Jennie, una modelo y abogada argen-coreana de 25 años, desempleada y con una gran lista de deseos, decide abandonar su país natal, Corea del Sur, para encontrar una nueva oportunidad en Francia y vivir allí, donde conocerá a una joven, con muchísima...
-Muchas gracias a aquellos que siguieron leyendo esta historia, ya en pocos capítulos llega a su fin así que, les agradezco por el apoyo y espero que esta historia llegue a tener más reconocimiento con su apoyo jsjs muak ⭐️🫶🏻
¡Disfruten!
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Apenas eran las 9 de la mañana y me desperté con una llamada de mi padre, luego de haberme llamado trece veces. Al atender, su voz parecía más furiosa de lo normal y un tanto preocupado.
—¿Hay alguna razón importante por la que me despiertes tan temprano?—bostecé mirando el reloj de la mesa de noche.
—Ve hacia la puerta y la encontrarás, rápido.
Sin quejarme con palabras si no con sonidos, me levanté hacia donde me había dicho. Un pequeño sobre color blanco llamó mi atención, así que lo tomé y en silencio comencé a leerlo.
—¿Acaso no sabes leer?—se quejó detrás del teléfono.
—N-no... No puede ser—llevé una mano a mi boca sin poder creer lo que leía.
—Esa bastarda nos la pagará hasta con la última gota de sudor—dijo y cortó.
Una denuncia por parte de Lalisa Manobal había llegado a mi puerta.
Me mantuve un rato releyendo indignada cada maldita oración del papel, que, por supuesto no entendí nada que no sea la palabra "denuncia" "Lalisa Manobal" y mi hermoso nombre, hasta que llegó mi padre.
—Nos denunció por abuso, amenaza, acoso y violencia, ¡¿puedes creerlo?!—preguntó alterado—. ¡Luego de haberle dado todo! Trabajo, suerte, dinero, ¡¿y así nos paga?!—golpeó la mesa, haciendo que me sobresaltara.
— ¿Y qué haremos, papi?—interrogué desanimada—. Probablemente su abogado sea Paul Thomas y ella es una de los abogados más poderosos de Francia.
—¿Crees que es más poderoso que yo?—sonrió, sentándose frente a mí—. Querida hija, tú sabes que tu padre está en la mafia, ¿cierto?
—S-sí.
—Y que ese tal Paul no lo está, ¿Crees que podría ganarnos contra todos mis contactos?
—Pero, ¿Estás seguro? Podríamos llegar a perder y perdería la custodia de mi hijo y...
—¡DIJE QUE NO!—gritó volviéndole a golpear la mesa para callarme—. No ganará ni un centavo, ¡¿me escuchaste?!
—Sí.
Sin más, cerró la puerta y no supe más de su presencia, dejándome en soledad escuchando los gritos insoportables de Alberto.
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