Capítulo 14

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- Roberto...-Izhak gemía.-Tenemos que irnos ya a clase...

- Sólo un poco más...-susurraba.

Acabaron uno encima del otro en la taza del váter del instituto. Cuando salieron, Sete se les quedó mirando con ojos como platos. Izhak esta vez estaba manchado por todo el cuello y Roberto tenía el pelo revuelto. 

- ¿Pero qué...?-preguntó sin dejar de quitarle la mirada a Izhak. 

- ¿Qué quieres?-preguntó Roberto de forma borde.-Anda y quita de en medio.-Lo empujó y salió por la puerta agarrando a su novio de la muñeca. 

- Pedazo de g...-musitó. De repente entró Sebastián al baño, que no pudo evitar echarse unas cuentas carcajadas al ver las pintas de ambos.

- Oye.-intentó llamar su atención ya cuando los dos se fueron.

- ¿Qué?-respondió Sete.

- Necesito que me ayudes con una cosa.-miró para ambos lados y se aseguró de que no había nadie.

- ¿Con qué?

- Le he preguntado a Pepe, pero no sabe qué decirme ni nada así. Es que ayer...

- ¿Ayer qué?

- Que quiero saber si me gustan los tíos.

- ¿Qué?-preguntó Sete entre risas.

- A ver, sé que me gustan las mujeres, pero quiero saber si también me gustan los hombres.

- ¿Es que te ha atraído algún hombre?

- Bueno... Puede ser.

Sete no podía parar de reír y a Sebastián casi le daba algo. Le iba a reprochar en la cara que si no quería ayudarle, se buscaría la vida el sólo; pero al final su amigo volvió a respirar (porque se estaba ahogando de tanta risa) y procuró ayudarle con unos pocos consejos que le dio. Le aconsejó que probara, simplemente una vez; y así podría decidir si le gustaban los hombres o no.

- ¿Y quién es el afortunado chico?

- Cállate.-dijo mientras se iba hacia la puerta.

- No violes a nadie, eh.

- Pero que conste que sigo siendo hetero.

- Que sí, que sí.-respondió Sete entre risas.-Ah, no te líes con Harry, que si no Rufa te mata.-le entró la risa floja. Sebastián lo miró con odio, aunque no pudo evitar echarse a reír también.


La clase de tecnología surgió como de costumbre. El profesor no imponía nada de respeto, permitía que todos hablasen, y de esa forma, a los que le importaba el aprender, no se lo permitían.

Pepe y Sete ya habían dejado de hablarse por completo. Cada uno por separado decía que el otro intentaba darle celos, cuando eso estaba muy lejos de la verdad. Lo cierto es que aún se querían, pero eran demasiado orgullosos para demostrarlo. Ambos sabían que cometieron un error, pero el orgullo hizo que ya no fuesen ni amigos. Se morían por estar juntos, pero ellos mismos eran su mismo obstáculo para no conseguirlo.

De repente, las risas y murmullos en la clase aumentaron.

- ¿Qué pasa?-le susurró Anabel a Pepe, que estaba sentado a su lado.

- El maestro.

- ¿Qué pasa?-volvió a preguntar.

- Tiene los pezones empinados. Mira su camiseta.

Y, para variar, Sebastián se lo dijo al maestro. Este, con el rostro colorado, le mandó a callar. Por otra parte, las chicas sintieron algo de pena hacia el hombre.

Harry se sentó al lado de Rufa, ya que no "conocía" a otra persona. Esta temblaba cada vez que lo pillaba mirándole de reojo. El chico ya tenía un nivel más o menos bueno para mantener una conversación con alguien. Fue sorprendente lo rápido que aprendió español. Había veces que cuando no entendía algo había que decírselo en inglés para que así lo comprendiese, pero por lo general, si le hablabas despacio (dentro de lo que cabe) podía más o menos entenderlo. Harry le pidió a través de una nota el número de teléfono a Rufaida, esta, sin poder evitarlo, lanzó un suspiro que el chico lo escuchó y se rió con cariño. No obstante, Rufa se lo dio sin pensárselo dos veces. Tenía pensado hablarle esa misma tarde por Whatsapp; esperaba que el miedo no se lo impidiese, aunque tal vez Harry ya le hablaba primero. Si le había pedido el número, por algo será, ¿no?


Después de jugar a la ouija y que Amparo besase a Mada al fin, parecía que su relación como amigas estaba yendo a su fin para adentrarse en algo más. Lo triste es que ninguna de las dos daba el paso, aunque el sentimiento fuese mutuo. Amparo intentó decírselo más de una vez, pero en su más profundo yo, Mada la intimidaba. Hasta que en recreo, Lucía habló sobre el tema (no se sabe ni cómo salió) y Amparo se puso como un tomate.

- Es verdad Ampi; me besaste.-le recordó la chica.

- Ya pero...

- ¿La quieres o no?-preguntó Anabel a Amparo.

- Qué directa.-comentó Lucía McTits entre risas.

Se quedó pensando durante unos segundos; cosa que impacientó a la chica a la que iba dirigida esa respuesta:

- Sí, sí la quiero.-respondió Ampi. A Mada se le iluminó la mirada.

- Pues bésala.-dijo Lucía McTits.

Todas sus amigas jurarían que no habían visto a Madalina tan roja como lo estaba en ese momento. Finalmente, tras presión de sus amigas, se besaron en medio del patio. Fue un beso que duró más de lo que ellas se esperaban, pero que fue muy bonito de ver. Ellas lo describirían como más cálido que el que ocurrió jugando, ya que en él se escondía un sentimiento muy importante para ellas. Algunas miradas de otros alumnos del centro no pudieron evitar dirigirse hacia ellas dos; algunas expresaban ternura, otras sorpresa y otras unos sentimientos que por el momento no me apetece nombrar. Por fin estaban juntas, y eso era lo que importaba.


50 Sombras Gays y la clase del salseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora