Hoseok.
La tarde había dado paso a un atardecer suave, tiñendo la sala con una luz cálida que no hacía más que acentuar el peso de la despedida. Me encontraba junto a la puerta, con las manos hundidas en los bolsillos y la mirada fija en el suelo. Habíamos pasado un día tranquilo, casi agradable, pero ahora que era momento de irme, sentía como si todo el esfuerzo por mantener la calma se desmoronara.
Mi madre estaba frente a mí, su postura tensa, como si luchara contra el impulso de sujetarme y no dejarme ir. Su mirada estaba cargada de una tristeza tan palpable que me hizo sentir como si estuviera traicionándola al marcharme.
— ¿No puedes quedarte esta noche? —preguntó de repente, su voz apenas un susurro, pero cargada de súplica.
Levanté la mirada hacia ella y, por un momento, fui incapaz de responder. Había algo en sus ojos que me atravesó, una mezcla de miedo y desesperación que no sabía cómo manejar. Quería decirle que sí, que podía quedarme, pero sabía que no era posible. No por mí.
— Mamá... —comencé, sintiendo cómo mi voz flaqueaba—De verdad quisiera quedarme, pero ya sabes que no puedo.
Ella negó con la cabeza, sus labios temblando ligeramente mientras intentaba mantener la compostura.
— Solo una noche—insistió, como si no pudiera aceptar mi respuesta.
La culpa me golpeó con fuerza. Sabía que estaba haciendo esto por ella, para protegerla, pero en ese momento, se sentía como lo contrario.
— No puedo, mamá —repetí con suavidad, tratando de no quebrarme yo también—Ya es tarde, y tengo que volver. Si no lo hago, Jackson se enojará.
Mi madre suspiró con una tristeza que parecía hundir todo el peso del mundo en sus hombros. No insistió más, y por un instante, el silencio en la sala fue tan denso que casi podía oír el latido acelerado de mi propio corazón. Sabía que entendía, que aceptaba las circunstancias por más injustas que fueran, pero eso no hacía que el momento fuera menos desgarrador.
— Está bien, hijo —dijo finalmente, su voz apenas un susurro mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su blusa—Solo... cuídate mucho, ¿sí?
Asentí, tragándome el nudo en la garganta. Me acerqué a ella y la abracé con fuerza, sintiendo cómo sus brazos me rodeaban con una mezcla de calidez y fragilidad. Era un abrazo que contenía tanto amor como miedo, un gesto que decía más de lo que cualquiera de los dos podía poner en palabras.
— Siempre lo hago, mamá —le susurré, tratando de infundirle algo de la seguridad que ambos sabíamos que no podía garantizarle.
Cuando nos separamos, mi padre dio un paso adelante. No era un hombre de muchas palabras, pero la mirada que me dirigió lo decía todo. Orgullo, preocupación y una silenciosa promesa de estar ahí para mí a pesar de la distancia. Extendió su mano hacia mí, pero en lugar de estrechársela, lo abracé también. Sentí su respiración pesada junto a mi oído, como si estuviera luchando por contener todo lo que quería decirme.
— Nos veremos pronto, hijo —dijo con voz ronca, dándome una palmada en la espalda antes de separarse.
— Sí, pronto —respondí, aunque ambos sabíamos que "pronto" era un término relativo en mi situación.
Recogí mi abrigo del respaldo del sofá, intentando no mirar demasiado tiempo hacia la puerta porque sabía que cada paso hacia ella se sentía como un adiós. Antes de salir, me giré hacia ellos una última vez. Mi madre tenía los brazos cruzados frente a su pecho, como si tratara de contenerse de correr tras de mí, mientras mi padre mantenía su mano sobre su hombro, un ancla silenciosa para ambos.
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EL DONCEL Y LA BESTIA
FanfictionLos cuentos de hadas no existen. Solamente existe la crueldad y la asfixiante realidad. Por lo menos así, lo veía Jung Hoseok. El chico cuyo destino, fue marcado por las infidelidades y el constante maltrato de su esposo. Quería huir y perseguir...