Capítulo XVII

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Las pastillas funcionaron mejor de lo que esperaba, tomé mi celular y vi la hora, ¡había dormido tres horas! Baje las escaleras, y vi que mi familia había llegado.

-Buenas tardes amor- dijo mi madre con una sonrisa en la cara.

-Buenas tardes- contesté.

-¿Dormiste bien?- preguntó.

-¿Qué si durmió bien?- preguntó mi padre –entre a su habitación, y estaba roncando como un oso.

-¡Claro qué no!- proteste –yo no ronco.

Fui a la cocina por un vaso de agua y regrese a mi habitación. Cuando entré encendí la televisión, cambie los canales, hasta que finalmente la deje en una caricatura, realmente sólo la quería para tener ruido de fondo, me fije en el espejo mi pelo, estaba hecho en desastre, deshice la trenza, que estaba, más que horrible, una vez suelto, comencé a cepillar mi pelo.

No tardo mucho, para que la comida estuviese lista. Todo eso paso sin percance alguno, mis padres hablando de lo que faltaba y de lo que no, también mi hermana hablaba, sobre alguna caricatura, realmente no creo que nadie, en la mesa le estuviera haciendo caso alguno, aunque actuábamos como que así era, no queríamos herir sus sentimientos. Cuando terminamos de comer, yo regresé a mi habitación, vi mi celular, tenía un mensaje de texto, y un whatsapp, ambos de Valeria, aun no tenía ganas de contestar ningún mensaje de ella, todavía me sentía dolida de cierta forma.

Me levanté de la cama y fui a mi closet, comencé a buscar una caja, aunque no era sólo eso, ahí estaban mis tesoros, mis recuerdos y todo lo que significa un montón para mi, por supuesto, cuando la buscaba estaba escondida entre un montón de cosas, para que mi mamá, no creyera que es una simple caja de zapatos y la tirara a la basura.

Me senté en la cama y abrí la caja, adentro había fotografías, recortes, objetos personales, etc. Tome una fotografía, la más significativa de los tres, cada uno tenía una copia idéntica, era la primer foto que nos habíamos tomado como amigos, teníamos siete años, cuando nos conocimos, desde entonces somos inseparables.

Era un día de abril, el calor de la primavera se sentía muy bien, yo me había quitado el suéter debido a lo mismo, las mariposas volaban a mí alrededor, yo estaba ahí sentada en el columpio de siempre.

-Hola- dijo el chico con lentes, y con algo de sobrepeso – ¿Me puedo sentar aquí?- preguntó él, refiriéndose, al columpio que estaba al lado del mío.

-Claro- contesté. Para una niña solitaria como yo, resultaba grato tener algo de compañía alguna vez.

-¿Cómo te llamas?- pregunto, el chico de lentes, que ahora se encontraba sentado en el columpio de al lado, éste se mecía suavemente.

-Lola- contesté -¿y tú?

-Demian- contesto el chico con lentes. -¿Y por qué no te juntas con nadie?

-No sé- conteste yo mirando al suelo –Tal vez, no les caigo bien.

-A mi me caes bien- contestó Demian -¿Quieres ser mi amiga?

-Bueno- conteste.

Y con eso comenzó, un receso lleno de pláticas, acerca de cosas que ahora me parecen sin sentido alguno.

Demian y yo nos volvimos inseparables, no había receso que no estuviéramos juntos, sólo éramos él y yo, hasta que poco más de un mes llego Valeria, ese día era como cualquier otro, estábamos los dos platicando en una mesa cerca de una resbaladilla, todo parecía en orden hasta que una niña con un vestido azul y cola de caballo, con una lonchera rosa en la mano, se nos acerco, ella era la niña nueva, había llegado ese mismo día, se había presentado en la mañana, pero a decir verdad yo no podía recordar su nombre.

-Hola- saludo la sonriente niña.

-Hola- contestamos ambos en coro.

-¿Me puedo sentar con ustedes?- preguntó la niña de cola de caballo.

Demian y yo nos quedamos mirando, era la primera vez que alguien quería sentarse con nosotros, sin embargo, quien rompió el silencio fue Demian:

-Claro- contesto Demian con algo de timidez.

La niña, se sentó en al lado de mí y empezó a comer.

-¿Y cómo se llaman?- preguntó la niña que aún tenía algo de comida en la boca.

-Demian- contesto éste.

-Lola- conteste yo -¿Y tú?- pregunté en seguida.

-Valeria, pero todos me dicen Vale.

Y así fue, como los tres nos volvimos inseparables a partir de ese día, los recesos siempre estábamos juntos, los proyectos y las tareas, las fiestas y todo, siempre juntos. Y así había sido alrededor de siete años, nunca nos habíamos separado, claro hemos tenido peleas, pero nunca nada que no hayamos podido solucionar.

Las lágrimas inundaban mis ojos, mientras miraba las fotos de los tres alrededor de estos años. Sonó mi celular, limpiaba mis lágrimas y me apresure a contestar. Era Demian.

-Hola- dije yo, aclarando mi voz.

-Hola- contestó Demian -¿Estás bien?, suenas un poco extraña.

-Ah sí- conteste yo –debe ser porque estoy enferma.

-Ah sí debe ser eso- dijo Demian –como sea, ¿quieres salir? Muero de aburrimiento en casa.

-Claro, de hecho aún necesito tu ayuda para estudiar.

-Por supuesto, nos vemos en... ¿media hora?

-Muy bien, ¿en Esquina del cielo?

-Ok, nos vemos allá Lola.

Dicho esto colgó, tome mi teléfono, me puse una sudadera, ya que el día daba la impresión de que llovería en cualquier momento, deje mi pelo igual suelto, me llegaba a la mitad de la espalda, le pedí dinero a mi papá y salí de la casa, directo a encontrarme con Demian.

En una esquina del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora