respeto y expectación cómo el Imren iniciaba la ceremonia.

— "Doy testimonio de que no hay nadie digno de adoración excepto Allah y doy testimonio de que Mahoma es su siervo y mensajero." —dijimos todos al unísono para iniciar la ceremonia.

El Imren, con su mirada seria y respetuosa, se volvió hacia Gonga Hatun.

"Gonga Hatun, hija de Yakup Bey, aceptas ser esposa de Shehzade Alaeddin, hijo de Osman Bey, con la dote de 500 monedas de oro?" —preguntó el Imren, su voz profunda resonando en la cueva.

"Acepto." —respondió Gonga Hatun, con una mirada firme pero llena de una emoción contenida.

El Imren no dejó de observarla con atención y repitió su pregunta al padre de Gonga Hatun.

"¿Aceptas?" —insistió, buscando la confirmación final.

"Acepto." —respondió Gonga Hatun.

Ahora, la mirada del Imren se dirigió a Alaeddin, quien se mantenía erguido, su rostro reflejando la seguridad de un príncipe dispuesto a comprometerse con su destino.

"Shehzade Alaeddin, hijo de Osman Bey, ¿aceptas ser esposo de Gonga Hatun, hija de Yakup Bey, prometiendo dar 500 monedas de oro?" —preguntó el imren, su tono solemne.

"Acepto." —respondió Alaeddin, con una leve sonrisa en su rostro, sus ojos brillando al mirar a Gonga Hatun, quien lo observaba en silencio.

El Imren repitió la pregunta para que todo estuviera claro, marcando el peso de cada palabra pronunciada en este solemne acto.

"¿Aceptas?" —volvió a preguntar, mirando a Alaeddin con una seriedad inquebrantable.

"Acepto." —dijo Alaeddin una vez más, su voz firme y llena de convicción, sin vacilar en su respuesta.

"Ustedes, testigos, ¿atestiguan?" —preguntó el Imren, dirigiéndose a todos los presentes, con la misma solemnidad.

"Lo hacemos." —respondimos todos al unísono, conscientes de la importancia de nuestro testimonio.

"¿Atestiguan?" —volvió a preguntar, buscando asegurarse de que no quedara lugar para dudas.

"Lo hacemos." —respondimos de nuevo, esta vez con un tono aún más firme.

"Que Allah acepte su testimonio." —dijo el Imren, alzando las manos en señal de bendición, mientras cerraba la ceremonia con unas últimas oraciones.

" —dijo el Imren, alzando las manos en señal de bendición, mientras cerraba la ceremonia con unas últimas oraciones

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Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora