Hasta que te encontré. (Yellow Mellow)

22: vuelta a la rutina

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NARRA JULIA:
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Hace ya más de 2 meses que Melo y yo terminamos.

¿La razón?

No sé, nos cansamos sin más. No nos cansamos de nosotras, sólo nos cansamos de que cada día fuese peor que el anterior, de que cada día peleáramos más y más, de que cada día la ignorancia se fuera extendiendo por ambos cuerpos, nos cansamos de las interminables peleas sin reconciliaciones que teníamos, nos cansamos de discutir por tonterías, nos cansamos de que nuestra sonrisa desapareciera siempre que estábamos juntas, nos cansamos absolutamente de todo.

Aún recuerdo la pelea que tuvimos hace unos meses a causa del marco dónde aparecía Dafne. También recuerdo la reconciliación en la playa, las dos sentadas y abrazadas.
Recuerdo creer que todo se había arreglado, y así fue, sólo que no para siempre. Discusión a discusión, nos fuimos desgastando cual goma de borrar durante un curso de instituto la cual acaba desapareciendo a finales del tercer trimestre. Consumiéndonos poco a poco, dándonos cuenta, y aún así no supimos pararnos, o no quisimos.

Yo quería.

Y estoy convencida de que ella también.

Pero en ese momento, teníamos un muro en frente nuestra en el cual había un graffiti de un solo trazo sin apenas esfuerzo que ponía "Acaba con esto".

Y ninguna quisimos coger una bola de demolición y romper aquel muro, lo único que hicimos fue mejorar ese graffiti.

Y lo mejoramos.

Con discusiones, llantos y furia.

Alimentamos al lobo hasta que su vientre reventó, creando un estropicio de sangre y órganos sin vida.

Aida apenas saca el tema en la Universidad o bueno, mejor dicho; casi no nos vemos y si por el contrario lo hacemos, es en las clases y pasillos.

Por otro lado, mi hermana Ingrid y yo no nos vemos desde aquella vez.

Esto no quiere decir para nada que ya no quiera a Melo, justo al contrario, la sigo amando como nunca nadie había amado antes, pero si estar con una persona significa estar todo el día literalmente discutiendo y sufriendo, prefiero dejar de estar con esa persona.

No sé, extrañaba cómo éramos los primeros meses la una con la otra, era cómo... mágico.

Extrañaba la forma en la que me trataba, me acariciaba, me besaba o me abrazaba. Quizás también extrañaba su sonrisa al vernos por sorpresa, o su otra sonrisa al decirme cosas bonitas.

Hace demasiado que no sé de su sonrisa.

Sigo pasando por el banco donde nos conocimos por primera vez cada mañana, todos los días, pero nunca tengo la suerte o la desgracia de verla.

Es extraño.

Quiero estar con ella, ahora mismo quiero levantarme de la cama e ir a su casa corriendo mientras la gente me grita que mire por dónde voy y me regala una mueca desagradable.

Y a la vez no quiero volver a verla más, no quiero volver a las peleas, a los gritos, a las discusiones, a los llantos, a los "que te den", a los portazos, a todo.

Era como si encima de mi hombro derecho estuviera el ángel y encima de mi hombro izquierdo estuviera el demonio.

Y me estaba agobiando.

Me agobiaba echarla tanto de menos y que al pensarla, la rabia se apodere de mí.

Todos estos meses han sido grises, nulos, muy rutinarios;

Levantarme
Desayunar
Vestirme
Ir a la Universidad
Estudiar
Estudiar más aún
Volver a casa
Volver a estudiar
Descansar un poco
Limpiar
Salir a que me de el aire
Cenar
Y dormir.

Ya está.

Así todos los días.

Me centré más en la Universidad, me puse totalmente en serio.
Tan en serio que no me daba cuenta de que personas pasaban por al lado de mí en los pasillos, de no darme cuenta que pasaba a mi alrededor.

La gente no levantaba la cabeza de sus móviles y yo no levantaba mi cabeza de mis apuntes.

Y esto es así.

Perdí el contacto con mis compañeras aún estando en la misma clase aunque siempre he sido una chica a la que le cuesta acercarse a la gente, siempre ha tenido que ser la gente la que se tiene que acercar a mí.

Todo era igual.
Todo era una rutina.

Pero quién me iba a decir a mí que alguien tacharía esa palabra.