Historia de un espejo

Prólogo: El desván

Las lágrimas están arrugando el papel sobre el que escribo y mi mano tiembla.
Pero no me importa.
Lo único que ansío ahora es, a través de mis modestas palabras, inmortalizar este recuerdo.

Empecemos por el principio.

Nunca me he considerado una chica a la que se le dé bien tratar con personas, es más, me da pánico. Prefiero resguardarme en mi habitación y rodearme de libros, ya que a través de ellos, puedo evadirme de la cruel realidad en la que vivo. Una realidad, en la que no soy más que una molestia, una niña incapaz de caminar.

Suspiro.

¿En cuanto a mi presentación?
Podéis llamarme Alicia. No repararé en molestos detalles tales como mi apellido ni mi edad, y mucho menos, en nombrar el lugar en el que habito.
Y en cuanto mi apariencia física, la dejo a imaginación del lector.

Esta historia en concreto, se desarrolla en un viejo desván, el cual no tiene absolutamente nada de especial.

Todo comienza cuando, hará dos semanas, un extraño espejo apareció en dicho lugar, cubierto de polvo y con una fina sábana en su superficie.

Ya que me resultó algo extraño, lo destapé.

Tenía un brillo especial. Aún a día de hoy, no logro encontrar una palabra para describirlo.
No me creeríais pero... Era como si sonriese.

Arrugando un poco mi desgastado vestido, froté su superficie, consiguiendo así, quitar el polvo.
Al terminar, un destello cegador bañó la habitación de un color brillante.
Me tapé los ojos y miré segundos después.

No lo podía creer.