Alexia
La tarde transcurrió muy rápido. Fue bonito y reconfortante ver televisión con Liam, hacer algo más allá del sexo. Aunque sabía que no debía ilusionarme, los constantes cambios de comportamiento de él me lo ponían bastante difícil. Liam conseguía volverme loca. Y pasar tiempo con él se había convertido en mi analgésico más efectivo, un bálsamo para mis heridas. Suspiré mientras salía de la cama, su cama.
Era hora de regresar a la realidad. Hacía ya una semana desde esa perfecta tarde y mi infierno personal había llegado (O gran parte de él). Mis padres habían vuelto. Y además con un montón de estúpidos eventos a los que debía asistir. Mi madre realmente me odia. No quiero ser dramática, pero... Odio que me exhiban como si fuera un jodido complemento de ellos, odio que recurran a mí solo cuando necesitan dar la imagen de padres perfectos. Odio... Me quedé sin palabras cuando vi a Liam salir del baño tal como Dios le trajo al mundo. Era más que obvio que él no tenía ni un maldito problema con su cuerpo, ¿y cómo iba a tenerlo? Eso era totalmente imposible teniendo en cuenta su perfectísimo six-pack de abdominales que se perdían en un tentador valle con forma de V. Era imposible imaginar que alguien como él, con esa espalda ancha, esa altura de jugador de baloncesto, esos brazos fuertes y ese culo jodidamente prieto, pudiera sentirse alguna vez remotamente incómodo con su cuerpo, ni siquiera desnudo. Aparté tan lentamente como pude mis ojos de su entrepierna, porque juro que para mí también era perfecta, y me enfoqué en su cara. En su arrogante sonrisa y en su mirada de ya-lo-sé-nena-que-estoy-para-matar. Amaba el perfecto azul de sus ojos, amaba el brillo pícaro que adquirían cuando me miraba maquinando cualquier travesura en su cabeza, amaba la intensidad con la que me miraba. Pero sobre todo, amaba que fuera a mí a la que miraba.
- No sigas mirándome así, Alexia. Porque entonces tus padres tendrán que dar parte a la policía por tu secuestro.- amenazó burlón y yo reí, levantándome de la cama y mostrando también mi desnudez con descaro. Estaba algo nerviosa, pero todo se esfumó cuando vi la sexy nuez de Adán de Liam subir y bajar mientras tragaba saliva.- Bien, definitivamente que pongan ese jodido parte.
Fue lo último que dijo antes de prácticamente abalanzarse sobre mí y derribarme en la cama. También amaba cuando era un salvaje.
*************
Me picaba todo el cuerpo dentro de ese absurdo vestido de gala. ¿Por qué narices tenía que vestir como una payasa para agradar a un montón de estúpidos pijos?
-Alexia, estate quieta.- siseó mi madre a mi lado. Ah, sí, tenía que vestir así por ella. Puse los ojos en blanco y me gané otra reprimenda.- Compórtate. Ya bastante has hecho llegando tarde.- Omití una sonrisa, estaba tan enfadada conmigo...
- Voy a por una bebida. Con permiso.- Me disculpé con los amigos de mis padres antes de alejarme a dar un paseo. Odiaba este tipo de reuniones. Hubiera preferido mil veces más seguir en la cama de Liam como hace menos de una hora...
Paseé por el lugar sin un destino fijo. Todo estaba lleno de pijos y gente de la alta clase enfrascados en absurdas conversaciones sobre negocios. ¿Es que acaso no tenían vida más allá de su trabajo? También había gente de mi edad, estúpidas chicas ricas que se pavoneaban por el lugar buscando llamar la atención de algún otro rico y chicos que, al igual que yo, se sentían totalmente fuera de lugar y aburridos. Me reí viendo a un regordete hombre dándole una colleja a un chico de unos 16 años por estar mirando el móvil. Poco después encontré una enorme cristalera que daba al jardín. Busqué la puerta y salí.
Estaba algo oscuro, iluminado tan solo por la luz procedente del interior de la casa, pero era tan grande que iluminaba lo suficiente para ver unos cuantos bancos de piedra. Descendí los escalones del porche y me senté en el más alejado de ellos, de espaldas a la casa.
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Después me iré
RomansaAlexia Woods se ve obligada a mudarse a Chicago cuando sus padres deciden darle esta segunda "oportunidad". Ha estado perdida mucho tiempo y es hora de reencontrarse, pero lo que no espera es que tal vez en este camino de vuelta, no sólo se encuent...