Dulces deseos sombrios

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Mi cabeza no paraba de torturarme, sentía un dolor terrible dentro de mí, necesitaba sacarlo.

Estaba corriendo por la calle, intentando disipar todo ese dolor. Giré y me encontré una calle muy grande donde al final había un parque, iba a ir allí. Corrí tan rápido que pude sentir mis músculos tan entumecidos que cuando paré casi no podía moverme.

Anduve hasta el banco que allí había, pero antes de llegar, me caí de rodillas al suelo y comencé a llorar. El dolor no se había ido, seguía allí, y yo no podía parar de llorar.

Empecé a golpear el suelo tan fuerte que el suelo se tiñó con la sangre de mis nudillos. Me tumbé en el suelo y seguí llorando, sintiendo todo ese horrible dolor, mi visión se tornó borrosa a causa de las lágrimas. Miré al cielo. Lo veía borroso, pero aun así pude distinguir un grupo de estrellas, y a lo lejos una solitaria. Me reí pues era irónico, esa estrella se parecía ami, alguien solitario, sin nadie al que le importase, solo en un mundo peligroso.

Me seguí riendo, me parecía gracioso que llorase y riese a la vez. Me cubrí la cara con las manos y seguí riéndome como si estuviera loco. Cuando dejé de hacerlo, miré al cielo y pude diferenciar cómo una estrella fugaz cruzaba del grupo de estrellas a la estrella solitaria, parecía como si el tiempo se hubiese detenido cuando la estrella pasaba. Mi cabeza pensaba qué deseo pedir, y aun sabiendo que no se cumpliría, me hacía ilusión. El primero fue –por favor, que pare este dolor insoportable. Lo deseo-, pensé mientras se me caían algunas lágrimas; el segundo fue –quiero morir, deseo morir y sonreí al pensar eso.

Cuando estaba a punto de desaparecer la estrella, apareció en mi mente la hermosa sonrisa de una persona, y entonces finalmente la estrella desapareció.

Al comenzar a llorar, me levanté rápidamente y empecé a correr, a ver si mi deseo de morir se cumplía, a ver si algún coche me atropellaba. Corrí llorando y sonriendo, deseando que se cumpliera.

Corrí por una calle, donde había una casa con las luces encendidas, pasé de ella y oí cómo la puerta de esa casa se abría, alguien gritó algo mientras cerraba la puerta, pero pasé de escuchar lo que decía y seguí corriendo. Giré a la izquierda y encontré un camino de tierra donde al final se veían las vías del tren.

Dejé de llorar y volví a correr, sonriendo, hacia las vías. Al llegar me senté, sequé mis lágrimas y observé el cielo nocturno, estrellado. Ahora podía verlo entero, y pude ver como aquella estrella solitaria estaba acompañada por otra mucho más radiante que ella.

A lo lejos escuche volví a escuchar a alguien corriendo, yendo hacia mí, y entonces me di la vuelta, allí estaba ella, la que había aparecido en mi mente mientras pasaba la estrella fugaz. Me estaba mirando con unos ojos verde oliva, formando una sonrisa.

Se acercaba a mí, mientras mi corazón se aceleraba por cada paso que ella daba. Cuando llegó a mí, me abrazó. En ese momento aquel horroroso dolor que sentía se desvaneció y empecé a llorar en su hombro. Ella me dijo -todo está bien, estoy aquí, deja de torturarte por favor...- mientras notaba como lloraba en su hombro, la abracé más fuerte, era la primera vez que alguien hacía algo por mí.

Esa chica iba a mi misma clase, y aunque en las clases siempre me pongo los auriculares y me pongo a leer, cuando levanto la vista ella está mirándome y sonriendo. Yo pasaba de ella, pues era una chica popular, y no creo que realmente yo le importase en absoluto.

Estaba sonriendo. Ya había dejado de llorar, y ella también. Se separó de mí, posó sus manos en mis mejillas y me besó. Sabía que en el fondo deseaba ese beso, mi corazón me había traicionado. Me reí, y empecé a llorar mientras ella me besaba. Cuando el beso terminó, ella me miró y me sonrió, aquella sonrisa era tan radiante como la estrella que había visto antes, y la otra pequeña y apagada estrella era yo. Esa chica me quería, aun conociendo los demonios que albergaba mi interior.

-¿Por qué me elegiste a mí para estar a tu lado cuando hay muchas personas mejores que yo? ¿Por qué yo?- dije, y ella respondió -Porque me encanta tu sonrisa-. Me sonrojé y sonreí medio llorando, cuando ella dijo -¿Sabes cuál es la sonrisa que más me gusta? la de las personas después de llorar, en especial la tuya, porque es la más sincera, y necesitas haber sufrido antes para cuando seas feliz, saber disfrutarlo en su plenitud-.

La abracé sonriendo -Gracias Annie. 

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