Sexto día.

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Tras experimentar el extraño suceso al sol, decidí probar mis nuevas habilidades, tales como la velocidad, la fuerza e incluso mis sentidos súperdesarrollados.

Salí a correr a un lugar aislado, evitando entrar en zonas urbanas u ocupadas por gente, evitando la sed, evitando comer.

Podía apreciar toda clase de ruidos, como el cantar de los pájaros, el choque de sus alas al volar o las pisadas de algún ciervo o animal salvaje.

Corría a toda velocidad, viendo como el viento hacía voletear mis mechones castaños. No me cansaba y eso me hacía sentir bien, viva, sonreía a la vez que mis pies dejaban huella en el barro, entre las hojas secas.

Era un día nublado, así que no tenía que preocuparme de resguardarme de los rayos de sol.

Seguía mi camino, aunque en verdad, no tenía ni sentido ni destino. Pasé al lado de un pequeño arroyo, y de repente, me sentí cansada, agotada, era como si mis huesos fuesen de plomo, me estaba debilitando. Bebí agua pero no sirvió de nada, mi cuerpo pesaba toneladas y yo era incapaz de moverlo. Mis ojos se fueron cerrando poco a poco y acabé perdiendo el conocimiento.

Después de un par de horas desperté en una pequeña casa de madera. No veía a nadie, pero podía escuchar latidos, podía oler ese olor a hierro, a sangre.

Estaba en una casa, con un humano, aunque supongo que en cuestión de minutos, me encontraría sola.

Diario ensangrentado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora