40.

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Capítulo 40: ¿donde caben dos, caben tres? (Qué plagio, eso es un anuncio de Ikea.)

Me cruzo de brazos con un suspiro.

-              ¡¿Lena, te falta mucho?!- grito frente a la puerta del baño.

Es pesada… pero pesada, pesada.

Se abre la puerta y veo a mi amiga arreglándose por millonésima vez el cabello, con laca en mano y los cien cepillos que ha ido encontrando por toda la casa apilados sobre la encimera.

Ruedo los ojos con impaciencia.

-              Qué pija eres, hija.

Echa un poco más de laca en su flequillo y se gira hacia mí. Yo arrugo la nariz por el ambiente… enlacado del baño, que parece repleto de un vapor espeso.

-              Pija no, me gusta arreglarme, que es distinto.- se vuelve hacia su reflejo- Una parte de mi cabeza me… impulsa a entregarme a esto.

Qué filosófica.

-              Bueno, pues dile a esa parte de tu cabeza que tiene dos minutos para terminar su obra de arte.

-              ¡¿Dos minutos?!

-              Sí, dos minutos, y eso contando con los quince de retraso.- suspiro.

Esto funciona así desde antes de… no sé, desde hace mucho tiempo. Siempre hay que añadirle quince minutos, por lo menos, a la hora oficial de quedada; al menos en el caso de las féminas. Apuesto un brazo a que Saúl y su hermano ya están abajo con Rober, mientras que Silva y Hugo aún no han llegado (aunque debe faltar poco), puesto que tenían que ir a recoger a Bi y Leo, y ellas está claro que hacen lo del cuarto de hora. Somos unas genios. Está claro que las tías tenemos que dominar el mundo, y cuanto antes mejor.

-              ¡Ya estoy!- levanto la cabeza, esperanzada.- ¡No, espera, me falta el rimel!

Ay, dios, qué pesada.

La puerta de mi habitación se abre de un golpe y dos gráciles figuras se deslizan a toda prisa a mi lado.

-              ¡Hola, chicas!

-              Hola, Bi.- río y giro la cabeza para mirar a la otra chica.- Leo.

Miro el reloj: las ocho y cuarto en punto.

-              Vamos, Len.

Me siento con un suspiro agotado sobre la cama. Esa chica me cansa. Mucho.

Yo no sé por qué la he dicho que se viniera a arreglar a mi casa… si es que no aprendo.

-              Ya estoy.- sale del baño con una sonrisa.

-              Por fin.

Bi empieza a dar saltos a su alrededor. A veces me pregunto cuántos años tiene en realidad, porque los diecinueve no los aparenta.

-              ¡Foto, foto, foto!- exclama.

Leo saca la cámara del bolso de Bi sin decir palabra y nos empuja a todas frente al enorme espejo del vestidor, donde se nos ve a las cuatro de cuerpo completo. Primero Bi, con su minifalda negra, camiseta sencilla blanca y sandalias a juego; luego Leo, con unos pantalones por encima de la rodilla azul marino, camiseta sin mangas negra y zapatillas de tenis del mismo color; junto a ella, Len, con un vestido por la mitad del muslo de color amarillo suave y marrón y sandalias romanas; y, por último, yo, con pantalones verdes cortos, camiseta de manga corta blanca y zapatillas a juego. Veraniegas y fresquitas. Como debe ser.

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora