El tiempo no lo cura todo

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Me sorprende las variadas posturas que mostraron en los comentarios, algunos con Iker otros con Ailim y otros con los dos sin poder elegir uno. Fue complicado este capítulo, es largo así que yo les diría que lo lean con calma e intenten recordar que estamos hablando de personas de otro siglo, ¿ok? Todavía falta un epílogo, les recuerdo. Ahora a leer...

Capítulo XXXII: El tiempo no lo cura todo

Como suele ocurrir siempre en estos casos, el tiempo se encargó de llevarse todo consigo; disputas y malos entendidos, por alguna razón simplemente dejaron de ser importantes. El tema no se volvió a hablar y como si de un pacto mutuo se tratase, ambos hicieron de cuenta que aquello jamás había pasado. Iker continuó con sus salidas nocturnas, volviendo a la casa a deshoras o no volviendo por días como era su costumbre.

Pero cuando las semanas transcurrieron y se convirtieron en meses que pusieron en evidencia su estado, Iker pasó de fugarse en las noches a ocupar la cama sin pegar un ojo en toda la víspera. Nunca se disculpó o intentó un acercamiento, pero tampoco hizo caso omiso de lo que ocurría. Sólo le pidió una cosa durante ese momento y era que ocuparan la misma cama, no porque guardara alguna esperanza de mantener relaciones maritales, sino porque quería estar cerca por si necesitaba algo. Ella no fue capaz de declinar a ese pedido, la última vez estar sola fue casi un suplicio, tenerlo al menos a su lado sin dormir le daba cierta sensación de tranquilidad. Así que él seguía allí para lo que ella o Gaby pudiesen necesitar, pero sólo en cuerpo. Cualquier rastro de amistad que habían forjado durante todo ese tiempo, parecía más un sueño que una realidad. Aun así ella no intentó buscar una solución, se dijo a sí misma que ya no malgastaría fuerzas o pensamientos en alguien que no tenía reparos en jugar con su vida. No se arriesgaría a que algo malo le ocurriese a su hijo, ya no.

La preocupación por Iker o su matrimonio podía esperar, ella se había tomado esos meses para encontrar algo de paz. Desde que se había reencontrado con Iker su vida se había puesto patas arriba, tenía lógica que por un mísero instante quisiera algo de tranquilidad. No sabía qué harían una vez que el bebé naciera, no sabía si él estaría la mañana siguiente a su lado y esa incertidumbre constante, la había llevado a tomar esa decisión. Se convenció de que fuese lo que fuese les deparase el futuro, ya no le importaba.

Iker se había vuelto su esposo en la práctica, asistían a bailes y reuniones juntos, charlaban sobre trivialidades en la cena y ambos mantuvieron su palabra de ocupar la misma habitación. Pero eso era todo, él no se le acercaba de otro modo que no fuese lo estrictamente necesario. Aún le jugaba bromas cuando parecía que su humor quería hacer amago de reaparecer, y a veces incluso se había atrevido a dejarle una rosa en su bandeja de desayuno. Pero siempre se cuidaba de mantener una distancia prudente y nunca le pedía nada más de lo que ella estuviese dispuesta a darle. Pasaban tiempo admirando los jardines y él la acompañaba en las cortas caminatas a las que se veía reducida mientras su embarazo avanzaba. Y siempre que se iban a la cama, él le depositaba un breve beso en la frente, para luego darse la vuelta y ocupar su lado en silencio. No dormía, pero tampoco se iba, sólo estaba allí como el fantasma de lo que antes había sido.

No podía sentirse mal al respecto, pues él estaba respetando lo que ella había pedido. ¿Pero era lo que quería realmente? Con el pasar de los meses ya no estuvo tan segura; y mientas desperdiciaba tiempo leyendo las felices cartas de Abi, no podía evitar preguntarse si ella alguna vez llegaría a mantener la felicidad más de un minuto o dos. Pasaba horas leyendo y comparando inútilmente, conforme las palabras de su cuñada se colaban en su mente su resolución se hacía cada vez más dolorosa de sobrellevar. ¿Estaba mal extrañarlo? ¿Cómo se podía echar de menos a alguien que tenía a su lado? El tiempo no pasa sin dejar una huella en el interior de cada persona, y la huella que se marcaba en su pecho cada vez parecía más y más profunda.

El Conde FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora