Capitulo 12

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Boris

— ¿Dónde están?— Preguntó por enésima vez.

La sensación de alivio al saber que ellos estaban vivos había desaparecido cuando escuché el primer gritó de Lana atravesar las paredes, hasta ahora, había perdido la cuenta de ellos, sin embargo cada uno de ellos me hacía estremecer en mi asiento. No sabía quién la torturaba. Aun así, los gritos habían cesado hace mucho y temía lo peor. Me encontraba sentando en una incómoda silla que parecía de plástico y enfrente de mí, me observaba con una mirada fría el mismísimo presidente de Oziria. Su cabello rubio platinado, estaba peinado perfectamente hacia atrás y vestía un elegante traje de seda de color negro. Paseaba elegantemente de un lado al otro con nada más que una gran daga con un mango de oro, con una sensación nerviosa, traté de leer lo que tenía grabado cuando lo acerco a mí y mi confusión creció cuando noté que no era español, era un idioma extraño. Después de eso supe que no era una simple daga. El primer corte que me hizo, fue, exactamente en mi mejilla y ardió. No como un simple rasguño. Ardió como si hubiera pegado mi mejilla a una freidora por varios minutos y pude observar con una expresión horrorizada el vapor que desprendía de la herida. Mi voz se gastó de tanto gritar, dejándome totalmente ronco por una pequeña y torturadora cortada. No llegaba a entender como alguien tan importante como el vendría a torturar a unos simples novatos de su organización o simplemente no sabía en qué me estaba metiendo, porque esto parecía cada vez algo más grande que un simple rescate.

No podía moverme, mis manos estaban apresadas por unas esposas que él había llamado "especiales". Las cuales su única especialidad era entumecer y paralizar el cuerpo dejando libre solamente la cabeza solo para disfrutar la cara de horror y los gritos ahogados de sus víctimas. Era aterrorizante.

—No lo sé... —contesté con la voz degastada y totalmente ronca— por favor...no lo sé...yo...

— ¡Basta! —Gritó — No quiero escuchar otra vez esa maldita respuesta... — se acercó a mí, lo suficiente para olfatear su colonia, con su mano libre, apretó mi mandíbula y me hizo mirarle directamente a los ojos. Esos ojos verdes intensos, que en público eran una brisa cálida, aquí eran un tempano de hielo, lucían tan cortantes como el filo de su arma—Quiero que me digas la verdad. —exigió, pegando la hoja de su daga en mi mejilla, un escalofrío de terror recorrió toda mi espina dorsal al sentir como se calentaba la hoja — Por tu propio bien...aunque personalmente, me gusta escucharte gritar...no todo el tiempo puedo usar esta daga, ¿sabes? Solo en cuestiones especiales—dijo como si pretendería que me sintiera halagado— Entonces, Sr. Ceral...¿va a hablar o va a seguir desgastando sus cuerdas vocales?

La desesperación inundó toda mi anatomía, quería moverme y correr de allí...

—¿Dónde.... —deslizó con crueldad el filo de su daga hasta mi mentón —... están?

Mi labio inferior temblaba y mis ojos estaban inundados de las lágrimas de temor que suplicaban salir.

Sabía muy bien lo que pasaba si volvía decirlo, aun así no tenía otra respuesta.

—No... —mordí mi labio y respiré hondo —. No lo sé. No se cómo hacerle entender que...

Arcarios soltó un gruñido y acto seguido bajó la hoja del cuchillo hasta clavarlo en mi muslo. Grité con todas las fuerzas que me quedaban, alzando la cabeza mientras sentía las lágrimas deslizarse por mis mejillas. Como si el dolor de la puñalada no bastaba, el terrible ardor no se hizo tardar. Era insoportable, era como si lava ardiente recorriera todo mi cuerpo, quemando y rostizando todo a su paso.

No sabía que iba a morir así, torturado y humillado. Suplicándole piedad a alguien que le prometía a mi país seguridad y paz. El odio, era un sentimiento que nunca había saboreado más de un cinco segundos, personalmente pensaba que era innecesario sentirlo. Eso pensaba, antes de que observara con mis propios ojos inundados de lágrimas y terror, la injusticia y la cruda maldad detrás de todo. Esta vez, odiaba mi suerte, odiaba el mundo, odiaba el gobierno, pero más que todo, lo odiaba a él.

Oziria y Los anillos del zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora