-No pienso irme a la cama-dijo John para gran asombro de su esposa. Los Niños nunca están dispuestos a irse a la cama, pero los adultos como John se mueren por reunirse con sus almohadas y sus edredones nada más terminar de cenar-.¡No pienso irme a la cama!-repitió John con tal ímpetu que su mujer comprendió que estaba muy, muy asustado.
-Has vuelto a soñar otra vez, ¿verdad?-le preguntó con ternura-.Qué sufrimiento.
John se frotó los ojos con los puños cerrados.
-Ya te lo he dicho.¡Yo nunca sueño! ¿Qué tiene que hacer un hombre para conseguir que su propia familia le crea?
Su mujer le acarició la cabeza y fue a abrir la cama. Allí, en el lado en el que solía dormir John, vio que algo abultaba debajo de la colcha. No era una bolsa de agua caliente, ni un oso de peluche, ni un libro. La mujer de John retiró las sábanas. Era un sable.
Dejando escapar un suspiro lo colgó del gancho que había detrás de la puerta del dormitorio, junto al carcaj con sus flechas y a la bata de John. Tanto ella como a su marido les gustaba fingir que no ocurria nada (porque eso es lo que hacen los adultos cuando tienen problemas), pero secretamente ambos lo sabían:John estaba soñando otra vez con el País de Nunca Jamás. Después de cada sueño, a la mañana siguiente aparecía un objeto en su cama, como los huesos que quedan en el plato después de haber comido ciruelas. Un día era una espada;otro, una vela, un arco, un frasco con jarabe, un sombrero de copa...La noche en que John soñó con sirenas, al día siguiente un olor impregnó las escaleras durante todo el día. El armario estaba lleno a rebosar de los restos de los sueños:un reloj despertador, un sombrero de pirata, un tocado de plumas de un indio piel roja. Un parche para el ojo. (Las peores noches eran aquellas en que John soñaba con Garfio).
La mujer de John ahuecó las,almohadas con una enérgica palmada, y entonces resonó un disparo en toda la casa, que despertó a los vecinos y aterrorizó al perro. La bala recorrió la habitación, rebotó sobre una lámpara e hizo añicos un jarrón. Con cuidado, la mujer de John sacó la pistola de debajo de la almohada sujetándola con dos dedos y la tiró a la basura, como un arenque que no estuviera muy fresco.
-¡Son tan reales!-gimió su marido desde el umbral-.¡Estos horribles sueños son tan REALES!
En varios puntos de la ciudad de Londres e incluso en lugares tan lejanos como Fotheringdene y Grimswater, los niños adultos estaban soñando el mismo tipo de sueños. No se trataba de niños adultos estaban soñando el mismo tipo de sueños.No se trataba de niños pequeños y tontorrones, sino de adultos: hombres alegres e imperturbables que trabajaban en bancos, conducían trenes, cultivaban fresas, escribían obras de teatro o representaban a los ciudadanos en el Parlamento. En sus acogedores hogares, rodeados de su familia y de sus amigos, pensaban que estaban a gusto y a salvo...hasta que empezaron los sueños. A partir de ese momento cada noche soñaban con el País de Nunca Jamás y cuando despertaban, descubrían objetos en sus camas, dagas o rollos de cuerda, un montón de hojas o un garfio.
¿Y que tenían en común todos ellos? Una única cosa. Todos ellos, de niños, habían estado en el País de Nunca Jamás.
-¡Los he reunido a todos, caballeros, porque hay que hacer algo!-dijo el juez Tootles, retorciéndose las puntas de su gran bigote-.¡Esto está muy mal! ¡Ha ido demasiado lejos y ha durado demasiado! ¡No puede ser! ¡Ya es suficiente! ¡Tenemos que actuar!
Estaban tomando una sopa marrón en la biblioteca del Club de Caballeros, en la esquina con Piccadilly, una sala marrón con retratos marrones de caballeros vestidos con trajes marrones. El humo de la chimenea flotaba en el aire como una niebla también marrón. La mesa del comedor estaba cubierta por una colección de armas de todo tipo, una suela de zapato, una gorra, y un par de huevos de un ave enorme.
ESTÁS LEYENDO
Peter Pan De Rojo Escarlata
FantasyEl País de Nunca Jamás llama de nuevo... Algo extraño está sucediendo en el País de Nunca Jamás. Los sueños están saliendo de allí. Son sueños de piratas y sirenas, de pinturas de guerra y cocodrilos, que se hacen realidad. Para Wendy y los niños pe...