Dwayne se levanta, recoge la billetera, saca el dinero y se lo mete en el bolsillo de la chaqueta, todo luego de que el pandillero le dijera esas palabras y se fuese.Cansado y con los ojos medio abiertos se devuelve al callejón en donde estaba horas antes. Tiene hambre y dinero, pero se siente demasiado exhausto como para ir a buscar algo de comer. Mientras camina por la acera, cabizbajo, con una chaqueta de cuero que le llega por las rodillas, un pantalón sucio y un sweater negro guindado del hombro destinado a servir como cobija.
Dwayne entra al callejón, camina hacia el conteiner, casi cayéndose gira hacia a la izquierda para acostarse en el rincón, pero de pronto ve a un viejo, con un gorro sucio, una chamarra beige, una barba descuidada y con una jeringa en su mano, sentado sobre los mismos periódicos que el chico había puesto antes.
– ¿Que hace un chico tan pequeño como tú, en un callejón a estas horas de la madrugada? Si mi reloj biológico no falla, deben ser cerca de las cuatro de la mañana–. Le dice el viejo–. Al ver que pasan varios segundos y el chico no responde ni se mueve, le dice: –Ya, ya entiendo, eres otro más de la manada, sin amigos y con un callejón como hogar. Debes estar cansado, acuéstate en aquella esquina, porque como verás esta ya está ocupada, duerme tranquilo, los hijos de la calle nos cuidamos unos con otros–.
Dwayne hace caso, se va hacia la esquina y se acuesta, se sobrepone la chaqueta negro para protegerse del frío e intenta dormir, nuevamente sin poder, ya que aunque el anciano lo trató de forma amigable, no se puede confiar.
Una postura la cual aprendió en su primer hogar adoptivo, debido a que Terrence por las noches, solía entrar a su habitación a golpearlo, ya que se sentía desplazado y algo que lo hacía sentir peor, es que era por alguien que ni tenía su mismo ADN. Luego de las diez primeras noches, desde que ocurriese por primera vez, Dwayne no ha podido dormir una noche entera. Aunque Danisha por las mañanas le curaba las heridas en el rostro y le colocaba paños de agua caliente en los moretones, pero eso no curaba lo mal que se sentía por dentro, porque la mayoría de las veces las heridas espirituales son más fuertes y dolorosas que las físicas. Aiden por su parte se hacía la vista gorda, el sabía lo que pasaba, pero nunca quiso hacer sentir a su hijo por debajo de un bastardo.
En la mañana, cuando ya el sol se está poniendo, Dwayne abre los ojos, ve hacia la otra esquina y se percata que el viejo ya no está, al parecer se había ido hace rato.
Se levanta y empieza a caminar, con dinero en el bolsillo empieza a buscar algún lugar para comprar comida, ve una cafetería y entra.
La mesera lo ve y le dice: –No tenemos comida para regalar, así que vete–. Dwayne le responde sacando un billete de cien dólares, la mujer se sorprende y agrega: –Así si nos entendemos, siéntate y pide algo barato, porque supongo que es lo único que tienes–.
Se sienta y pide una hamburguesa con una gaseosa, espera aproximadamente diez minutos para que le sirvan y empieza a comer, siente como el pan y la carne se deshacen en su boca, con más de un día sin comer siente que se revitaliza con cada mordisco que le da.
Termina su comida, toma la chaqueta, se para, paga y espera el cambio. Lo recibe y cuando está cruzando la puerta, escucha la voz de la mesera: –Hey chico ¿Y mi propina?– Dwayne le responde: –A mi nadie nunca me ha dado nada y tú, no mereces nada– Y sale del lugar.
Dwayne se devuelve por donde vino, casi no conoce la ciudad, pasa por el frente de la entrada de aquel vecindario en el cual había aparecido aquel pandillero para ayudarle, le causa intriga y empieza a caminar hacia allá, es un lugar en donde la mayoría de los habitantes son negros o latinos.
Avanza y ve la furgoneta negra en donde se había escondido de aquel hombre blanco, pero de pronto ve corriendo hacia a él a un hombre negro, con franela negra y una pañoleta con una calavera gris –Oh no, no puede ser. –se dice Dwayne–. Efectivamente es el pandillero de la otra noche. El hombre sigue corriendo y cuando pasa a su lado, se coloca el dedo índice en los labios, en señal de: "Guarda silencio".
El chico queda desconcertado, hasta que de pronto ve a un carro negro acercándosele, es un mustang del sesenta y ocho, el carro se para frente a él y se baja un hombre blanco, le pone un arma en la cabeza y le pregunta:
–¿Dónde está?–. Dwayne se queda callado–. ¿¡Donde está!? –.le grita el tipo mientras le afinca la pistola en la cabeza–. ¿Quién?-.pregunta el chico–. Sheels, no mientas, vimos que tomó este camino. No dudaré en dispararte si no me lo dices–. Dwayne entra en llanto, el pandillero le da con la base de la pistola en la cabeza, se monta en el carro y se va a toda felicidad.
Dwayne se levanta y escucha un silbido sigiloso, cuando voltea su mirada hacia atrás… ¡Es el pandillero! El cual lo está llamando desde la ventana de su casa.
El chico lo ve y se dirige hasta allá.
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Vida entre callejones.
Художественная прозаDwayne Reeven, un niño que con tan sólo 13 años de edad, decide tomar la vida callejera debido a los traumáticos eventos que lo han rodeado desde los comienzos de su infancia. *** Secuela: @ImperioEntreCallejones ¡Recuerden darle like a los capítulo...