Capítulo 4

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Apenas Amadeo y Mati se fueron a acostar, los Rayados prepararon las cosas y partieron. A más de uno le inquietaba eso de desobedecer a Amadeo. Pero, al mismo tiempo, ir hasta el otro lado del pueblo sin avisar, en plena noche, jugar un desafío contra vaya a saber quiénes, observar la cara de envidia que tendrian los Granate cuando los vieran partir, les resultaba reconfortante.

  Más allá de que después los Mellizos demostrarían ser unos inútiles, la primera pare de la expedición la organizaron más que bien. Imprimieron un mapa y fueron guiando el grupo por las calles oscuras del pueblo. El viaje fue tranquilo, más allá de un par de perros que salieron a chumbarlos.

  El primer problema surgió cuando llegaron al frente de la casa. La dirección estaba bien: Antúnez 644. Pero no era una casa como la que se habían imaginado. Ni como la de Amadeo, que era la única que , en el fondo, conocían. Por empezar, era un caserón gigantesco, de ventanas altísimas y techos a dos aguas. Para seguir, estaba rodeado por un parque enorme y lleno de árboles.  Y, para terminar, esa casa parecía abandonada desde hacia un montón de años. Todo estaba a oscuras, los postigos de algunas ventanas estaban sueltos y rotos, y el camino de entrada se encontraba cubierto de hojas secas.

-Vamos -dijo el Pulpo.

-Si entremos -dijo el Loco.

-No, vamos a casa, me refiero -aclaró el Pulpo.

-No seas así... -dijo el Loco con cariño.

-Así de cobarde -corrigió el Capi.

  Y después de semejante comentario tuvieron que pasar debajo de la reja del portón y entrar. Mientras sus pasos hacían crujir las hojas secas, los Malparitti iban hablando entre ellos.

 -¿Se supone que nos esperan?

 -Ajá

 -¿Dónde? ¿Adentro?

 -Ajá

 -Estás seguro, ¿no?

 -Ajá

 -¿Me estás tomando el pelo o pensás que soy un idiota?

 -Ajá... ajá.

  Llegaron a un portón de manera muy grande. Luigi Malparitti, leyendo la hoja de instrucciones que había impreso en casa, dio algunas posiciones:

 - Este debe ser el portón de garaje. Hay que buscar una puerta para mascotas, en el rincón... inferior... derecho.

-Ah no, -intervino el Beto cuando escuchó las instrucciones - El Beto es demasiado jugador como para que lo manden entrar por una puerta para mascotas.

  Los demás optaron por ignorarlo y ponerse a buscar.

-¡Ya nashel! -gritó Boris.

-Dice que lo encontló -tradujo el Chino, mejor dicho el Coreano, que sabe hablar ruso, además de coreano.

  En un rincón, el portón de madera tenía unas bisagras que permitían mover una puertita, por la que podían entrar. El Lechuga se trepó al marco y sostuvo la puertita, para que los demás fueran pasando. Al final quedo el Beto solo, con los brazos cruzados en actitud de capricho. Pero cuando vio que alrededor no quedaba nadie, cambió de idea.

-Bueno. Mejor entro con ustedes, haber si se asustan.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2015 ⏰

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