𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢ó𝐧 (Iris x Tierra)

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Iris envolvió sus labios alrededor de la cabeza hinchada del miembro de la Tierra, chupando suavemente

Iris
—Mmm, escucha lo hermosamente que me respondes —
murmuró Iris contra su carne palpitante, prodigando atención a las partes más sensibles, sacando la lengua rápidamente para lamer perezosamente la gota de líquido preseminal acumulada en la corona del miembro palpitante de la Tierra. El sabor ácido no hizo más que despertar su apetito.
Iris levantó la mirada para encontrarse con sus ojos, y los suyos brillaron con una intensidad oscura.

Agarró los muslos de la Tierra y los abrió más mientras se colocaba entre sus piernas.

Iris
—Grita por mí, Tierra —
ordenó Iris, y luego lo tomó completamente en su calidez acogedora con un solo movimiento suave.
La fuerte inhalación de la Tierra resonó en las paredes de la cabaña mientras Iris lo siguió, el ritmo frenético de la Tierra, llevándolo más adentro con cada embestida de sus caderas.

Sus cuerpos se movían como uno solo, perdidos en la danza febril del deleite carnal, y cuando las últimas réplicas se desvanecieron, dejándolos a ambos sin aliento y agotados, Iris se apartó para mirar fijamente los ojos vidriosos de la Tierra, con una sonrisa triunfante en sus labios.

mientras sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y devoción. Lo miró fijamente, sus labios temblando mientras intentaba contener la ola de sentimientos que lo desbordaba. Finalmente, susurró, con una voz quebrada pero firme:

Iris
— Mío... mío… nghh.

Sus manos aferraban la cintura de la Tierra como si nunca quisiera dejarlo ir, como si ese momento fuera todo lo que necesitaba para existir. Sin embargo, la Tierra, agotado y abrumado por la intensidad de Iris, rodó los ojos y llevó una mano al cabello de este, revolviéndolo suavemente.

Tierra
— Cállate, Iris.

Sin darle oportunidad de responder, la Tierra lo atrajo hacia sí, apoyando la cabeza de Iris contra su pecho. Aunque podía sentir el leve temblor en el cuerpo de Iris, prefirió no decir nada más. Estaba cansado y, a pesar de todo, encontró un extraño consuelo en tenerlo cerca.

Iris, por su parte, se quedó quieto, sorprendido por el gesto inesperado. Cerró los ojos mientras un suave y satisfecho suspiro escapaba de sus labios, aferrándose aún más al cuerpo de la Tierra. La cabaña, alejada de todo y sumida en el silencio del espacio, se convirtió en el refugio perfecto para ellos, aunque solo uno de los dos lo disfrutaba por completo