En las penumbras de un lugar desconocido, una mujer la cual no se le podía ver el rostro se puso a conversar de asuntos importantes con un ayudante.
Así que... ellos te acorralaron. - Dijo.
El hombre solo podía temblar, la mujer que tenía enfrente tenía una forma de hablar tranquila y todo lo que conversaba con ella le fascinaba, era inteligente y culta y aunque no podía ver su rostro, sabía que era hermosa.
No pude hacer nada, ellos fueron capaces de usar uno de esos cristales. - Le contó.
Elvira se quedó callada unos segundos y después hablo:
Gracias, Yami, encontramos a los candidatos perfectos. - Agradeció. - Solo tengo que lograr traerlos a mí. - Dijo, dejando que una risa grave y gutural saliera de ella.
...
¿A donde se supone que vamos? - Preguntó Jacobo. - A buscar a Valentine y Lucy, vamos a necesitar ayuda. - Le contestó Mireia.
Jacobo suspiró y puso sus manos en los bolsillos, Valentine y Lucy eran bastante alocados para su gusto.
¿Cómo los vamos a convencer? - Preguntó. - Lucy querrá ir enseguida y Valentine se unirá para cuidarla. - Le respondió su melliza.
En el camino siguió silencioso, Mireia sacó una cajita de su bolsillo y sacó un cigarrillo y lo encendio.
¿Quieres? - Preguntó. - N-No, yo no... Hago esas cosas. - Le contestó con algo de incomodidad Jacobo. - Sí, eso es algo bueno de ti. - Le dijo.
Jacobo emitió una pequeña risa.
¿Sí, no? - Preguntó. - Vivirás más tiempo que yo. - Dijo Mireia divertida.
Entre la charla, aún algo incomoda pero, agradable al mismo tiempo llegaron a su destino, la casa de los gemelos Roses, tan despintada y malograda como Jacobo recordaba.
Mireia toco la puerta y después de unos segundos se escucho un "¡Ya voy!" De Valentine.
Se quedaron esperando aproximadamente por un minuto, para encontrar al joven pelirrojo frente a ellos.
¡Oh, chicos! ¿ Qué hacen aquí? - Preguntó. - ¿Esta Lucy en casa? ¿,Tenemos que hablar con los dos. - Interrogó Mireia.
Valentine asintió y los dejo pasar, Jacobo se sintió automáticamente extraño, había cosas en el suelo y platos de comida a medio comer en la mesada, la alacena estaba abierta y había olor a tierra mojada en el ambiente.
¡Chicos! ¿Qué los trae aquí? - Preguntó Lucy, que se sumó a la escena.
Mireia le dio una calada a su cigarrillo, soltó el humo y hablo:
Fuimos hasta el cementerio y a medio camino nos encontramos un tipo con un arma, - Comenzó a explicar. - Nos perseguió con lo que parecía ser un cocodrilo fantasma que fue mandado por una chica misteriosa que dice cambiar el mundo y nos hace falta un equipo. - Finalizó.
Los ojos verdes como el césped de Lucy se iluminaron.
¡Por supuesto que formaremos parte! - Dijo animada. - Bueno, es obvio que necesitan al gran Valentine Roses en su equipo. - Se unió Valentine. - Sí, sí, "gran Valentine Roses" ahora vayamos a buscar a Ximena. - Animó Mireia.
Todos unieron sus manos en un choque de puños y salieron en búsqueda de su amiga.
¿No tienen miedo? - Preguntó Jacobo. - Me parece emocionante que tenebroso. - Contestó Lucy. - No importa si es emocionante o no, lo importante es detener lo que sea que este pasando. - Dijo Mireia. - ¿Y qué hay de la escuela? - Preguntó Valentine. - Tendremos que tratar de no involucrar a nadie de allí. - Contestó Jacobo.
Entre charla y discución fueron pasando los minutos y llegaron al hogar de Ximena, pasaron por detrás del restaurante y tocaron timbre. Esperaron unos minutos y nadie parecía salir, tocaron otra vez y nada, algo empezó a parecer sospechoso.
Jacobo trago saliva y un cosquilleo le recorrió la columna vertebral, sentía que algo no estaba bien, que otra vez pasaría algo horrible. Fue en ese momento en el que escucharon un grito salir desde el patio trasero.
Instantáneamente corrieron hacia allí, todos asustados y mirándose uno a otro.
Se encontraron con la imagen de Ximena siendo amarrada por lo que parecían ser una enredadera, la estaba sujetando del cuello, logrando sacarle el aire y el horror se podía ver en sus ojos.
Mireia se aproximo a cortar la enredadera con el cristal, logrando que Ximena consiguiera respirar pero, sin lograr liberarla del todo.
¡Ayuda! - Pidió Ximena en un gritó.
Jacobo se quedó congelado viendo la escena, quería hacer algo pero no sabía que debía hacer algo pero no sabía que "Quiero ayudar.". Es lo único que podía pensar.
Fue entonces que el cristal oyó su petición y empezó a brillar desde su bolsillo, Jacobo lo tomó, habiéndose olvidado que estaba allí por los nervios, comenzó a hacer sonidos como de cristales chocando uno contra otro y a crecer. De un momento a otro el pequeño cristal se transformó en una espada, Jacobo, sacando de coraje de quien sabe donde la reafirmo en su mano y corto la enredadera.
Ximena cayó al pasto y emitió un quejido, se encontraba lastimada por las espinas que la enredadera poseía.
Todos fueron hacia ella preocupados menos Mireia que se acercó a la enredadera ya muerta, levantó una hoja pero esta se desvaneció al instante, convirtiéndose en polvo.
Que extraño... - Dijo.
Todos empezaron a bombardear a Ximena con preguntas "¿Estas bien?" "¿Qué era eso?" "¿Qué pasó?" "¿Te lastimaste?".
N-No tengo idea que paso o que era eso, pero por favor, acompañante a adentro. - Pidió Ximena.
La pobre muchacha tenía todo el cuerpo con heridas, las espinas se habían clavado en sí piel como agujas y le habían hecho mucho daño, apenas podía hablar. La acompañaron a adentro y la atendieron antes de pedirle su ayuda.
...
Un hombre había estado observando a los mellizos por órdenes de la misteriosa mujer, mientras sostenía un cristal de memoria, jugaba con el y lo pasaba de una mano a otra, sus ojos eran vacíos y sin brillo y se reía de manera lenta.
Jacobo Phantom y Mireia Phantom ¿eeh? - Dijo. - Están cometiendo un grave error al involucrarse. - rió.
El hombre, de cabellos negros y ojos rosados opacos salió de entre los arbustos y se fue caminando de puntitas.
El llamado del bien o del mal podría traer consecuencias para todos.
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El pueblo de los susurros
FantasyEn un misterioso pueblo privado, un grupo de adolescentes se encuentran viviendo sus vidas con normalidad, estudiando, conversando y jugueteando. Pero de un momento a otro el pueblo deja de ser el mismo, se oyen sigilosos susurros por todas partes...