capitulo: 25

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Cuando terminó la cena, Luda me guió de vuelta a la habitación. Aunque sabía que compartiría espacio con Thomas, la idea de estar encerrada con él siempre hacía que mi pecho se apretara. No sabía qué esperar de él, y eso era lo que más me aterraba.

Cuando llegamos, Luda se aseguró de que todo estuviera en orden antes de retirarse. Apenas cerró la puerta, el ambiente se volvió pesado. Thomas ya estaba allí, de pie junto a la cama, su presencia imponente llenando el espacio.

No me miraba directamente, pero podía sentir su atención puesta en mí. Me moví hacia el lado opuesto de la cama, tratando de mantener algo de distancia. La habitación, aunque pequeña y claustrofóbica, se sentía aún más asfixiante con su silencio.

Me senté en el borde del colchón, evitando mirarlo. No sabía si debía hablarle o simplemente ignorarlo, pero algo en la forma en que se movía, lenta y deliberada, me hacía pensar que esperaba algo de mí.

Finalmente, él se acercó al rincón donde guardaba algunas de sus cosas. Sacó una manta vieja y desgastada, colocándola sobre el suelo. Al principio, pensé que dormiría allí, pero en lugar de acostarse, se sentó contra la pared, sus ojos oscuros fijos en algún punto del suelo.

No sabía qué pensar de esto. ¿Estaba intentando darme espacio? ¿O simplemente no sabía cómo manejar esta situación? Fuera cual fuera el motivo, su silencio era más fácil de soportar que cualquier palabra que pudiera haber dicho.

Me acosté en la cama, mirando el techo lleno de grietas. El anillo en mi dedo seguía siendo un recordatorio de lo retorcido que era todo esto. Quería quitármelo, tirarlo lejos, pero al mismo tiempo, algo en mí no podía hacerlo.

El sonido de su respiración, lenta y profunda, llenaba el cuarto. No era relajante, pero tampoco amenazante. Era simplemente... humano.

—¿Por qué yo? —murmuré de repente, sin pensar.

Thomas levantó la cabeza, como si hubiera escuchado, pero no dijo nada. Sus ojos se encontraron con los míos por un breve momento, y aunque no obtuve respuesta, algo en su mirada parecía decir que ni siquiera él sabía la respuesta.

Esa noche, el sueño vino lentamente. Y aunque todavía me sentía prisionera, por primera vez, la presencia de Thomas no se sintió como una amenaza inminente, sino como una figura sombría que no terminaba de encajar en este lugar.




El amanecer llegó despacio, filtrándose a través de las cortinas desgastadas de la habitación. Abrí los ojos con pesadez, sintiendo el cuerpo tenso después de otra noche de sueños inquietos. Giré la cabeza hacia el rincón donde Thomas había pasado la noche, y ahí estaba él, en la misma posición, como si no hubiera dormido en absoluto.

Su mirada estaba fija en mí. No era intimidante, pero tampoco reconfortante. Era como si estuviera tratando de descifrar algo, aunque no sabía qué. Me incorporé lentamente, asegurándome de no hacer ningún movimiento brusco.

—¿Dormiste... algo? —pregunté en voz baja, aunque no esperaba respuesta.

Thomas parpadeó lentamente, pero no hizo ningún gesto. Solo se levantó, su altura y corpulencia dominando la habitación, y se dirigió hacia la puerta. Me quedé inmóvil, observándolo, hasta que se detuvo antes de salir. Por un momento, pensé que iba a decir algo, pero simplemente giró la cabeza hacia mí y luego salió, cerrando la puerta con cuidado.

El resto del día pasó en el mismo tedio que todos los demás. Nadie vino a molestarme, ni siquiera Hoyt, aunque sabía que eventualmente volvería con algún comentario desagradable. Luda apareció al mediodía con algo de comida y una mirada que parecía evaluar cada movimiento mío.

Un Gigante Extraño [Thomas Hewitt X Tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora