*Contiene Spoilers*

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La hermosa melodía que desprendía el violín al anochecer llenaba cada rincón de la habitación en la que Christelle se hallaba; la chica lanzo una última nota al aire y espero a que esta se elevara para después caer muerta.
Christelle suspiro, y se paso una mano por el cabello, aquello se había convertido en un hábito en los últimos meses. Dedicar parte de la noche a tocar para Erik; era lo menos que podía hacer por él. Separó el violín del hueco que había entre su cabeza y sus hombros y abrazo el violín con amor y melancolía. Cuando lo hubo separado de su pecho lo miro con el detenimiento que ese magnánimo instrumento se merecía; no había perdido el color tan negro como la noche, sus cuerdas yacían intactas a pesar de los años que habían transcurrido desde su creación; y aquella letra 'E' grabada que indicaba la inicial de su creador y propietario legitimo. Miró también el extraño símbolo; la lira de tres cuerdas coronada por dos cabezas de serpientes pitón.
"Erik..." susurro Christelle para sí, mientras abrazaba aún más aquel instrumento.
A su mente regresaron cual torbellino los recuerdos de aquella noche en la Ópera Garnier, ocultos a la vista de todos. Cerró los ojos y se sentó en el suelo de la habitación. Kyriel. Erik. Ambos la misma persona. El Fantasma de la Ópera, no más, no había porque llamarlo así, y ella lo sabía. Su verdadero nombre era Erik, y ella lo amaba como nunca amo nada en su vida. Recordó el impacto de la bala cuando ella se interpuso entre su maestro y Kyriel. Cuando Gilles la encontró y la sacó de aquellos pasadizos subterráneos que se habían plasmado en la obra de Leroux; los subterráneos de la Ópera; aquel templo de Apolo.
"Christelle... Christelle..." oyó la voz de Cloe cada vez que la llamaba por no haberla dejado al margen de su paradero. Sonrió.
"Christelle..." pero esa no era la voz de su bohemia amiga.
- Erik.- dijo y de un salto se levanto de donde estaba
Miro el violín en su regazo, alzo la mirada y preguntó al aire:
- ¿Quieres que interprete para ti?
A modo de respuesta un frío aire recorrió la estancia. Ella asintió. Dejo vagar la vista por la estancia y luego la concentró en la cómoda que había a un lado de su cama. Dejo al violín descansar por un rato dentro de su estuche. Se acercó hasta la cómoda y abrió uno de los cajones; sacó un montón de papeles y más papeles, al final habían quedado dos objetos; una caja de cristal que contenía las epístolas de la mismísima Christine Daaé, con cuidado tomo la caja y la dispuso sobre su acolchado. Al final del cajón había partituras envueltas en cuero antiguo donde se leía en la cobertura "Don Juan Triunfante". Las tomo con sumo cuidado y camino hasta el centro de la habitación, tomo su atril y las colocó sobre él.
Tomó el violín y lo colocó, nuevamente en posición para tocar. Abrió las partituras y comenzó a tocar.
Como era de esperarse, al comenzar pareció estar poseída por el mismo violín, como si alguien más interpretara esa misma música, y ella sabía exactamente quien era. Juraría que él estaba allí, justo detrás de ella, abrazándola y sosteniendo el mismo violín.
Al terminar; Christelle abrió lentamente los ojos que, inconscientemente, había cerrado. Sintió un rastro frío detrás de ella.
- Sólo tu me inspiras de verdad... - oyó el eco de una voz
- Tú música, mientras yo viva, vivirá.
No hubo respuesta hablada o de algún otro tipo. A pesar de ello, Christelle sonrió.

El móvil vibró, Christelle lo tomó al instante y confirmó lo que se leía en la pantalla "Gilles", presionó la tecla para contestar mientras se dirigía hacia la estación del metro.
- Hola, Gilles. – dijo ella a modo de saludo
- Christelle, mi querida Christelle. – dijo su amigo con voz risueña
- ¿Qué es lo que pasa, Gilles? No me digas, tenía que organizar un evento para los catas, te olvidaste de la música y llamas para que interprete algo con mi violín.
Del otro lado de la línea, Christelle pudo escuchar como su amigo soltaba una sonora carcajada.
- No, Christelle, claro que no. Lo que pasa es que hace tiempo que no tengo otra aventura subterránea junto a un tipo medio extraño que apenas conocí.
- Gilles... - comenzó la chica en tono de reprimenda
- No, no Christelle, no me refiero a Kyriel. ¿Qué te hace pensar eso?
- No estoy de humor para esas bromas, Gilles
- ¿Qué bromas? Hablo en serio.
- Sí, claro que sí. – dijo Christelle
Durante algunos segundos solo hubo estática.
- ¿No has sabido algo de él?
- ¿De quién?
- ¡Christelle!
- No. – dijo ella. – Yo... no
¿Qué había que responder ante eso?
- Te dije desde un principio que ese tipo no me daba buena espina
- Lo sé, Gilles, lo sé.
- Él era raro.
- Tú eres raro.
- Pero soy un cata. Eso lo compensa, sin mencionar mi atractivo físico.
- Basta Gilles.
Su amigo rió.
- Te veré esta noche, Christelle.
- Hasta entonces, Gilles.

Los pasos de Christelle, en lugar de dirigirla al metro como lo tenía planeado, la llevaron hasta la Ópera Garnier, sonrió con amargura. Entró a tan majestuoso edificio, y sin importar las miradas de los frecuentes transeúntes se dirigió sin vacilar hasta el Palco 5; tuvo que forzar la cerradura para poder entrar. No pudo evitar sonreír cuando recordó como Kyriel había aparecido, casi por arte de magia, las llaves del palco.
Se preguntaba por que aún no lo abrían para que los turistas pudieran visitarlo. ¡Siendo el Palco del Fantasma de la Ópera! Aunque eso, también tenía mucho que ver. Ese palco era sólo de él. Sólo de Erik.
Entró. Se sentó en una de las sillas de terciopelo y acarició la otra; justo donde había encontrado la rosa roja, que aún conservaba, el día del estreno de "Don Juan Triunfante".
- Erik –dijo al aire -, se que estas aquí. Ángel de música. Te he extrañado; ¿me has escuchado interpretar para ti por las noches? ¿Te ha gustado? Erik, me haces falta. Sólo tu... - suspiró, no sabía como continuar - ¿Me esperaras estés donde estés? Promételo. Y yo prometeré interpretar para ti por el resto de mis días. – Christelle bajo la mirada
Una lágrima se abrió paso desde sus ojos y recorrió su mejilla, pero, se secó al instante. La chica pudo percibir como alguien acariciaba su rostro. Abrió los ojos y frente a ella, entre una nube de humo fantasmal pudo distinguir una silueta alta, de cabello negro, y ojos oscuros a pesar de la máscara que cubría parte de su rostro. Christelle sonrió, de algún lado dentro de su mente; la música de la ópera de Andrew Lloyd Webber resonó dentro de su cabeza.
- Fantasma de la Ópera – cantó – ya estas en mi interior.
Entre la bruma, la faz de Erik sonrió.

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Fanfic de "El Violin Negro" de Sandra Andres BelenguerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora