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Emma Scott camina moviendo sus caderas al compás de sus tacones por el frío mármol del pasillo del colegio Struff, con su mirada fría y esa engorrosa sonrisa que suele llevar. Creyendo que así, viéndose superior podría olvidar lo de esta mañana. Lo de todas las mañanas.
Con esos llamativos ojos verdes mira de a ratos a su alrededor como si los demás sobraran ahí, en esa escena, en su escena.

Entra en uno de los salones para su siguiente clase, se sienta en uno de los pupitres de la manera mas exagerada y "burda" para acerce notar. Como diciendo "chicos, llegó la estrella" aunque todos saben que no lo es.

Toma los libros necesarios y espera al gordito amigable, el profesor Goop.
Cuando llega aparece a su lado un chico alto de cabello negro el cual Gopp comenta que es nuevo y que por eso lo respeten y bla bla bla. Cosas inescesarias para los oídos de Emma.

Termina la hora, toma sus cosas y sale del colegio esperando llegar tranquila hasta su casa.

Al salir toma el camino mas largo el cual se arrepiente tiempo después ya que está totalmente despoblado, ella toma su chaqueta de adentro del bolso intentando ganar calor corporal.

Una sombra se va acercando rápidamente hacia Emma, de la nada un hombre con un gorro de lana negro sobre el rostro toma con brusquedad su cartela haciéndola caer al suelo.

Ella no iba a permitir que le robaran su hermosa cartera de imitación que tanto tardo en comprar, se puso de pié e intentó correrlo. Él iba mucho mas lejos que ella, era ovbio ya le tenía varios pasos ganados.

Corriendo detrás de ella se encontraba el mismo chico de cabello negro de la clase del señor Goop el cual rápidamente la pasó y se abalanzó ensima del del ladrón.

Emma y el chico de aún sin nombre forcegiaron hasta quitarle el bolso y el hombre se escapó rápidamente pero esta vez sin su botín.

Emma se tiró al suelo y se puso a llorar sin control, se veía aterrada, estaba temblando. El chico acariciaba su hombro en símbolo de compasión.

─ Soy Thomas.

─ Gracias, Thomas.

Él insistió en acompañarla a casa, Emma aceptó, era lo menos que podía hacer.
Nadie habló, ella simplemente se aferró al bolso todo el camino y el solo miraba sus pies y de vez en cuando preguntaba para donde doblar.

─ No me haz dicho tu nombre.

─ Emma.

Se notaba que ninguno de los dos era bueno conversando.

Llegaron a la casa de Emma, no era una vivienda lujosa ni mucho menos. Era linda pero común.

─Gracias por rescatar mi bolso.

─No hay de que, seguramente hubieras hecho lo mismo.

No te imaginas la respuesta.

Se despiden y mientras Tom se va caminando Emma sube rápido las escaleras y se encierra en su cuarto.
Se quita los tacones y vuelve a retomar sus actitudes sobreactuadas, vuelve a ser la de hoy en los pasillos. Aunque acá no hay nadie para impresionar y ella misma ya sabe muy bien como es como para hacerse creer otra cosa.

Se recuesta en su cama y cierra los ojos. Recuerdos agresivos arrollan su cabeza, aprieta mas los ojos intentando borrarlos aunque es imposible.
Son muchos.
De repente con el sonido de la lluvia al fin se queda dormida.

Si Fueras Emma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora