Es increíble cómo se puede viajar en el tiempo estirándolo o haciéndolo más corto, que un mero contacto sensorial pueda manipular los minutos y los segundos. El tiempo se para, puedes oír a tu corazón latir y todo avanza en cámara lenta.
Pero esa detención sirve para dar paso a otras cosas, para poder ver el magnánime desfile de sensaciones fluyendo a través de la mente: nerviosismo, ira, rabia, odio, amor. Todas tienen cabida, se entremezclan y enrollan, y se desenrollan constantemente. Eres consciente de todo lo que pasa, pero por alguna razón no puedes controlar el tiempo, el tiempo corre y anda solo.Todo vuelve a la normalidad. Las cosas siguen como antes, el agua fluye, el aire sopla...pero tú no eres el mismo. Tienes esa sensación en el cuerpo de angustia y desasosiego, la sensación de ser un folio que se quema lentamente; sabes a qué es debida esa chispa, y sabes que esa chispa te va consumiendo. Te cuesta respirar, tomar la voz, quizás te sientas un momento. Simplemente ves a quien no quieres ver, alguien que posee el candado de la jaula donde tienes guardadas miles de cosas, que en su día guardaste por algo: esa persona tiene la llave, y abre esa puerta dejándolas a todas escapar. Esa chispa que te mueve, esa chispa que te recorre y te consume. Al intentar recomponerte han pasado uno o dos minutos, y por fin das metido aquello que quieres ocultar en su celda, en su sitio, pero sabes que hay algo que se ha escapado, otra nimia chispa se ha librado y sigue quemándote. Poco a poco.