-He conseguido recoger a todos salvo a una, Lizz. La última chica, la de la discoteca. - dijo casi en un susurro.
-Quiero que me traigas a esa neófita, sea como sea. - dijo sin siquiera dar la vuelta a la silla
-Sí, Derek.
Tras las puertas del despacho de Derek por lo menos treinta neonatos observaban los cuadros del pasillo, confusos, hablando entre ellos.
-Mi nombre es Sally, y seré vuestra monitora. - dijo casi chillando, pero tranquila y sonriente.
-¿Monitora de qué? - preguntó un chico bajito y rubio que estaba al fondo.
-Agradecería que evitaráis hacer preguntas. Y dicho esto, os llevaré a las mazmorras, donde trabajaremos estos días.
En el bosque...
No podía quitarme la imagen de los dos niños pequeños mirándome atónitos mientras yo, como una persona sin sentimientos clavaba mis colmillos en la yugular de su madre y su sangre caliente se derramaba, chorreando por mi barbilla, manchando la moqueta.
No podía dejar que vivieran con esa imagen toda su vida, así que también los maté, suena egoísta, pero creo que fue la mejor opción.Al llegar a casa me di una ducha de agua fría, aunque sinceramente no sabía muy bien si estaba en la temperatura correcta.
Era increíble, parecía que todos mis sentidos se habían desarrollado salvo el tacto, mis células epiteliales habían muerto, o eso creía.Aunque la verdad es que no sabía si yo estaba viva del todo, no como, no bebo, salvo sangre; no duermo, no respiro.
De repente se escucharon pisadas en el piso de abajo.
Cogí la flauta de madera del escritorio y fui bajando las escaleras poco a poco, con cuidado.-¿Hola? - grité asustada.
-Hola, Lizz. - respondió una voz serena, femenina.
Bajé las escaleras de dos en dos, con prisa, tenía que saber quien era, o qué era, porque no olía a comida, y tampoco latía.
En el salón se encontraba de pie una mujer morena, de ojos rojos, delgada.
-¿Cómo estás? - sonrió.
-¿Quién eres? - dije con la flauta preparada, dispuesta a atacar.
-Mi nombre es Sally.
Hubo un silencio.
-Me encantaría que bajaras el arma. - seguía sonriendo y eso me ennervaba.
Pero hice caso. Bajé la flauta, pero seguía sin emitir sonido.
¿Quién era esa mujer y por qué me conocía?
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Diario ensangrentado.
Novela JuvenilQuerido diario, hoy, no he podido soportarlo. Le he mordido. Me siento viva. Más viva que nunca. Hoy, querido diario, me he convertido en una asesina, en lo que soy, en un vampiro.