Cauich
La luz tenue del acuario podía bañar mi rostro, mientras señalaba con la linterna el hábitat de los caballitos de mar. Los jovenes quienes se encontraban a mi alrededor escuchaban atentos y asombrados, con los ojos tan abiertos que podían reflejarse en el brillo de los tanques.
—Los caballitos de mar tienen la capacidad de mimetizarse con su entorno —dije con una voz profunda pero serena—. Pueden desaparecer entre las algas si sienten peligro. A veces están justo frente a nosotros, y aun así no los vemos.
Mientras hablaba, algo en el ambiente empezó a sentirse diferente, como si el aire hubiera cambiado. No era algo que pudiera describir con precisión, pero era como si algo se hubiera movido, una corriente invisible que atravesaba el lugar. Algo en mi pecho se tensó sin razón aparente. La sensación me hizo alzar la vista de forma instintiva, como si mis sentidos hubieran captado algo que mi mente aún no procesaba.
Fue entonces cuando la vi.
Estaba a lo lejos, entre las grandes ventanas del acuario, parada frente a un tanque, sus ojos se perdían en el agua, como si estuviera esperando que algo sucediera allí, o quizás pensando en algo completamente diferente. No supe cómo, pero en cuanto la vi, todo lo demás pareció desvanecerse. La existencia de los demás , el sonido del agua, las voces a mi alrededor, todo se fue apagando como si una capa de silencio se hubiera posado sobre mi mundo.
No fue sólo su presencia lo que me impactó. Fue la forma en que me pareció que el tiempo se había detenido, como si todo a su alrededor estuviera en pausa, esperando que yo hiciera el siguiente movimiento. No lo entendía. La había visto hace tanto tiempo, y sin embargo, en ese instante, fue como si fuera la primera vez que la veía de verdad.
Mi cuerpo se tensó al instante, y aunque las palabras seguían saliendo de mi boca hacia los jóvenes , mi mente ya no estaba allí. Mi mente estaba con ella.
¿Cómo podía el tiempo haber puesto entre nosotros este abismo invisible que ni siquiera sabía cómo atravesar?
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y la razón me decía que debía mantenerme concentrado en lo que hacía, pero mis pasos ya me estaban llevando hacia ella. No pude evitarlo. No quería perder este momento, esta oportunidad, esta sensación de que tal vez... solo tal vez, todo podría ser diferente.
Estaba de pie al otro lado del pasillo, absorta en el tanque de los peces tropicales. Su postura era tensa, como si su cuerpo cargara un peso que no se veía a simple vista. No podía verle completamente el rostro, pero no necesitaba hacerlo. Sabía que era ella. No había forma de confundirme.
Sentí un nudo formarse en mi garganta. Había imaginado este momento tantas veces que ahora que estaba pasando, parecía un sueño, o quizá una broma del destino. Pero no podía permitir que mi agitación se notara, no frente a los jóvenes.
—¿Me disculpan un momento? —murmuré.
Los chicos asintieron con la cabeza y se dieron la vuelta, buscando algo nuevo que ver.Mis pasos eran firmes, pero dentro de mí se desataba una tormenta. Con cada paso, los recuerdos regresaban como ráfagas: palabras que nunca dije, cosas que no debí callar y sentimientos que creí haber enterrado. Pero ahí estaba, después de todo este tiempo, de pie frente a un tanque de peces como si nunca hubiera salido de mi vida.
Me detuve a unos metros, incapaz de acercarme del todo. La observé por un momento más, intentando captar cada detalle.El vestido que llevaba era hermoso, un vino que podría hacerme perder entre copa y copa, su cabello suelto con el que podría enredarme en él y su piel tan pálida que el azul se reflejaba en ella, aunque su mirada... más pesada, como si cargara algo invisible que no estaba ahí antes.
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El dolor de ser nosotros ✔️ Editando
Novela JuvenilEn las páginas de "Hemmelig love" se despliega una cautivadora y dura historia de ¿amor? Tal vez... Una apasionada alumna es envuelta en un torbellino de emociones al descubrir que su corazón late al ritmo de un enigmático profesor en particular. Aq...