Capítulo 36

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Con un suspiro profundo, decidí que lo mejor sería retirarme a mi tienda. La conversación que los hombres tenían por delante no me concernía directamente, y aunque mi mente seguía revuelta con las imágenes de lo que había ocurrido, sentí que el descanso era lo que más necesitaba en ese momento. Quizás, al alejarme un poco de todo, encontraría la claridad que buscaba.

Me despedí de Bala Hatun y Malhun Hatun con un leve asentimiento de cabeza, agradecida por su apoyo y por las palabras de consuelo que aún resonaban en mi mente. Sin más, me volví hacia la tienda, mis pasos ligeros, aunque el peso de mis pensamientos seguía siendo el mismo. La noche comenzaba a caer, envolviendo todo con una paz extraña que solo el manto oscuro del cielo podía ofrecer.

Al llegar a mi tienda, la calidez que emanaba de su interior me acogió, y al instante, me dejé caer sobre las alfombrillas que cubrían el suelo, dejando que la suavidad me envolviera. Cerré los ojos por un momento, permitiendo que el silencio me rodeara, ese silencio que me parecía tan lejano entre la multitud y las conversaciones que llenaban el aire.

Respiré profundamente, una y otra vez, intentando calmar la tormenta que seguía rugiendo en mi mente. Pensaba en Orhan, en su expresión, en lo que podía estar sintiendo. Había tanto en juego para él, para todos nosotros. Y sin embargo, había algo dentro de mí que no lograba entender completamente. La lucha por el linaje, el peso del legado, parecía ser una carga cada vez más difícil de llevar para todos los involucrados.

Me sentía agotada, pero sabía que el descanso no llegaría tan fácilmente. Mis pensamientos seguían revoloteando en mi mente, implacables. Decidí cambiarme de ropa, esperando que esa acción tan simple pudiera traerme algo de calma. Me levanté con lentitud, tomé una túnica limpia y me quité la ropa, dejándola cuidadosamente sobre un banco cercano. Mientras me cambiaba, el sonido de los suaves vientos exteriores y los murmullos a lo lejos me envolvían, creando una sensación de desconexión con el mundo exterior.

Fue entonces cuando la entrada de la tienda se movió ligeramente. Al principio pensé que era el viento, pero luego escuché unos pasos firmes y conocidos. Me giré rápidamente, y allí estaba Orhan. Su presencia, en ese instante, me pareció más imponente que nunca. Había algo en su postura, algo en su mirada, que delataba su agotamiento. Estaba tenso, como si la carga que llevaba fuera demasiado pesada.

—Orhan... —susurré, sin poder evitarlo. Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, ambos permanecimos en silencio, como si todo lo que nos rodeaba dejara de existir.

Noté que su mirada se suavizaba, pero la inquietud seguía ahí. Sin decir nada más, me acerqué a él. Mi corazón latía con fuerza, pero mi mente parecía clara, como si supiera lo que debía hacer.

—Deja que te ayude. —Fue todo lo que dije, mi voz firme y tranquila. Sin esperar respuesta, comencé a acercarme con la intención de quitarle la capa. Él no hizo ningún movimiento para detenerme, y sus ojos, aunque serios, parecían un poco más aliviados al verme actuar con determinación.

Con cuidado, comencé a deshacer los nudos de su ropa, ayudándole a quitarse la capa y la túnica que había llevado durante el día. Mientras lo hacía, noté la tensión en su cuerpo. Era como si, al quitarle las capas, pudiera despojarlo de algo más, de ese peso invisible que cargaba, de todo lo que no decía.

El aire dentro de la tienda era cálido, pero su cuerpo estaba rígido, como si un mar de emociones lo tuviera atrapado. Mis dedos se movían con delicadeza, conscientes de la vulnerabilidad que ahora compartíamos en silencio. A medida que le ayudaba a quitarse la ropa, sentí una extraña conexión entre nosotros. Quizá porque, en ese momento, no éramos más que dos almas buscando descanso, cada una con su propio dolor, con sus propias cargas.

Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora