Capítulo 16. Un destello de luz en la oscuridad

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Cualquier médico podía recordar a su primer día de internado como uno de los momentos más intensos, confusos, agotadores e incluso aterradores de su vida. Sin embargo, Addison podía asegurar que su primer día había sido, en simples palabras, uno de los mejores –y al mismo tiempo peores– días de su vida. Y uno que jamás olvidaría.

En aquel entonces, el Dr. Richard Webber, jefe del departamento de cirugía general, los había recibido con un discurso inspirador mientras recorrían los pasillos del Hospital Presbiteriano de Nueva York. Su voz firme y segura buscaba infundirles confianza, aunque las palabras se diluían rápidamente ante la ansiedad que impregnaba a los nuevos internos.

Cuando llegó el momento de asignar las rotaciones semanales, Addison y Derek habían sido colocados bajo la supervisión de la Dra. Vivian Carlsmith, jefa del departamento de obstetricia y ginecología. Un giro inesperado que había despertado murmullos y risitas entre los demás internos. En el vestuario, donde se preparaban para su primera ronda, Mark no había podido resistir la oportunidad de soltar su comentario sarcástico al ver a Derek con el uniforme rosa característico del área de maternidad.

—El rosa te queda... atrevido. Diría que resalta tu trasero —Mark se había burlado, cruzado de brazos mientras apoyaba un hombro contra su casillero.

Derek había soltado un suspiro exasperado antes de cerrar su taquilla de un golpe seco. —Gracias por el comentario, Mark.

—No puedo discutir con él, amor —había intervenido Addison, mientras recogía su cabello en un moño alto con una sonrisa traviesa en los labios—, te ves... sexy —sus ojos habían brillado con un toque de picardía que había provocado en Derek un ligero rubor, aunque el se había esforzado en disimularlo.

Desde que se habían comprometido, ella no había perdido la oportunidad de coquetearle a la menor provocación, y Derek tampoco se había resistido demasiado a corresponderle. Él se había acercado a su prometida con una fingida indignación, pero su sonrisa lo había delatado.

—Tú eres sexy —había replicado en un tono bajo y cargado de afecto, inclinándose para dejarle un beso suave en la mejilla.

Pero Addison no se había conformado con eso. Sin importarle que sus compañeros estuvieran allí, lo había tomado por el rostro con sus manos y lo había besado intensamente, como si ese beso pudiera calmar los nervios que la devoraban por dentro ante el nuevo reto que se avecinaba.

Derek la había rodeado con sus brazos sin dudarlo, levantándola del suelo con facilidad mientras una risa nerviosa se le escapaba.

—¿Lista para conquistar el mundo, Dra. Montgomery? —había preguntado con una mezcla de entusiasmo y temor que ella había encontrado adorable.

—Claro, siempre que no me suelte, Dr. Shepherd —había respondido ella entre risas, rodeándolo con sus piernas con total naturalidad.

Derek había reído con ella y, sin pensarlo demasiado, la había besado otra vez, con la misma euforia que habían compartido desde que él le había pedido matrimonio al finalizar la escuela de medicina. En los últimos meses, ambos habían estado más melosos e intensos que nunca, como si no pudieran saciarse el uno del otro. Y ese día no había sido la excepción.

—Era rotar por obstetricia, no mandar a Addison al obstetra —había interrumpido Mark desde el fondo del vestuario.

Derek había rodado los ojos. —Oh, cállate —le había dicho antes de bajar a Addison con suavidad, aunque sin apartarse demasiado.

—Ese tipo de muestras de afecto están prohibidas durante la jornada laboral. Consíganse una sala de guardia.

Addison había exhalado una risa breve mientras acomodaba nuevamente su moño. —Puede que esto te sorprenda, Mark, pero existen otros espacios en este hospital además de las salas de guardia.

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