𝐌𝐄𝐃𝐃𝐋𝐄 𝐀𝐁𝐎𝐔𝐓
𝙺𝚆𝙾𝙽 𝙹𝙰𝙴-𝚂𝚄𝙽𝙶 𝙵𝙰𝙽𝙵𝙸𝙲
𝐃𝐀𝐏𝐇𝐍𝐄 𝐑𝐎𝐌𝐀𝐍𝐎𝐕𝐀 es una habilidosa
peleadora con grandes habilidades
en combate, cuyo sueño es participar
en el prestigioso torneo Sekai Takai junto
a su novio, Robby. Sin...
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─────── | ☾𖤓 CHAPTER THIRTHEEN | hospital
Daphne había sido trasladada de Barcelona de regreso a su ciudad natal. Aunque su estado seguía siendo crítico, los médicos aún albergaban la esperanza de que, en cualquier momento, recuperara la conciencia y abriera los ojos.
Miyagi-Do yacía en ruinas, su espíritu tan quebrado como las paredes destrozadas del dojo. Algunos de sus miembros estaban tan afectados que apenas se atrevían a salir de sus hogares, atrapados en un silencio lleno de incertidumbre y dolor.
En una habitación silenciosa, Tory permanecía junto a la cama de Daphne, sosteniéndole la mano con delicadeza, su pulgar trazando pequeños círculos sobre su piel fría. Sus ojos, cansados y enrojecidos, no se apartaban del rostro de su amiga, esperando—rogando—por el más mínimo indicio de que despertaría.
La puerta se abrió suavemente, y Robby entró con un ramo de tulipanes, las flores favoritas de Daphne. Su expresión reflejaba la misma mezcla de preocupación y esperanza que todos compartían.
—¿Cómo está?— preguntó en voz baja, dejando las flores con cuidado sobre la mesita de noche.
Tory no apartó la vista de Daphne. —Sigue sin despertar—, murmuró, su voz impregnada de frustración e impotencia.
Hizo una pausa, respirando hondo antes de añadir con un hilo de convicción: —Los doctores dicen que hay esperanza. Va a mejorar.
Aun así, sus dedos apretaron con más fuerza la mano de Daphne, como si temiera que soltarla significara perderla para siempre.
Robby se sentó al otro lado de la cama, tomando con delicadeza la mano libre de Daphne.
—¿Alguien más ha venido? —preguntó en voz baja, sin apartar la vista de su rostro inmóvil.
Tory suspiró, cansada.
—Cuando llegué, estaban tu padre y Miguel. Después de eso, nadie más ha venido —respondió, su tono apagado.
Robby dudó un instante antes de preguntar:
—¿Y Kwon?
El gesto de Tory se endureció al instante. Resopló con frustración y apretó los puños.
—Ese maldito... —murmuró con rabia contenida—. Es su culpa que Daphne esté así. Espero que no se atreva a venir.
El silencio se instaló de nuevo en la habitación, pesado y denso como una tormenta a punto de estallar.
—¿Cómo estás? —preguntó Robby, dirigiendo su mirada hacia Tory.