Hasta que te encontré. (Yellow Mellow)

20: te presento a...

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NARRA JULIA:
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Estábamos riendo como locas ya que era lo que más hacíamos Melo y yo a parte de fastidiarnos la una a la otra.

- Pero ahora en serio, nunca me has hablado de tu familia. - Dijo Melo mientras ponía su mano en la parte de arriba de mi muslo.

Habíamos terminado de comer absolutamente toda la comida que preparé, no quedó nada, ningún rastro.

Habíamos apartado los platos y nos habíamos tumbado en esa manta azul tan grande, ella a la derecha y yo a su lado. Ambas teníamos una mano apoyando nuestra cabeza y la otra, simplemente, apoyada en dicha manta. Estábamos boca arriba mirando el cielo.

- ¿Qué quieres saber? - Pregunté abriendo las puertas de tema de mi familia, y si ella lo quería, abriría las puertas de mi vida.

-Todo. - Contestó sin dejar de mirar al cielo, yo tampoco lo hice.

- Pues pregunta algo en concreto. - Dije.

- ¿A qué se dedican tus padres? - Preguntó.

-Bueno, mi padre ya lo sabes pero mi madre trabaja en la O.N.C.E. - Contesté sincera.

- ¿En la O.N.C.E? -Preguntó sorprendida, girando su cabeza para mirarme.

- Sí, y no hace falta que te diga lo que tiene, lo sabes perfectamente. - Dije sonriendo.

- Es ciega. - Se respondió a ella misma.

- Sí y la hija de puta nos controla - nos controlaba - me corregí - a Ingrid y a mí cada vez que le cogíamos prestado dinero. Ella diferenciaba perfectamente los billetes y monedas y, al volver de dónde queríamos haber estado, nos controlaba lo que nos había sobrado. Y no fallaba, tampoco fallaba cuando le decíamos que habíamos barrido toda la casa ya que también podía a averiguar si mentíamos o no. Se volvió más ágil y cada vez que yo aprovechaba su ceguera para salir de fiesta por la noche muy tarde a hurtadillas, se daba cuenta por el más mínimo ruido que hacía; ya sea el suelo crujir, las llaves siendo cogidas por mí, el abrigo con la misma intención o el sonido de la puerta abrirse. Se volvió muchísimo mas ágil. - Le conté. Noté que no me estaba escuchando, sólo me miraba, embobada.

-Idiota- le pegué en el brazo- ¿me estás escuchando? - Dije frunciendo el ceño.

-Claro mi amor, sólo que únicamente tú hablarías tan normal de la ceguera de tu madre y te admiro por ello. - Me contestó, sonriendo sin mostrar sus dientes.

-Ingrid y yo ya estamos acostumbradas, hacemos bromas constantemente sobre ello y la tratamos cómo si no estuviera ciega. Dije volviendo a mirar al cielo.

- ¿Ingrid? ¿Es tu hermana? - Preguntó.

- Si, es mi hermana menor. Tiene 17, es una cría. - Dije riendo.

-Tú aparentas 17, niñata. - Contestó con una sonrilla. No la vi, pero la noté.

-Esa frase me suena. - Dije riendo.

- Supongo que tu hermana sigue viviendo con tus padres. - Supuso.

-Exacto. - Contesté.

-Ingrid me recuerda mucho a ti, le gusta el tema de la fotografía, la edición y los vídeos, también el cine. - Añadí.

-Cómo a ti. - Dijo y lo volví a notar. Me miró sonriendo.

-Cómo a mí. - Dije.

- ¿Y qué estudia? - Preguntó.

- Está en el Bachillerato de Artes.

-¿A ella también le gusta dibujar? - Preguntó.

-Sí, se le da bien. También lo de comunicación audiovisual, como te he dicho. Recuerdo que hace unas semanas me dijo algo de que los profesores añadieron un proyecto de cine en el que monta sus pequeños cortometrajes, actúa, escribe su guión, las escenas... lo hace todo ella. Me ha enseñado unos pocos cortos que había hecho y la verdad es que es muy buena. Llegará lejos, yo lo sé, confío en ella. - Conté.