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La Tierra, exhausto tanto física como emocionalmente, terminó cediendo al sueño. Se acomodó en el pecho de Iris, dejándose llevar por el cansancio, aunque aún sentía en su piel el calor de las caricias de Iris. Su respiración se tornó lenta y profunda mientras su cuerpo se relajaba completamente contra el de él.

Iris, sin embargo, no podía dormir. Su mirada permanecía fija en el rostro tranquilo de la Tierra, como si quisiera grabar cada detalle en su mente. Una sonrisa suave, pero teñida de obsesión, se dibujó en sus labios mientras lo estrechaba con fuerza entre sus brazos.

Iris
- Mío... mío... mío...

El murmullo era casi un mantra, repitiéndose una y otra vez en la oscuridad de la cabaña. Mientras sus manos acariciaban la espalda y la cintura de la Tierra, bajó lentamente su rostro hacia su cuello, dejando un beso antes de morderlo suavemente, apenas lo suficiente para dejar una marca.

Iris
- Para que nadie más te toque...

La voz de Iris era baja, cargada de una mezcla de ternura y posesión. Sus labios rozaron nuevamente la piel marcada, besándola como si eso pudiera sellar un pacto entre ellos. A pesar de la quietud que los rodeaba, Iris no podía evitar sentir una euforia contenida. Finalmente, tenía a la Tierra en sus brazos, donde creía que siempre había pertenecido.

Mientras la Tierra dormía profundamente, ajeno al fervor de Iris, este continuaba repitiendo en voz baja:

Iris
- Mío... siempre mío

La mañana siguiente, la Tierra despertó lentamente, sus ojos entrecerrados mientras se acostumbraba a la tenue luz que se filtraba por la cabaña. Lo primero que notó fue el peso cálido del cuerpo de Iris junto al suyo. Iris dormía profundamente, su rostro relajado, con una ligera sonrisa que parecía casi inocente, completamente ajeno al mundo.

La Tierra suspiró y llevó una mano a su cuello, donde sentía un leve dolor punzante. Al tocar la zona, notó una pequeña marca: una mordida. Su mente revivió los murmullos de Iris la noche anterior, aquellos constantes "mío" repetidos una y otra vez mientras lo abrazaba.

Por un momento, la Tierra pensó en enojarse, en despertarlo y enfrentarlo por esa muestra de posesión tan descarada. Pero algo lo detuvo. Observó el rostro dormido de Iris, tan sereno, tan diferente al ser intenso y obsesivo que conocía. Suspiró profundamente, dejando de lado cualquier reproche.

En lugar de apartarse, la Tierra se acercó más. Sus brazos rodearon con cuidado el cuerpo de Iris, atrayéndolo hacia él. No sabía exactamente por qué lo hacía, pero en ese instante no podía negar que había algo en el calor de Iris que le hacía sentir... seguro, a pesar de todo.

Mientras lo abrazaba, murmuró para sí mismo, en un tono tan bajo que ni siquiera sabía si esperaba que Iris lo escuchara:

Tierra
- A veces me haces enojar... pero supongo que no siempre eres tan malo.

Iris, aunque seguía dormido, pareció responder instintivamente al contacto. Se movió ligeramente, aferrándose a la Tierra en su sueño, con una sonrisa más marcada en sus labios

El afecto inesperado de la Tierra no pasó desapercibido para Iris. Aunque estaba profundamente dormido, al sentir los brazos de la Tierra rodeándolo, su rostro se tornó de un rojo intenso. Sus ojos se abrieron de golpe, completamente brillantes, como si no pudiera creer lo que estaba ocurriendo.

Rápidamente, Iris reaccionó abrazándolo con fuerza, como si temiera que ese momento desapareciera. Una sonrisa tierna, pero teñida de obsesión, apareció en su rostro.

Iris
- ¡Qué lindo! Tan mío... -susurró, rozando su nariz contra la mejilla de la Tierra con un gesto infantil, casi encantador.

Sus ojos brillaban con emoción mientras continuaba hablando, sin poder contener sus pensamientos.

Iris
- Definitivamente, fue lo mejor que hice... secuestrarte. Eres todo lo que quiero, Tierrita.

La Tierra, al escuchar esas palabras, sintió cómo su afecto momentáneo se desvanecía en un instante. Una mueca de frustración apareció en su rostro, y con un suspiro pesado, se apartó ligeramente del abrazo de Iris.

Tierra
- ¿Puedes callarte, tonto? -dijo, su tono lleno de irritación mientras lo miraba con el ceño fruncido.

Sin embargo, Iris solo rió suavemente, ajeno al enfado de la Tierra.

Iris
- Pero eres tan adorable cuando te enojas... ¿Sabes? Creo que me gustas más así.

La Tierra rodó los ojos, apartando la mirada, pero no pudo evitar quedarse allí, en ese abrazo extraño y reconfortante, a pesar de las palabras irritantes de Iris. Aunque no lo admitiría, una parte de él encontraba algo cálido en ese momento, incluso si Iris era el ser más desesperante que había conocido

𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢ó𝐧 (Iris x Tierra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora