- The Charm.

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El alcohol parecía derramarse como agua o gotear como miel. La atmósfera estaba saturada del aroma de los cigarrillos rellenos con ''Hierbas Mágicas'', y la música retumbaba, cacofónica y metálica, contra los muros de la discoteca más concurrida de Seúl. ''The Charm''. Allí pasaban la velada los más jóvenes, mientras que los hombres más maduros esogían ''The Nice Club'' o ''The Devil''.

El muchacho estaba sentado sobre una de las plataformas, sosteniendo en una mano un trago de ron y en la otra, un cigarrillo. Algunos lo conocían, otros no tanto. Algunos sabían su nombre, a otros no les importaba saberlo.

Xi LuHan tenía veinticuatro años recién cumplidos. Su piel era blanca, sus ojos eran de un confuso color gris azulado, su nariz era respingada y poseía unos apetitosos y femeninos labios que sabía utilizar para realizar las más nobles labores. Había ingresado a la universidad de Ciencias Económicas hacía tres meses, por presión de su anciano padre, que anhelaba más que nada en el mundo que el bebé que había adoptado se dedicara a administrar la compañía gracias a la que amasaba toda aquella fortuna de cifras astronómicas.

LuHan había cumplido los veinticuatro hacía exactamente tres semanas. Como regalo de cumpleaños, Kim Jong In lo había llevado a su departamente y se lo había follado en todas las posiciones posibles.

A LuHan le gustaban los batidos de fresa. Eso era lo único que se acordaba Yi Fan, el más alto del grupo y el que tenía la mayor graduación de alcohol en la sangre.

Cuando Xi decía que no, en realidad quería decir que sí. Lo que sucedía era que LuHan era uno de esos mocosos que lo pasan de maravilla provocándoles a los hombres. Yi Xing había padecido aquellas provocaciones en carne propia.

Oh SeHun no conocía a LuHan. Era nuevo en la ciudad: había llegado apenas unos meses para comenzar a enseñar literatura en la Universidad Estatal. SeHun tenía veinte años, pelo marrón lacio y unos bonitos ojos caramelo que durante las clases ocultaba detrás de unas gafas delgadas.

Antes, SeHun vivía en Incheon, un lugar tranquilo, quizá demasiado. Allí había terminado sus estudios de Literatura y el mismo día de su graduación le habían ofrecido aquel prometedor puesto de trabajo en la otra Universidad. Había aceptado al instante, pues no había nada que lo atase a esa cuidad.
Absolutamente nada.
Sí. . .Quizá SeHun habría deseado que en Incheon hubiese existido algo importante por lo cual quedarse. Pero la dura realidad era que había estado tan perdido entre libros y bibliotecas, que jamás había tenido tiempo para nada más. Lo lamentaba y por eso ahora, cuando los años perdidos le reclamaban un poquito frente al espero al ver sus ojeras y su descuidada piel y otro poquito entre las sábanas, se encontraba allí, en aquella disco gay de Seúl.

SeHun no era mal parecido, pero tenía la autoestima por los suelos.
Y LuHan odiaba a esas personas.

Cuando el cigarrillo se le acabó, LuHan suspiró profundamente y le dedicó toda su atención al ron. Suspiró otra vez. Era sábado, y el lunes tenía un examen de Contabilidad y de Introducción. Ninguno de los cuatro chicos que estaban allí sabía que LuHan estudiaba dos carreras al mismo tiempo. En realidad, ni siquiera sus padres lo sabían. Literatura, que era lo que de verdad le gustaba, y. . .Lo otro, Economía. Solo KyuHyun estaba con él en clases, el el curso de Geografía espacial, y sabía que LuHan era muy inteligente.

Cuando se levantó para ir a buscar otro trago, SeHun se lo quedó mirando por un momento. En seguida apartó la mirada, porque. . .Era imposible que un golfo como ése estudiara en la Universidad ¿Verdad?
SeHun sonrió. Entonces, ¿Cómo podía ser que el profesor de Literatura estuviese en el mismo lugar que ese golfo?
La respuesta era una sola: sexo.

En el caso de SeHun, ya iban a cumplirse tres meses de abstinencia.

Con respecto a LuHan, esa abstinencia era de sólo una semana.

La última vez que SeHun había tenido sexo [O, como él le llamaba en secreto: hacer el amor] había sido en Incheon, con un alumno mayor que él, de último año de la carrera ed Ingeniería Industrial. El chico no quería nada serio, como bien había dejado claro luego del orgasmo. Para SeHun había sido una experiencia amarga, porque el chico de verdad le gustaba. Y ahora su estupidez le pasaba factura, transformada en su inseguridad y sus bajas expectativas. Pero él había acudido a ese lugar para ponerle fin a esa abstinencia de una vez por todas y no le importaba mucho con quién fuera.

Lo único que necesitaba era un cuerpo y. . .Eyacular.

No conocía muy bien los códigos con los que jugaban en ese sitio, pero no era idiota y advertía, casi con reverencia, los gestos que se obsequiaban unos a otros para invitaciones tan sencillas como bailar o cosas más atrevidas.

Con todo esto, SeHun ya sabía donde estaba el cuarto oscuro.

LuHan pidió un primavera. Como la concentración del alcohol no era tan alta, terminó acabándoselo de tres sorbos. Aburrido, barrió con los ojos la pista de baile en busca de algo o alguien que le sacudiese el aburrimiento y quizá algo más. Sus amigos, o mejor dicho, sus conocidos [Por que no podía darles el título de amigos a cuatro hijos de p*** que aprovechaban la menor oportunidad para tirárselo] estaban bailando y habían invitado a otro hombre más que LuHan no conocía. Era bastante guapo: alto y piel color leche; la ropa que llevaba delineaba a la perfección sus prometedores y masculinos contornos.

¿Quien era ese dios? ¿De dónde había salido?
LuHan se relamió los labios, dejó el vaso sobre la barra y se dirigió hacia donde estaban sus conocidos.

-Estas bien bueno. . .-Susurró una voz al oído de SeHun, mientras unos brazos delgados pero fibrosos se le enredaban en torno a la cintura. Dio un respingo y se volteó apenas, para al menos ver el rostro del chico que se había atrevido a abordarle.

Era el golfo.

-Hola -Saludó SeHun, sorprendiéndose del color de esos ojos aguados por el alcohol, esos ojos que su preconsciente decía conocer, pero que su sistema no alcanzaba a registrar. El dueño de esos ojos le tomó de las manos, lo apartó del grupo de chicos y lo arratró hasta la mitad de la pista.

-¡Baila conmigo! -Exigió el muchacho, con una sonrisa de 220 volts. SeHun se dejó llevar por él hasta que, quedando en medio de la multitud de jóvenes, éste comenzó a restregarse contra su cuerpo, rodeándole el cuello y meneando las caderas.

SeHun no se lo podía creer. Jamás nadie se había atrevido a atacarlo de esa forma, a insinuársele tan descaradamente.
Estaba aturdido. Las imágenes parpadeaban frente a él como en diapositivas por culpa de las luces multicolores que danzaban al ritmo de la música. Había deseado poder contemplar a ese chico en toda su perfecta, libidinosa y ebria totalidad. Se relamía y mordía los labios, ofreciéndoselos sin reservas y se había acoplado a su cuerpo como lo habrían hecho dos piezas de rompecabezas.

-¿Cómo te llamas? -Le preguntó al oído, tal como había hecho con él minutos antes.

-¡LuHan! -Le respondió gritando- ¿Y tú?

-¡SeHun!

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