La guerra invisible de un joven Ghoul

Capítulo 21: Amor incondicional

Pocos ghouls usaban la palabra "respeto". Era una palabra complicada que difícilmente podía definirse sin ser pisoteada por otros términos. Algunos ghouls tenían amigos y familiares a quienes respetar, pero había una palabra diferente para eso: "amor". Muchos ghouls se respetaban entre sí, pero eso se definiría mejor como "camaradería". Casi todos los ghouls respetaban la fuerza, pero eso se llamaba "miedo".

Fue su comprensión de estas tres cosas lo que hizo del ghoul llamado Fuse un ghoul "respetable". Sabía cómo amar, y sabía lo que significaba ser amado. Podía estar al lado de sus compañeros ghouls como un igual, pero también sabía cómo asustarlos para que no fueran tontos. Era uno de los pocos ghouls que merecía respeto, y por eso era el jefe del distrito 14.

En general, era un buen trato, pero venía con algunos problemas. Como jefe, se esperaba que mantuviera el control sobre su territorio, una tarea que implicaba mucho más que asustar a los punks que normalmente andaban a la deriva y que eran un imán para las palomas. Las peleas entre ghouls lo suficientemente sanos como para defender sus respectivos segmentos del barrio podían volverse un caos, y los desastres atraían la atención. Por lo tanto, era en el mejor interés de todos que Fuse resolviera los desacuerdos entre los ghouls locales antes de que se desbordaran en violencia. Por lo general, eso era solo una cuestión de golpear a la parte infractora hasta sangrar, pero desafortunadamente no siempre era tan simple.

*CLANGCLANGCLANGCLANGCLANG*

Un estruendo retumbante de golpes de metal llenó el almacén con corrientes de aire, el sonido áspero no muy diferente al de un bote de basura arrojado por una carretera empinada. Fuse se volvió hacia la fuente, una de las puertas de carga cerradas para camiones, justo cuando se sacudió de nuevo con ruido.

*CLANGCLANGCLANG* *CLANG*

"¡Fuuusseee!", exclamó una voz de mujer ligeramente estridente desde afuera del lugar de trabajo de Fuse. Era una que había llegado a conocer bastante bien recientemente. "¡Sé que estás ahí!"

"¿Yonaka-chan?", preguntó Fuse en voz alta, a pesar de las obvias señales de que era ella la que estaba afuera. No tenía mucho talento para la sutileza.

Fuse sintió que varios de sus compañeros de trabajo lo miraban, cada uno levantando la vista de sus respectivas tareas en el almacén. "Maldita mujer..." Maldijo, sabiendo que Yonaka era propensa a empezar a hablar de más en cualquier momento.

"¡Sal de aquí, maldita cabeza de músculo! ¡Me mentiste!", gritó Yonaka a través de la puerta.

"Oop. ¡Parece que los problemas femeninos atacan de nuevo!", comentó uno de los compañeros de trabajo humanos de Fuse, Niijima. "¡No vale la pena, nena! ¡Déjalo antes de que te enrede con la gente equivocada! ¡Encontrará a otra chica en una semana!"

"Cállate, bastardo. Te lo he dicho un millón de veces, no estoy en la mafia". Fuse resopló, dejando su portapapeles sobre una paleta de carga envuelta en plástico. "Será un minuto".

Fuse comenzó a caminar hacia la puerta trasera del almacén, pero Niijima siguió hablando de todos modos.

"Eso es un montón de mierda, amigo. Vienes a trabajar con un ojo morado o los nudillos vendados al menos dos veces al mes". Niijima se burló, poniendo los ojos en blanco con tanta fuerza que se le hizo un nudo. "Quiero decir, realmente no me importa una mierda lo que te pasa, pero no soporto a los mentirosos. Tienes mucha suerte de que los estándares de Nobuo-san sean incluso más bajos que los míos".

"¡BASTARRIDO!" Fuse maldijo de nuevo, golpeando una gran caja de papel higiénico con el costado de su puño. "¡NO ESTOY EN LA MALDITA YAKUZA!"

"Claro, lo que sea, hombre. Las cosas son difíciles a veces y haces lo que tienes que hacer. Buena suerte con lo que sea que tengas entre manos". Niijima concedió, el resto del personal del almacén también comenzó a perder el interés. "Y buena suerte con tu aventura también".