Capítulo-6

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El viaje duró, aproximadamente, menos de unas dos horas. El asiento del avión era muy confortable, por lo que el tiempo se me pasó volando a pesar de los nervios. Habíamos llegado con media hora de adelanto con respecto a lo previsto, así que pude dar una vuelta por el aeropuerto hasta las 12.00 a.m, hora a la cual me recogería el taxi que tenía que llevarme al apartamento. El coche era un seat ibiza de color blanco. El taxista era un hombre de mediana estatura, delgado y de aproximadamente unos 50 años de edad. Era bastante amable, así que los 15 minutos que transcurrieron hasta llegar a mi piso se hicieron muy amenos. Pagué el taxi, me despedí del conductor y tomé aire, preparada para entrar.

Llamé al telefonillo del piso, y una preciosa voz masculina contestó.

-¿Diga?

-Hola, soy Susana- dije nerviosa, intentando calmar el tembleque de mi voz- la chica que tiene alquilado el piso.

-Sí, por supuesto.- contestó con voz amable- la estábamos esperando.

La puerta se abrió, el portal era grande. Disponía de dos ascensores al fondo de la estancia, unas cuantas macetas con plantas y los buzones correspondientes a los pisos. En el que sería mi hogar durante el siguiente mes pude leer "Sr. y Sra. Pérez". Llamé al ascensor, este se abrió y pulsé la tecla que indicaba el octavo piso. Llegué a la puerta del 8°C, contuve un momento la respiración y me dispuse a llamar al timbre.

La puerta gruesa de madera se abrió y tras de sí pude ver un matrimonio joven. Ella era alta y delgada, y su fino cabello cobrizo le caía elegantemente por los hombros. Lucía un hermoso vestido color coral, ceñido al cuerpo y por debajo de las rodillas. Elegante. Él era más alto todavía que su mujer, tenía el pelo castaño claro con reflejos rubios y unas gafas de pasta gruesa adornaban su gesto serio a par que amable. Vestía traje y corbata, lo propio de un ejecutivo de alguna empresa inportante.

-Hola, encantados- saludaron ambos- Adelante por favor- mientras habían un gesto cortés con la mano para que entrase. Yo solo acerté a asentir y sonreír.

Entramos en una sala grande, con un sofá de cuero en tonos beige y naranja. Una gran televisión y estanterías repletas de libros. Era preciosa. Me explicaron que era el salón. A su lado estaba el dormitorio principal provisto de una cama de matrimonio, un armario empotrado color purpura, a juego con las paredes y algún que otro cuadro de algún pintor barroco. La habitación contigua era el baño, con una gran ducha al fondo. Los azulejos eran en la gama de tonos azules. La cocina, el cuarto de invitados y el otro servicio me lo enseñaron más tarde.

-Bueno, muchísimas gracias por cederme su casa durante este tiempo. Es un lugar precioso- acerté a decir.

- Oh querida, para nosotros es un placer que puedas disfrutar de ella mientras no estamos.- me contestó con una sonrisa que conocía muy bien, la de compromiso.

Los acompañé a la puerta, y una vez se fueron por fin pude quedarme a solas en mi hogar. Pero para mi desgracia no duró mucho, porque tan pronto me acomodé en el dormitorio el timbre sonó. Extrañada acudí a abrir la puerta.

Una sonrisa de película y unos ojos verdes que cortaban la respiración se hallaban tras la puerta de mi casa. No conseguí decir nada. El tiempo se paró y lo único que pude hacer fue preguntarme que hacía el mismísimo príncipe azul de cenicienta allí, en mi puerta. Para cuando ya encajaba un poco la situación, la mueca del impresionante chico que se encontraba en el umbral de mi puerta se mecía entre divertida, asombrada y cariñosa.
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Arriba os dejo una foto del vestido de la dueña de la casa, espero que os esté gustando la novela. Agradeceria todo tipo de comentarios y críticas constructivas para mejorar. Un beso

Hasta siempre corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora