Parte 7

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Jem tenía la sensación de que más tarde sus manos picarían (nunca antes había despedazado un corsé), pero por el momento, no podía sentir a nada más que a Tessa. Estaba sentada a horcajadas sobre sus caderas, sus ojos muy abiertos, su pelo vertiéndose sobre sus hombros desnudos y los pechos. Parecía Venus surgiendo de las olas, con sólo el colgante de jade para cubrirla, brillando contra su piel.

- Creo -, dijo ella, su voz se habia elevado y sonaba entrecortada,    - que necesito que me beses ahora -.

Alzó la mano para atraerla hacia abajo, agarrándose de sus delgados hombros. Él les dio la vuelta para estar encima de ella, apoyándose sobre sus codos, atento a su peso. Pero a ella no parecía importarle. Ella se acomodó en él, curvando su cuerpo para adaptarse a él. La suavidad de sus senos se apretó contra su pecho y el hueco de sus caderas era una taza para agarrarlo y sus pies desnudos lo recorrían por sus pantorrillas.
Hizo un oscuro y pobre sonido en lo bajo de su garganta, un sonido que hizo que las pupilas de Tessa se expandieran, quien suspiró rápidamente.
- Jem -, dijo, - por favor Jem - y ella volvió la cabeza hacia un lado, almohadillando su mejilla en el cabello suelto.
Se inclinó sobre ella. Hasta ahora era lo mismo que habían hecho juntos, antes. De esto se acordaba. Que a ella le gusta ser besada en u a línea bajando por su garganta, y que se si seguía la forma de la clavícula con su boca ella lloraría y cavaría con las manos en su espalda. Y si tenía miedo de lo que vendría después, sin saber qué hacer, o cómo complacerla, este fue arrasado con rapidez por la forma en que ella respondía: sus suaves gemidos mientras pasaba sus manos por sus piernas y le besó los pechos y el estómago.

- Mi Jem -, susurró mientras lo besaba. - James Carstairs. Ke Jian Ming -.

Nadie lo había llamado por su nombre de nacimiento en más de medio siglo. Era tan íntimo como una caricia.
No estaba del todo seguro de cómo se deshicieron del resto de sus ropas, sólo que de alguna manera estaban descansando sobre los restos destrozados de su vestido de sedas y enaguas. Tessa no era suave y flexible bajo él como había imaginado, sino responsiva y exigente, levantando la cara para ser besada una y otra vez, pasando sus manos sobre él, cada roce de sus dedos encendía chispas en las terminaciones nerviosas que él había temido que hubieran muerto hace mucho tiempo.
Fue mucho mejor de lo que había imaginado. Estaba rodeado por ella, su olor a jabón de agua de rosas y su piel suave y su confianza implícita. No era sólo que ella confiaba en que no la lastimaría; era más que eso. Ella confiaba en que su inexperiencia no le importaría, no importaba nada excepto que se trataba de ellos dos y siempre habían tratado de hacer que el otro sea feliz. Cuando él vaciló y dijo,

- Tessa, no sé cómo... - ella susurró contra su boca y puso sus manos donde deben ir.

Una especie de lección, pero la más suave que él había recibido, y la mejor. No había imaginado suficiente de esto, que sus respuestas serían reflejadas, que el placer de ella magnificaria el suyo propio. Que cuando él deslizara las manos por sus piernas ella se envolveria alrededor de du cintura por su propia voluntad. Que cada pensamiento huiría de su cabeza a excepción de la sensación de ella bajo él y luego alrededor de él mientras ella lo guiaba hasta donde tenía que estar.
Se oyó así mismo gemir a la distancia como si se enterrara en ella.

- Tessa -. Se aferró a sus hombros como si seaferraraa los jirones de su control.
- Tessa, oh dios, Tessa, mi Tessa -.
La coherencia lo había abandonado por completo. Él farfullo algo más también, ya no en inglés, no sabía qué, y sintió que ella apretó sus brazos alrededor de él.

Él respiraba entrecortadamente mientras se movía, luchando desesperadamente por controlarse a sí mismo, porque no quería que se terminará, no todavía. Tenía los ojos cerrados; la luz resplandecía detrs de sus párpados. Tanta la luz. Oyó la voz de Tessa, susurrando su nombre; estaban tan cerca, más cerca de lo que nunca había creído posible. Sus manos se deslizaron por su cuerpo para agarrarlo de la cintura. Había una línea delgada de concentración entre sus cejas; ella tenía los ojos fuertemente cerrados, las mejillas le brillaban de un rojo escarlata, y cuando ella trató de decir su nombre otra vez, un jadeo irregular se lo tragó. Una de sus manos voló a su boca y ella mordió con fuerza sus dedos mientras su cuerpo se tensó alrededor de él.

Era como un fósforo encendiendo hierba seca. El último vestigio de su control se evaporó. Enterró la cara contra su cuello mientras la luz detrás de sus ojos se fracturó en colores caleidoscópicos. Había llevado la oscuridad de la Ciudad Silenciosa dentro de él incluso cuando dejó la Hermandad. Y ahora ella había abierto su alma y dejó entrar la luz, y fue brillante. Nunca había imaginado esto. Él ni siquiera se había imaginado imaginando esto.

Cuando volvió en sí, se encontró con que todavía se aferraba con fuerza, con la cabeza inclinada hacia abajo en su hombro. Ella estaba respirando suavemente y regularmente, con la mano en su pelo, acariciando, murmurando palabras cariñosas.Él se apartó de ella de mala gana, rodando para acomodarse de forma que quedaran descansando cara a cara. La mayor parte de la luz del día se había ido; se miraron el uno al otro en un crepúsculo oscuro que suavizó los bordes ásperos. El corazón le latía con fuerza mientras extendía la mano para deslizar el pulgar por el labio inferior de ella.

- ¿Estás bien?- Dijo, con voz ronca. - ¿Era eso...?-  Se interrumpió, dándose cuenta con horror que el brillo de sus ojos eran lágrimas. Una rodó por su mejilla, sin control.

- ¿Tessa? - Podía oír el pánico salvaje en su propia voz. Ella le dio una sonrisa rápida y temblorosa, pero eso era típico de Tessa. Ella nunca mostraría decepción. ¿Que tal si para ella fue horrible? Él había pensado que era increíble, perfecto; él había pensado que su cuerpo se rompería en pedazos de sentir tanta felicidad a la vez. Y había pensado que ella había respondido, pero ¿Qué sabía él? Maldijo su propia inexperiencia, su arrogancia y su orgullo. ¿Qué le había hecho pensar que podía?

Ella se sentó, inclinándose sobre la mesa de café, con las manos haciendo algo que él no podía ver. Su cuerpo desnudo fue esbozado en el crepúsculo, insoportablemente bello. Él la miró con su corazón tartamudeando. En cualquier momento ella se pondría de pie, se vestiría y le diría que lo amaba, que siempre lo había amado, pero no de esa manera. Que la suya no era una pasión, sino una amistad.

Y él se había dicho a sí mismo que podía soportar eso, antes de que llegara al puente para confesarse. Se había dicho a sí mismo que podía tener su amistad y nada más, que era mejor que no estar cerca de ella en absoluto.

Pero ahora que él sabía, ahora que habían compartido el aliento, el cuerpo y sus almas, ya no podía dar un paso atrás. Para ser solo su amigo, nunca tocarla nuevo, le desgarraría en mil pedazos. Sería más agonía de lo que el fuego celestial había sido nunca.

Ella se volvió hacia él, sosteniendo algo en sus manos.

Después Del Puente: Jem y TessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora