20| Su felicidad vale más que la mía

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Narra Marcos




El taxi se alejó llevando consigo mi felicidad y yo no hice nada para impedirlo. Ella tenía razón, yo soy el único culpable de mi infeliz futuro porque, como le dije, mi felicidad va ligada a ella y si no tengo una de ellas tampoco tengo a la otra. Deseo correr a coger el coche y perseguir al taxi, pero no lo hago y no entiendo el porque; hace años no lo hubiera pensado, pero ahora... Ahora estoy casado y ella embarazada de un niño que deseo con locura que sea mío, pero que por alguna razón me empeñó en en creer lo contrario, en creer que no es mío a pesar de que las fechas coinciden. Sé que mi silencio cuando me preguntó porqué no la creía le dolió, pero no sabía que responderle; como ya he dicho, hace años no lo hubiera pensado; ahora tal vez lo pienso por miedo, pero no miedo por mí, sino por ella. Temo hacerla daño, el mismo daño que le hice hace seis y años y el que le he echo desde el día que hicimos el amor —en esta misma casa —y ella me dijo que se casaba. Quizá mi rechazo y esta absurda boda la hayan roto, pero con suerte en un futuro encontrará a alguien mejor que pueda amarla a ella y a ese bebé que puede o no llevar mi sangre; y a la vez soy tan egoísta de no querer que eso ocurra.

Suspiro y regreso dentro, dónde se está celebrando mi boda, pero para mí no es motivo de festejo porque no me he casado con quien yo más quería hacerlo. Cuando era pequeño y veía a mis padres tan felices me imaginaba que mi futuro sería igual: con una chica a la que quisiera, una casa bonita y tal vez uno o dos hijos; pero a medida que fui creciendo ese futuro idílico que me había creado de pequeño fue quedando en el olvido y casi se extinguió cuando descubrí los motivos reales por los que Isabel salía conmigo; más tarde vino el tema de las drogas, las carreras de motos y alguna que otra pelea, haciendo que ese futuro terminara por irse a la mierda. Pero las cosas cambiaron cuando ella apareció, tan descarada y agresiva al principio y a medida que la fui conociendo descubrí su facilidad para llorar viendo una película triste, sus cambios de humor —propios de una embarazada —durante su regla; también descubrí a una chica leal y capaz de sacar las garras por sus amigos; una chica que a veces podía ser tímida, pero en la intimidad resultaba ser pura sensualidad.

Encontré a la chica perfecta, una que se enamoró de mí a pesar de lo cabrón que fui con ella y la cual, también, supo ver algo bueno en mí cuando ni yo mismo lo veía. Pero entonces la cagué, no podía ser yo mismo si no la cagaba.

Se fue de mi lado durante seis largos e interminables años y cuando volvió no fue por otra cosa más que para informar sobre su boda. Lo peor, sin duda, fue la forma en la que tuve que enterarme de la noticia. Creí que, a pesar de todo lo malo, las cosas volverían a ser como al principio y más después de que esa misma noche hicimos el amor de la misma forma loca y apasionada que lo hacíamos de jóvenes. Tras aquella noche todo se fue a la mierda, la prueba está en que hoy me acabo de casar con una mujer a la que no amo y a la que, ni mucho menos, aprecio. Pero está embarazada, supuestamente de mí, y no puedo dejarla sola. ¿Porqué a ella sí y a Laura no? Porque si decido creer a Laura —y es lo que más deseo hacer —, la acabaré haciendo daño, de una manera u otra, y es lo que menos deseo; ella y nuestro bebé merecen un bueno padre y no a alguien como yo. Sin embargo, con Jessica la cosa cambia. Lo que voy a decir puede hacerme quedar como una mala persona, pero lo que le pase a Jessica ni me va ni me viene y si su bebé es mío yo me encargaré de que no le falte nada, salvo un padre; si no puedo ser el padre del niño que quiero, no lo voy a ser de éste , aunque no tenga culpa.

El jardín trasero está lleno de mis familiares y amigos, junto a los familiares y amigos de Jessica, los cuales se divierten; los envidio, es el día de mi boda y yo debería divertirme, pero no puedo. Veo a lo lejos a Jessica hablando con unas amigas suyas, para bastante entretenida así que, y para que no me vea, me cuelo entre la gente hasta llegar a la barra, la cual está situada al otro extremo de dónde ella está. Le pido al camarero una copa de lo más fuerte que tenga y éste enseguida va a por ella. Mientras espero la copa miro a la gente hasta llegar a mis amigos con los que a penas he cruzado dos palabras. Todos bailan y ríe, me trae algunos recuerdos buenos de aquella época; Gabriel y Laura bailan muy pegados y cariños; Carmen y su novio —del cual desconozco su nombre — también bailan muy pegados; y por último Álvaro —con el que me llevo, o al menos me llevaba, muy bien — hablando con Drew, el novio de Laura. He investigado un poco sobre él, al parecer procede de una familia con dinero y, al igual que yo, también estudia empresariales para llevar así la empresa de su padre. Ambos se debieron de conocer durante el instituto, ya que era el mismo al que iba Laura.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora