Me llamo Laura y mi vida no ha sido justamente lo que la gente llama 'normal'. Mi padre es James, el jefe de una importante mafia de la ciudad. Él nunca demostró sentimientos hacia nadie pero necesitaba un heredero , o en este caso heredera, y así nací yo. Bueno la historia es bastante más larga que eso en realidad pero no me apetece recordarlo.
Todos dicen que mi padre es un hombre muy frío, pero, conmigo se mostraba algo más blando. En ese aspecto no me quejo ya que yo sé que en el fondo me quiere, aunque por su 'trabajo' no debía mostrar sentimientos.
Cuando yo apenas cumplí catorce años me enseñaron a pelear, a disparar y a acuchillar. Recuerdo que en esa época todo eso me horrorizaba. Ahora con veintidós ya soy la mejor asesina que tiene mi padre en su 'empresa'. No me hace ninguna gracia tener que matar y torturar a personas tan indefensas, todos cometemos errores, pero yo no tenía elección. Lo debía hacer o sería yo la que acabaría muerta, o en el mejor de los casos en prisión.
Yo nunca tuve amigos o gente de confianza. Únicamente hablaba con mi guardaespaldas, un tío que mata por simple placer. Le gustaba. Aunque a mí me caía más o menos bien no me fiaré de nadie que trabaje aquí.
Yo me considero una chica fría, con bastante mal carácter, sin embargo, en el fondo imagino que tendré algún sentimiento positivo... no sé.
Iba de fiesta a emborracharme cada vez que podía. Aunque no me acercaba a ningún chico. A ninguna persona en general. No quería encariñarme con nadie porque si lo hacía su vida correría peligro.
Desde pequeña me crié en está mafia. Conocía todos sus negocios : armas, drogas, prostitución, secuestros, asesinatos... , y a sus enemigos, que no eran pocos. Ellos tenían puesto precio a la cabeza de mi padre. A la mía no porque no sabían que yo era su hija. Sólo los más íntimos socios de James saben quién soy.
He visto cosas que me gustaría olvidar, pero no lo consigo. Personas torturadas, torturadas por mí. Chicas secuestradas obligadas a prostituirse, se veía como la esperanza de esas chicas desaparecía a medida que los días pasaban y sus clientes aumentaban. Yo me encargaba de ellas cuando estaban viejas, embarazadas, demasiado heridas o débiles. Las encerraba en sótanos hasta que las embarazadas daban luz, o hasta que las ancianas morían lentamente por palizas que les daban los matones de mi padre o en el caso de las heridas, las dejaba hasta que se recuperaran. Nos daban dinero y James no quería matarlas y perder aquellos ingresos.