Es miércoles y me agarró un ataque de cariño. Es uno de esos días en que necesito ver a un amigo y quererlo.
Me encantaría verte a vos, pero estás de viaje; probablemente con tus ojos verdes extraviados en una pantalla viendo una película; el oliva pálido abrazando el iris, y una laguna negra manchándolo todo de profundidad.
El misterio de tu persona atrayendo gente diversa, personas que tal vez te quieren besar.
Me acuerdo cuando te vi por primera vez. Me pareciste un nene, pero al mismo tiempo me morí de ternura. Un mechón negro te cubría los ojos mientras fotografiabas las tumbas del Cementerio de la Recoleta. Te hacían gracia los gatos deambulantes del lugar, y en cierta forma supongo que tus movimientos se asemejaban a los de un felino.
Y justo sonreíste; tus dientes blancos resaltando en una mueca tímida, adorable, intrigante.
Nunca me resultó difícil leer a la gente, averiguar sus pensamientos, imaginar sus historias, analizar sus gestos escudriñando expresiones varias en cada uno de sus semblantes.
Pero con vos no me sale. Sos un libro cerrado. O quizá es la barrera del idioma; no hablo polaco y, francamente, ambos sabemos que no se te da muy bien el español. Y a pesar de ello me agrada escucharte cuando hablás.
Te vi apenas dos veces y no tardaste nada en provocarme una chispa; sutil, que con el tiempo, en caso de haberlo tenido, se hubiera convertido con suerte en una explosión de fuegos artificiales. Suspiro. Cómo me gustaría hallarte, mi pintoresco ojos verdes. Pero no con amigos, no. Ni tampoco acompañados por una tropa de estudiantes de intercambio. Sino solos; vos y yo en un café, en un bar, en donde fuera. Riéndonos, contando anécdotas de viajes múltiples, uniéndonos en un lazo invisible de sobrecitos de azúcar y espuma de cappuccino. Sin despedirnos ni percatarnos del oscuro del cielo a través del vidrio de la ventana.
Cómo me agradaría tener más tiempo; tiempo para conocernos, tiempo para enamorarnos. Porque es miércoles y me tomó por sorpresa un arrebato de cariño.
#WattPride
