Al son de Tchaikovsky

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CAPÍTULO 28

Narra Astrid

Cuelgo el teléfono y me tiro al sofá. ¿Ir a patinar sobre hielo? Siempre he querido, pero como muchas otras cosas, no puedo hacerlo, es correr riesgos innecesarios.

Como ya me dijo mi hermano: "Tienes talento, las personas con talento sacrifican todo por la música, ¿estás dispuesta a hacerlo?" En aquel entonces dije que sí, pero no sabía lo que iba a ser tocar cinco horas diarias los siete días de la semana los doce meses del año, prácticamente no tener vida social y acabar loca porque gracias al oído absoluto escuchas el nombre de las notas hasta en las sirenas de las ambulancias y los ruidos de la calle.

Aún así, merece la pena, cuando al final la música se construye a tu alrededor, como si fuera un castillo, o un árbol que nace, crece y muere. Los sentimientos que crea en la gente, los sentimientos que te produce a ti mientras que la interpretas, no se pueden comparar con nada.

Nunca le preguntes a un músico lo que piensa cuando toca, es incontestable. Porque no piensas, solamente sientes y es como que te sale de dentro, es algo demasiado personal como para ir gritando por ahí. Es como el secreto de un alma, eso solo se puede expresar con música y los compositores son los únicos capaces de escribir sus almas, sus vidas, su forma de pensar, todo lo que son en una hoja con pentagramas, por eso para interpretar bien una pieza tienes que conectar con él, encontrar el alma para luego poder darla a conocer a través de ti. Es una de las cosas que aprendí de Oliver.
Oliver.
Oliver.
Ya va siendo hora de que le supere, él es ahora un compositor con el que hay que conectar. Entro en su antigua habitación, abro su armario, saco una sudadera y me la pongo, huele a él. Me siento en la banqueta de su piano de cola, tras abrir la tapa para que suene más y tocar las teclas suavemente por encima, empiezo con la cascada de notas que componen el inicio del Claro de Luna de Beethoven. Mis dedos se pasean por las teclas blancas, negras, destacan la melodía. Poco a poco, cuanto más graves y redondos son los sonidos, mi corazón empieza a abrirse y desgarrarse con las disonancias. Noto las cálidas lágrimas deslizarse por mi rostro y nublar mi vista. Sigo tocando, con los ojos cerrados, sacando la música desde lo más profundo de mi interior. Cuando acabo, tengo la respiración agitada y entrecortada por el llanto, pero me siento mejor, como si me hubiera quitado un peso de encima, le he dejado ir. También toco la "Patética" de Beethoven, aunque esta vez duele menos, ya no me torturo, solo disfruto.

Hoy solo toco, ni siquiera como y solo paro cuando me doy cuenta de que son las cinco menos cuarto y que dentro de nada va venir Matt con su hermana. Me meto en la ducha, me siento mucho más ligera. Me visto con mis jeans azul claro ajustados, mis botas altas negras y un jersey de lana fina negro con cuello de barco. Me maquillo de forma natural y dejo mi pelo suelto y peinado hacia la izquierda. Elegante e informal. Llaman al timbre y me acerco a abrir a Matt e Iris.

- ¡Felicidades cumpleañera! - Exclamo y me agacho para estar a la altura de Iris y abrazarla.

- Me ha dicho Matt que me has traído un regalo.

- Técnicamente no, en realidad tenemos que ir a por él. -Digo mientras me pongo el abrigo y la bufanda. - ¿Vamos?

- ¡SÍ! - Dice y me agarra de la muñeca arrastrándome fuera de mi casa. Cierro la puerta y miro a Matt que no ha dicho nada en todo este tiempo.

- Hola. - Le saludo y le doy un beso en la mejilla. - ¿Vas a quedarte mucho más rato ahí? Vamos, tenemos que ir a por un regalo. - Digo con una sonrisa y nos metemos los tres en el ascensor. Al salir noto el frío de inverno, todavía no me acostumbro, menos mal que donde vamos es a la vuelta de la esquina. Les guío hasta la tienda de danza que hay frente a un lateral del Teatro Real. Cuando entramos la cara de Iris no tiene precio.

- Elige el maillot que quieras. - Le digo. Ella me mira con chispitas en los ojos y corre a mirar en uno de los percheros.

- ¿No decías que no tenías ni idea de ballet? ¿Cómo conoces este sitio? - Me pregunta Matt.

- No sé si te has dado cuenta, pero está detrás de mi casa. A demás, he comprado varios maillots para tocar en los conciertos, son super cómodos.

- Astrid, mira este. - Dice Iris enseñándome un maillot negro de tirantes finos, con la espalda al aire y una pequeña faldita.

- ¿Te lo quieres probar? - Ella asiente, se lo digo a la dependienta y entra en el probador. Cuando sale está monísima, le sienta a la perfección. A ella le encanta, por lo que es el que nos llevamos.

- Y ahora, seguidme. - Digo cuando hemos salido de la tienda. Iris va delante llevando en la bolsa su regalo toda contenta, mientras que Matt y yo vamos tras ella, sin hablar. Giramos en la esquina de Hazen y subimos por la calle hasta que llegamos a la Gran Vía. Nos ponemos a la cola y cuando llego a la taquilla pido tres entradas para "El Cascanueces", las reservé por internet mientras que hablaba por teléfono con Matt. - Bienvenida al ballet. - Le digo a Iris. - Este regalo va a medias entre tu hermano y yo.

- Gracias Astrid, gracias Matty. - Dice y nos abraza a los dos. Nos dirigimos a nuestros asientos y Matt me coge del brazo.

- ¿Por qué? - Me pregunta, ha estado extrañamente callado toda la tarde.

- Por chafarte la idea de patinar sobre hielo y porque es su cumpleaños y le encanta.

- Gracias, la estás haciendo muy feliz y a penas te conoce. - Dice y me estruja en un abrazo. Okay, es raro, pero no me voy a negar a un abrazo y menos de él.

- De nada. - Nos sentamos en nuestros sitios, yo entre los dos hermanos y empieza el ballet.

Narra Matt

Llevo todo el día dándole vueltas a algo que dijo mi abuela. ¿Me gusta Tris? No, me atrae, es guapa y simpática, interesante, imprevisible,... Pero no me gusta, o puede que sí.

-Admítelo, chaval, te trae loco.

-Pero yo a ella no le gusto.

-¿Tú crees que se comporta así con todo el mundo? ¡Se sonrojó!

-Ya, pero no estoy seguro.

-Tienes que hacer algo, aprovecha las oportunidades.

Es verdad, tengo que hacer algo. Por eso, a mitad del primer acto tomo la mano de Astrid con la mía y jugueteo con sus dedos. Ella me mira y luego vuelve a prestar atención a las bailarinas, pero no retira su mano, sino que me devuelve el roce y entrelaza sus dedos con los míos. Al poco rato se gira hacia mí y me susurra en el oído.

- ¿Has visto qué salto? Es como si se quedara suspendido en el aire. - Asiento. - Y escucha la música, que genio es Tchaikovsky.

Me mira directamente a los ojos, que le brillan emocionados, estamos muy cerca, puedo notar su respiración. Miro a sus labios, se los humedece con la lengua y vuelvo a mirar a sus ojos, ahora ella mira mis labios. Me acerco lentamente, rozo su nariz con la mía y uno nuestros labios. El beso es dulce y lento. Acaricio su mejilla y la junto más a mí. Nos separamos por falta de aire y ella vuelve a mirar hacia el frente. Intento calmar mi respiración, yo también observo la escena. Entonces noto unos delicados dedos que giran mi barbilla y los labios de Tris sobre los míos, en un beso más urgente que el anterior y en el que maldigo porque haya tanta gente a nuestro alrededor. Escucho la cadencia de la música y nos vamos separando hasta que se acaba el primer acto y se encienden las luces.

BESO, BESO, BESO!!!!! Si os ha gustado comentad, dadle a la estrellita...
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Besos, M
P.D: En multimedia os dejo Claro de Luna de Beethoven.

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