Si te pierdo... te pierdo y ya.

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Días después del funeral, fui a su lápida, y extrañamente sentí como si estuviera él ahí, frente a mi. Comencé a gritarle al aire lo que pensaba de él:

-Eres tan egoísta, y testarudo- ya no podía contener las lágrimas-, engreído, perdiste el carácter y la fuerza. Nos abandonaste a tus padres y a mi, pero más a ellos en este momento y más a mí cuando me terminaste. Eres un imbécil.

Enterré las manos en la tierra casi seca, las lágrimas contribuyeron al crecer del pasto, pero eso no lo regresaría a mi, aunque a decir verdad ya no me pertenecia-ni nunca lo hizo-.

-Te entregaste a esa enfermedad sin luchar a pesar de que tenías la posibilidad de vivir más tiempo que esto. Pero para ti no fue suficiente, era vivir completamente o mejor no vivir. Agg te detesto tanto. Tuviste razón, te seguía amando, me lo dijiste muchas veces pero no quería que tuvieras razón, quería continuar mi vida, olvidarme de ti. Contrajiste esa enfermedad; para mí no fue nada sencillo alejarme de ti, me necesitabas, yo te necesitaba, y me quedé contigo en esos días de hospital, en esos días de comprar la medicina, en esos días de los que estabas tan triste que no podías ni pensar, yo estuve contigo, tenías que estar conmigo el día de hoy... tendría que estar bien y no imaginándote bajo la tierra comiéndote las lombrices. Tú tenías que estar aquí, pero ya no lo estás. ¿Por qué me sigo repitiendo lo obvio? Tengo que aceptarlo ¡ya no estás aquí! Tú jamás estuviste aquí.

Respiré para tratar de tranquilizarme, pero sólo me llene de más odio, tristeza y melancolía.

-Ganaste VIH-gritando al cielo-, lo convenciste de morir contigo y por eso ¡se suicido en ese auto!
-¿Que dijiste Melany?-dijo mi ex suegra-.
-Nada.
-¿Mi hijo tenía VIH?

No quise que Margarita se enterara, pero no se lo pude ocultar cuando ya me había escuchado gritar. Hablamos por horas en un café, le conté todo lo que ocultamos los dos-bueno, excepto que estuvo con cinco en un mismo auto, eso ni lo debía saber yo-. Su mamá se veía molesta, decepcionada de él, de mi y de ella. Las mamás tienen la creencia de ser las culpables de nuestras decisiones. Y mientras le relataba a su madre, me di cuenta, que si hubiera sido al revés, yo la del VIH, habría tomado tu decisión; sin importarme el resto, porque aunque ellos te amen, no es suficiente. Es vivir todo o no vivir. No digo ni creo que esta mentalidad este bien, talvés sea el cansancio lo que nos hace pensar eso, pero es la decisión a la que llegamos él y yo.

Lo perdí, y lo estoy aceptando.
Pero eso no quita que lo siga amando, aunque ya no esté aquí.
Y Margarita está haciendo exactamente lo mismo.

Si Te PierdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora