Marcas

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Narras tú

Pasaron unas semanas desde que Sherlock comenzó a investigar el caso de mi padre y Rupert se mostraba algo extraño conmigo.

Respecto a lo mío con Sherlock, todo era como siempre había sido desde que llegó.
Nos mirábamos de vez en cuando mientras ambos notábamos aquel hermoso cosquilleo en nuestros estómagos y apartábamos la vista cuando los demás nos miraban.
Era una tortura estar a su lado y no poder besarle como me gustaría hacerlo.

Aquella mañana, tuve que ir a trabajar con Rupert porque ya no me dejaba estar cerca de Sherlock, ya que sospechab que había algo entre nosotros aunque no era así.
Era un día muy ajetreado y tuve que hacer un montón de papeleo pero sobre la hora de comer, Sherlock me llamó.
-¿Diga?- dije respondiendo el móvil sin que Rupert me escuchase.
-Hola pequeñaja- dijo Sherlock -tengo que contarte algo muy importante ¿Podríamos vernos?-
-Claro- dije para luego aclararme la voz -¿A qué hora y dónde?-
-Me gustaría comer contigo en media hora si es posible- dijo él -te mandaré la dirección por mensaje-
-De acuerdo- dije con una leve sonrisa -nos vemos luego-

Colgué la llamada y al girarme vi que Rupert estaba detrás mío con cara de molestia.
-¿Quién era?- dijo él -¿El detective de la gorrita?-
-Si- dije -quiere hablar conmigo-
-Ya...- dijo serio -¿Sabes que no te creo verdad?-
-No te estoy mintiendo Rupert- dije suspirando -te he dicho muchas veces que entre Sherlock y yo no hay nada-
-Y yo me lo creo- dijo con sarcasmo -es evidente que los dos tenéis algo entre vosotros-
-No es cierto- dije agarrando mis cosas -nos veremos después-

Salí del trabajo y miré la dirección que Sherlock me había mandado en su mensaje.
Era un precioso día soleado por lo que decidí disfrutar de él yendo a pie.
Cuando llegué al restaurante, Sherlock estaba fumando en la puerta con su inseparable abrigo de color negro.
Al verme sonrió y me dio un suave abrazo.
-¿Qué tal estas?- preguntó sonriente.
-Bien- dije devolviendole la sonrisa -¿Entramos?-
-Si- dijo tirando el filtro de su cigarrillo -espero que no te importe pero he pedido mesa en la azotea-
-Sabes que no me importa- dije riendo.

Un camarero nos llevó a la azotea del restaurante desde la cual se podía ver un deslumbrante París.
Sherlock retiró mi silla y me senté con cuidado.
-¿De que querías hablarme?- dije colocando la servilleta en mi regazo para no mancharme.
-Es sobre el caso- dijo mientras nos servían -tienes que alejarte de tu prometido-
-¿Por qué?- dije.
-Porque estoy completamente seguro- dijo tomando mi mano -que es el causante de todo esto-
-No entiendo Sherlock- dije.
-Él mató a su empleado- dijo serio -y le cortó los frenos a tu padre-
-¿Por qué haría eso?- dije con los ojos vidriosos.
-Porque tú heredarás las empresas de tu padre- dijo él seriamente -a él le interesa el dinero y tengo miedo de que te intente hacer daño-
-Ya lo ha hecho- dije mirando al suelo.
-¿Cómo?- dijo molesto y sorprendido.

Me desabroché los puños de la camisa que llevaba puesta y le mostré unas marcas en mis muñecas mientras contenía las lágrimas.
-No son las únicas que tengo- dije evitando romper en llanto.
-¿Desde cuándo te estás golpeando?- dijo examinando mis muñecas.
-Hace dos meses- dije -cada vez que nos veía hablar él...-
-Tranquila- dijo volviendo a abrocharme los puños - no volverá a ponerte una mano encima-
-No es el mismo desde que llegaste- dije -¿Por qué tuviste que volver?-
-Por trabajo- dijo él -te lo dije-
-No me refiero a eso Sherlock- dije -me refiero a... ¿Por qué tuviste que volver a hacer que me enamore de ti?-
-Nunca he tenido que hacerlo- dijo acariciando mi mejilla -siempre lo has estado pero te negabas ha admitirlo-

Solté un suspiro y le miré a los ojos quedándome completamente perdida en ellos.
Apenas recordaba lo hermosos que eran y volver a mirarlos detenidamente hacía que me quedase hipnotizada como solía pasarme anteriormente.
Estábamos muy cerca, tanto que notaba su respiración sobre mis labios.
Sin pensarmelo dos veces, le besé con suavidad disfrutando de los pocos segundos que duró.
-Debo volver a casa- dije levantándome.
-Ten cuidado- dijo él -no quiero que ese imbécil te haga daño-
-Tranquilo- dije besando su mejilla -no pasará nada-

Al llegar a casa, Rupert estaba en su despacho.
Yo me fui a mi dormitorio y me puse a leer un libro de mi enorme estantería.
No podía dejar de pensar en aquel beso con Sherlock y en lo que me había dicho.
Seguía enamorada de él y Rupert tan solo era como un pasatiempo para intentar sustituirle.

Unos toques en mi puerta hicieron que mi mente abandonase aquellos pensamientos.
-Señorita- dijo una de las criadas -el señor la espera abajo-
-Gracias Amanda- dije -enseguida estaré abajo-
-También ha venido su hermana- dijo ella -con su novio-
-Perfecto- dije -dadme unos minutos-

Cuando abandonó la sala, me quité la blusa y contemplé las marcas de los latigazos que Rupert me había dado hacía un par de semanas.
Todavía no se habían curado del todo, por lo que les apliqué la pomada que mi médico me había recetado.
Luego me vestí y bajé a cenar con los demás.
-Hola cielo- dijo mi hermana abrazándome -estás demasiado delgada ¿No?-
-Ya...- dije -no sé... llevo unas semanas bajando de peso sin motivo-
-¿Estás comiendo correctamente?- dijo Mycroft.
-Si- mentí -no sé que me pasa-
-¿Has ido al médico cielo?- dijo Rupert.
-Si- dije sin notar que mi voz se puso temblorosa al responder -pero tampoco saben lo que pasa-
-Seguro que se pasará- dijo Rupert retirándome la silla para que me sentase con mi hermana.

Los nervios se apoderaban lentamente de mi cuerpo, ya que Rupert me había prohibido terminantemente visitar al médico.
LA cena surgió de una forma muy tranquila, aunque yo sabía perfectamente que Mycroft y Grace habían descubierto lo que estaba pasando realmente en aquella casa.

El caso 666: El hogar del Diablo (Sherlock Holmes y Tú) [Demonlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora