Aunque yo, siendo un soñador por excelencia, jamás me hubiera imaginado ese fin.
Unos cuantos años antes...
Risueño, inteligente, optimista, inocente, novelero... Una lista interminable de adjetivos relativamente positivos me podrían describir. Aunque verdaderamente, no por eso destacaba en mi colegio. A diferencia de la infinidad de niños rubios y de tez pálida que me acompañaban en mi día a día, yo era un niño de cabello caoba, ojos almendrados y piel muy morena.
Vivía felizmente en una casa a las afueras de la ciudad, con mis padres y mi hermana pequeña. Tenía muchos amigos, algunos reales y otros ficticios. Y el problema de mayor importancia que podía tener un niño como yo, era el no poder equilibrar el interruptor de la luz entre encendido y apagado. Mi vida era tan aburrida como monótona; por eso me refugiaba en los libros para pasar el tiempo, donde unas increíbles historias que jamás llegaría a vivir, aguardaban a ser descubiertas.
Con mis doce años de edad, había leído lo suficiente como para tener un criterio filosófico formado. Y es que yo era muy supersticioso: creía firmemente en algo después de la vida y en los factores que podrían alterar la decisión del karma ante mi futuro. Estaba convencido de que, si el destino me lo permitía, de mayor yo sería pequeño, ya que no quería crecer porque consideraba a los adultos tan ecuánimes como injustos en realidad. Eso, o estudiaría para ser escritor (siempre pensé que era bueno tener un plan B).
Un niño aparentemente normal, pero con ideas consideradas como extrañas; así era yo, en la época en la que pensaba que los deseos se cumplían si soplabas.
***
Y entonces desperté. O al menos eso creo, pues morir y nacer son conceptos tan relativos...
Unos sonidos guturales propios de alguien que no sabe pronunciar coherentemente las palabras, se escaparon de mi boca. Miré asustado a mi alrededor, mientras respiraba con dificultad, pero solo podía ver color blanco. Distinguía cuatro paredes níveas allá donde fuera que estuviera y mi vestimenta de una sola pieza se camuflaba misteriosamente con el resto de la ¿estancia?
Varios escalofríos recorrieron mi cuerpo en busca de algún nervio que activar pero todo lo que podía sentir era un apabullante vacío que no hacía más que angustiarme.
El silencio era tal, que hasta me parecía oír el dolor físico que sentía, como si mi cuerpo se estuviera desgañitando de tortura.
< ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí?... ¿Quién soy? > me preguntaba. Toda presencia de mi anterior vida parecía haber desaparecido, aunque algunos retales de ella quedaban latentes, como flashes de recuerdos que se manifiestan para después extinguirse inmediatamente.
Entonces, alguien entró por una puerta de la que hasta ese momento no me había percatado. Iba cubierto con un uniforme parecido al mío, pero tenía un logotipo bordado y era de un tono destacablemente anaranjado. Nada le cubría el rostro, excepto unas pequeñas gafas de sol, y la figura me resultaba extrañamente familiar.
Se acercaba con pasos decididos hasta mi posición, y una vez frente a mí pude apreciar mi propio rostro en las espejadas gafas de aquel hombre. Di un bote por la impresión, pues un hombre ya adulto y desaliñado se reflejaba en el cristal. Cuando me llevé las manos a la cara como acto reflejo, me di cuenta de que el uniforme que llevaba puesto, me cubría asimismo las extremidades, con peucos y guantes que me impedían moverme con libertad. Ahora estaba más confundido y temeroso que nunca. Pero poco a poco, todas las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar.
<Ese es mi padre> empecé a recordar.
El hombre alzó su puño enguantado y me embutió unas pastillas de diferentes colores en la boca que tragué con desacuerdo pero poca elección. Segundos después, mi padre ya se había ido.
La rabia pura que me provocaba no controlar completamente mi mente, hizo desprenderme de la tela que encarcelaba mis manos. Inevitablemente, las preguntas que me estaba haciendo hacía unos minutos, quedaban respondidas.
<Imposible... No puede ser cierto. No quiero despertar> me negaba a reconocer la verdad.
De repente, la imagen de mi padre allí se me manifestó en mi cabeza. Por lo que pude apreciar, llevaba un arma en la mano y me hizo un ademán de darme la pistola, mientras me decía:
<Por si necesitas un plan C>.
Seguidamente, la imagen se esfumó, desechada cual arena en un día ventoso.
Por instinto o por alguna extraña fuerza que me atraía hacia un rincón de la sala, acabé metiendo la mano entre una hendidura del acolchado suelo.
< ¿Y si, en realidad, la vida en la que yo creía no era más que un etéreo montaje fruto de mi demencia? ¿Y si nadie allí es real y he estado viviendo en un mundo ficticio? ¿Y si solo hay un aquí?> continuaba cavilando mientras tanteaba con la mano. Todas las teorías parecían tener sentido en esta situación, pero sabía que solo una era la acertada.
Quizá porque me gustaban tanto las novelas de tragedias, mi vida acabó convirtiéndose en una.
Y entonces toqué algo duro, lo atrapé y lo saqué: la pistola. Era mi única salida; si no iba a vivir allí, entonces no viviría.
Aferré con determinación el arma, amedrentado por mi propia valentía. La alcé, dejando el cañón a centímetros de mi piel, y la encajé entre diente y diente. Cargué la pistola haciendo un sonido amenazador que rompía el nervioso castañeteo del metal contra el marfil.< A los soñadores, se los lleva el viento > me solía decir mi "realista" padre. Y supongo que mi propio huracán se me estaba a punto de llevar.
Un montón de pensamientos me asaltaban la cabeza pero ninguno parecía lo suficientemente influyente como para pararme; estaba decidido, estaba solo.
Y...
Por fin, con un leve movimiento de gatillo, mi vida acabó, interrumpiendo mi ultima pero también menos importante reflexión:<Al final resultó que nadie de allí era real. ¿Y yo tampoco lo era? No sé si para alguien lo fui, pero la mera existencia de un suicida como yo acaba aqu...>
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Pétalos de una misma flor
Short StoryPétalos de una misma flor, libros de una misma estantería, pensamientos de una misma mente... Historias de una misma autora. Esto es de lo que trata esta sección; relatos cortos tan distintos como dos huellas dactilares pero tan similares porque l...