EL DONCEL Y LA BESTIA

FIN

Taehyung.

"El alma de nuestra hermana Jennie regresa ahora al Señor, y aunque el dolor de su partida pesa sobre nuestros corazones, confiamos en la promesa de la vida eterna..."

Las palabras del sacerdote flotaban en el aire frío de la tarde, llevadas por el viento que rugía entre los árboles del cementerio. La brisa era intensa, sacudiendo las ramas y revolviendo los pétalos de las flores que descansaban sobre la tumba aún abierta. El cielo, cubierto por un manto de nubes grises, amenazaba con desatar la lluvia en cualquier momento, pero las gotas no caían. Se quedaban ahí, suspendidas en el aire, como si el propio cielo compartiera nuestra tristeza, pero no pudiera llorar por nosotros.

Mi mirada permanecía fija en el ataúd frente a mí. Un simple rectángulo de madera, tan pequeño en comparación con el vacío inmenso que dejaba en nuestras vidas. No podía apartar los ojos de él, no podía procesar que Jennie estaba ahí dentro. No era posible. Apenas unos días atrás, ella estaba aquí, con nosotros, con su sonrisa audaz, con su energía vibrante que llenaba cualquier habitación. Y ahora... ahora estaba bajo una tapa de madera, separada del mundo para siempre.

Me sentía aturdido, como si estuviera viendo todo desde lejos, como si no fuera realmente parte de este momento. El viento soplaba con más fuerza, revolviendo mechones de mi cabello, pero yo no me moví. Mi cuerpo estaba rígido, mi mente en un lugar entre la negación y el dolor absoluto.

No quería escuchar al sacerdote. No quería escuchar a nadie. Nada de lo que dijeran podía cambiar el hecho de que Jennie ya no estaba.

A mi lado, Hoseok tenía su mano enroscada en mi brazo, aferrándose con un agarre tembloroso. Su calidez traspasaba la tela de mi abrigo, un recordatorio silencioso de que aún estaba aquí, de que aún respirábamos. No podía imaginar lo que estaba sintiendo, pero su respiración entrecortada me decía que el dolor lo estaba consumiendo tanto como a mí.

Jennie nos había salvado. Nos había protegido sin dudarlo.

Cerré los ojos por un momento, intentando contener el temblor en mi pecho. Pero el peso de la realidad era insoportable. Jennie se había ido. Y nada en el mundo podía traerla de vuelta.

El viento siguió rugiendo entre los árboles, como un susurro del destino, como si el propio universo reconociera la ausencia de su luz. Y yo... yo aún no sabía cómo dejarla ir.

Un sollozo me sacó de mi trance.

Giré la cabeza y vi a Jimin con el rostro empapado de lágrimas. Sus labios temblaban, y aunque intentaba contener el llanto, su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas. Jungkook lo sostenía con fuerza, como si fuera la única barrera que lo separaba de desplomarse por completo. Verlo así me apretó el pecho. Jimin no solía derrumbarse con facilidad, pero ahí estaba, aferrándose a Jungkook con desesperación, con la tristeza reflejada en cada parte de su ser. Dos de sus mejores amigas se habían ido. Primero SoHee... y ahora Jennie. Demasiada pérdida en tan poco tiempo. Sentí un nudo formarse en mi garganta porque sabía que, de alguna manera, yo tampoco estaba lejos de caer.

Aparté la mirada, buscando algo en lo que pudiera sostenerme, algo que no hiciera que el dolor se sintiera aún más abrumador. Fue entonces cuando mis ojos se detuvieron en la mujer al otro lado del ataúd.

La madre de Jennie.

Hacía años que no la veía, pero era imposible negar lo obvio. Jennie había sido el vivo reflejo de ella. La misma estructura de rostro, los mismos ojos marrones y expresivos, aunque ahora enrojecidos por el llanto. Pero a diferencia de su hija, su mirada estaba vacía. No había en ella la determinación feroz de Jennie, ni su espíritu indomable. Solo había un dolor aplastante, un vacío que parecía consumirla desde dentro. Se tambaleaba ligeramente, con los labios entreabiertos, como si quisiera decir algo, pero sin fuerzas para hacerlo. Parecía a punto de desmoronarse, y lo único que la mantenía de pie era el hombre a su lado, quien la sostenía con firmeza.