II. Frank y el loco

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Dos años más tarde, Claudia falleció.
La noche de 2001 fue encontrada en su casa con cuatro cuchillos clavados. Uno en el estómago, otros dos en las manos y uno más en la cabeza. Esa noche Frank se había ido a su casa porque su madre necesitaba que lo acompañara para estar al pendiente de ella. Era una mujer de treinta años de edad y, a esa edad todos necesitamos de alguien, y no podía negarse. Mientras que al otro lado de la ciudad su novia había sido golpeada, mutilada y asesinada.
En el funeral, Frank no paraba de llorar y echarse la culpa. Ese día fue el único día que se acordó que yo existía y que era su mejor amigo, porque todos necesitamos un amigo solo cuando nos sentimos mal. Y eso era lo que pasaba conmigo y con Frank.
—Si tan solo hubiera estado allí —sollozaba Frank—. Si tan solo...
—Frank, con eso no vas a remediar nada —le dije. Pero no parecía escucharme, no parecía darse cuenta de la realidad que lo abrumaba.
Sin duda la quería, incluso habían tenido planes de casarse, no por parte de él, pero sí de ella. Siempre fueron tan juntos y unidos que Frank había olvidado durante tres años quien había sido Alejandro Bravo, y que lo había querido mucho —incluso más que a Claudia—.
Nunca se supo quien había sido el que había asesinado a Claudia, porque estaba más que claro que había sido alguien y no algo. Frank suponía que había sido un loco, y había tenido esa idea durante mucho tiempo. Luego creyó que había sido un error, que algún bando malo se había equivocado de chica y habían matado a la correcta. O que quizás ella misma se lo había echo, pero, ¿cómo era eso posible? Tenía los cuchillos clavados en las dos manos, era imposible, era ilógico.
Pobre de mi amigo Frank, sufrió mucho desde esa vez.
—Tú eres lo único que me queda, Guille —me había dicho Frank.
Yo y Alex, pensé, yo y Alex. Nosotros dos. Pero no me atreví a decírselo.
—Seguro que sí, aquí me tienes, amigo.
—No sé como sentirme.
—No tienes por qué saber como te sientes.
Frank no entendió, pero de todos modos me sonrió y me alegré por eso.
No era fácil perder a alguien, y menos si era tú pareja. Definitivamente no era fácil.
Todos estuvimos siempre al pendiente de Frank. Rubén, Samuel, Mangel y yo, lo apoyamos y le dijimos que ella estaría con él (luego, me arrepentí de decir eso) y que jamás lo olvidará.
Me quedé a dormir con él durante un muy buen tiempo mientras salía de su depresión, y siempre me decía que tarde o temprano buscaría quien fue el asesino.
Aunque no muy después, se supo quien había sido el culpable del asesinato.
Miguel Arias de 17 años, padecía de esquizofrenia. Él vio a Claudia cuando ella compraba en el supermercado y desde entonces supo que tenía que matarla, así, sin ningún motivo alguno. Fue centenciado a veinte años de prisión sin cuota. Aunque solo estuvo dos años ahí, se escapó sin dejar rastro de adonde fue.
Está loco, pensaba Frank, está totalmente loco.
Cuando me pidió que lo acompañara a ver al tío que había asesinado a su novia, accedí con desconfianza, sabía que no era buena idea.
—¿Por qué lo hciste? —le dijo Frank frío.
—¿Por qué lo preguntas tú? —dijo el tipo—. ¿Acaso no querías a alguien más? —El Loco miró a Frank con ojos intimidantes y se estremeció al verlo.
—Frank... —le dije—. Vámonos.
—Espera, Guille...
—Hazle caso a tuw amigo, no deberías hablar conmigo.
—Por favor —supliqué.
Frank se levantó de su asiento y rápidamente nos fuimos de ahí. En el camino nadie dijo nada, y nadie dijo nada cuando se enteraron que el asesino había escapado como por arte de magia.
Pero siempre fue así con el pobre de Frank, pobrecillo.
Rubén lo visitaba muy a menudo, muy muy a menudo y Samuel lo hacia casi de la misma manera que yo.
Pero eso no remplazaba el que Claudia no estuviera.
Aunque realmente ella no se tenia merecido que Frank lo amara, realmente no lo tenía merecido. No lo tenía merecido por las cosas que le había hecho, y las cosas que le haría después.
La tristeza, era una de las cosas que había hecho que Frank cambiara radicalmente.
—Está claro que no seré el mismo. No lo seré.
—Nadie vuelve a ser lo mismo desde que pasa algo así. Las personas cambian constantemente.
Y era cierto. Uno no puede pasarse la vida diciendo que la vida es lógica, prosaica y cuerda.
Pero Frank no veía más allá de eso, no veía más allá de Claudia.
—Tío, tienes que salir de esto —le dije.
—No sé, no tengo ganas de nada.
—Podemos ir mañana a la playa, ¿qué tal?
Frank frunció el ceño y luego cerró los ojos.
—La playa —musitó.
—Sí, sí.
Por un momento pensé que Frank se imagiana la playa, hacia mucho que él no iba a ahí, y estoy seguro que le encantaría.
—Por favor, ven conmigo —supliqué.
—Está bien, me haz convencido.
Le dediqué mi mejor sonrisa y el lo hizo levemente. No estaba del todo convencido, eso lo sabía, pero por otro lado sabía que le haría bien.
Éramos los mejores amigos. Pero ni yo, ni Frank, y estoy casi seguro que ni Dios se hubiera imaginado que en la playa estaría ese chico.
Y se preguntarán, ¿cual chico? Pues, amigos míos, estamos por verlo...

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Ya se viene la verdadera acción 7u7
Un beso, chaoo ;)

La historia de Frank  «Staxxby»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora