No he conocido a nadie que pueda contar lo que yo. Nadie ha vivido, ni ha sufrido lo que yo. Ni a mis peores enemigos les deseo una suerte tan mala como la que yo tuve. En mi antigua vida era una prostituta que no tenía dinero suficiente para comprarse ropa así que iba desnuda. No me podía permitir ropa, pero al menos hacía una comida al día.
Todo comenzó una mañana fría y lluviosa aquí, en Francia. Mi novio me abandonó, perdí mi empleo y, por si fuera poco, también perdí mi casa.
Durante unos meses dormía en la calle y me alimentaba de los comedores sociales, pero eso no era vida.
Un día decidí que ya no quería seguir durmiendo en la calle y quería hacer algo más. Una amiga mía me dijo que trabajase con ella, que su empleo era respetable y que ganabas bastante dinero, me dijo que trabajase de prostituta.