Savannah y su amiga Kelsey llegaron por fin a su destino de vacaciones, un pueblo costero del Sur de Europa. Su amiga se quejaba del cansancio, mientras Savannah estaba encantada, el pueblo era maravilloso y la casita que habían alquilado le parecía muy bonita. Pasaron la primera semana dando paseos por la orilla del mar, hablando y tomando el sol.
Una mañana, Savannah salió a caminar sola, el tiempo era muy caluroso, no había ni una sola nube en el cielo y la brisa era inexistente. De pronto Savannah alzó la vista interrumpiendo sus pensamientos y vio a lo lejos una mansión. Se encontraba en lo alto del acantilado, rodeada de bosque y parecía abandonada, aunque era muy hermosa. La curiosidad pudo más que su sensatez, y así ella comenzó a ascender por el caminito de tierra que llevaba a lo alto del acantilado.
A medida que avanzaba, los árboles iban cubriendo pedazo a pedazo el cielo y la oscuridad aumentaba. Pero Savannah no se dio cuenta de ello, tampoco hizo caso de la extraña sensación que se adueñaba de su cuerpo, ni del inminente peligro que corría. Tras unos minutos, el bosque que se había vuelto denso, dio paso a un claro en el que se alzaba la mansión.
Era incluso más bella de lo que podría haber imaginado desde abajo, parecía antigua y tenía algo extraño, algo que no encajaba. Al mirar hacia la puerta ya sólo pudo pensar en llamar y descubrir quién vivía allí. Y sin poder evitarlo se vio a si misma llamando a la puerta, esperó unos segundos durante los cuales no hubo sonido alguno y justo cuando creyó que nadie iba a abrirle, oyó un crujido.
De nuevo sintió un escalofrío al ver al desconocido que tenía en frente, era un hombre alto, vestía por completo de negro, y la poca piel que dejaba al descubierto era pálida como el mármol. Alzó la vista y miró a Savannah, tenía los ojos más bonitos y aterradores que hubiese visto jamás, y al sonreír sus dientes eran blancos como la nieve. Sin pensarlo contuvo el aliento y dio un paso hacia atrás.
-Tranquila... No temas- Habló el hombre y ella se quedó encandilada por su voz ronca y grave. -Mi nombre es Gabriel. ¿Y el tuyo?
Savannah, se quedó muy quieta mirando al hombre, era muy atractivo, muy misterioso... Y no sabía si fiarse de él, pero se vio obligada a responder.
-Me llamo Savannah- Él sonrió de lado y le ofreció una mano, invitándola a entrar a su mansión. Ella se perdió en la profundidad de sus ojos y aceptó. En cuanto su mano estuvo entre la de él supo que ya no había vuelta a atrás, mientras, Gabriel la miraba hambriento, hacía mucho tiempo que no veía a una joven tan bella, se sentía atraído por ella.
Por dentro todo estaba perfectamente ordenado y limpio, la sala de estar era amplia y acogedora, y en la chimenea ardía un buen fuego, aunque Savannah no entendía para que hacía falta.
Gabriel tomó asiento en un sillón frente al fuego, se quitó los guantes y el sombrero y los dejó a un lado, después se pasó la mano por el pelo y miró a la chica. Le ofreció asiento en el sillón de enfrente y la observó detenidamente, era joven, bella e inocente, quizá demasiado.
-Savannah...- Dijo él mirándola con dulzura - ¿Conoces... La leyenda del visitante?
-Creo... Creo que no- Respondió ella y Gabriel contuvo una risa.
-Bien... Yo te la contaré...- Gabriel le sostuvo la mirada y comenzó a hablar en una voz profunda - Según la leyenda, una mujer llamada Marie Anne vivía en una casa de esta misma playa. Era una mujer solitaria, joven y muy bella. Cada día salía a dar un paseo hasta el acantilado, siempre de noche, allí pasaba horas esperando a que su amado desaparecido volviera a casa. Los habitantes del pueblo la compadecían, decían que él jamás regresaría, no podían estar más equivocados.
Una noche de tormenta, Marie Anne estaba sola en su mansión, oyó unos golpes en la puerta y al abrir se encontró con la figura de un hombre.... - Gabriel hizo una pausa y colocó sus manos sobre los hombros de Savannah, hablándo desde detrás de ella prosiguió - Entonces un trueno retumbó en el cielo iluminando la noche y ella pudo ver su rostro, era su amado, había regresado. La mujer estaba tan asombrada de que él estuviese de vuelta que lo hizo pasar sin fijarse en absoluto en su aspecto. Él la observaba como un depredador, no había ni rastro de cariño o de amor alguno en esos ojos que antaño estaban llenos de vitalidad. Marie Anne vió eso y se asustó, por primera vez desde su llegada se fijó en el hombre que tenía enfrente. Su piel era extremadamente pálida, sus rásgos era finos y bellos, pero también había algo aterrador en ese rostro que antes tanto había amado observar. Y sus labios, esos que había besado, se curvaban en una sonrisa perversa dejando entrever unos amenazadores colmillos.
-¿Qué eres? - Se atrevió a preguntar ella retrocediendo hasta la pared.
-Soy... Un vampiro querida - Dijo él con una risa siniestra y se acercó a la asustada Marie Anne. -¿Me has extrañado?
El vampiro la acorraló contra la pared y la inmovilizó con una mano, aspiró el aroma de su perfume y enterró el rostro en su cabello.
-¿Sabes cuanto deseaba volver contigo? - Dijo besando su cuello y provocando que ella se estremeciera - Ahora por fin podremos estar juntos... - Y diciendo esto le clavó los colmillos en el cuello, un solo grito resonó en la noche pero fue apaciguado por los truenos y la lluvia...
Savannah estaba conteniendo el aliento, esa historia la asustaba y además la cercanía de Gabriel la ponía nerviosa. Él seguía detrás de ella, sus manos estaban sobre los hombros de ella y bajó la cabeza para oler su pelo.
-¿Qué estás haciendo? - Savannah intentó levantarse del sillón pero él la retuvo con fuerza impidiéndoselo.
-¿Aún no lo has adivinado..? - Dijo con una sonrisa volviendo a estar frente a ella de pie - Yo soy el vampiro de esa historia... - Savannah ahogó una exclamación y lo miró asustada.
-¿Vas a matarme? ¿Cómo...como a Marie Anne?- Él se puso a su altura y le acarició la mejilla, después, sin que Savannah pudiese hacer nada, la besó. Fue un beso hambriento, urgente y dulce.
-No voy a matarte... Quiero convertirte y que seas mi esposa - Dijo Gabriel hablando muy serio - Solo tienes que decir que sí...
-Yo... No puedo... No te quiero - Respondió atontada por la mirada del vampiro y por el beso.
-Aprenderás a hacerlo con el tiempo... - Gabriel se inclinó y la besó de nuevo, más lento esta vez, después descendió dispuesto a morderla pero Savannah lo detuvo.
-No lo hagas por favor... ¡Yo no te quiero! - Gritó forcejeando. Gabriel la miró enfadado, no era la respuesta que quería. La sujetó con fuerza obligándola a levantarse y después la empujó contra la pared reteniéndola entre sus brazos. Se adueñó de su boca besándola posesivamente y ella correspondió totalmente entregada. Después la mordió intentando no hacerle mucho daño, cuando la joven se desmayó la cogió en brazos y la depositó en su cama tumbándose a su lado y abrazándola.
-Dulces sueños amor mío... - La besó otra vez y se durmió a su lado.
ESTÁS LEYENDO
La leyenda del Visitante
RandomUna historia de amor, de leyendas, de deseos y pasiones.